domingo, 5 de julio de 2020

AÑO 1829. Visión literaria de Benito Pérez Galdós de la llegada de María Cristina a España

Fragmento del Capítulo I, de "LOS APOSTÓLICOS" de Benito Pérez Galdós, penúltimo volumen de la 2ª Serie de los "Episodios Nacioales":

-¡Cómo! -exclamó D. Benigno, entregando su mano a los labios y a los húmedos hociquillos de los Corderos-. ¿No os he dicho que hoy no hay escuela?... Es verdad que no me había acordado de decíroslo; pues ya había pensado que en este día, que para nosotros no es alegre y para toda España será, según dicen, un día felicísimo, todos los buenos madrileños deben ir a batir palmas delante de ese astro que nos traen de Nápoles, de esa reina tan ponderada, tan trompeteada y puesta en los mismos cuernos de la luna, como si con ella nos vinieran acá mil dichas y tesoros..., hablo también con usted, apreciable Hormiga, pase usted... no me molesta ahora ni en ningún momento.

Dirigíase Don Benigno a una mujer que se había presentado en la puerta de la trastienda, deteniéndose en ella con timidez. Los chicos, luego que oyeron el anuncio feliz de que no había escuela, no quisieron esperar a conocer las razones de aquel sapientísimo acuerdo, y —11→ despojándose velozmente de los arreos estudiantiles, se lanzaron a la calle en busca de otros caballeritos de la vecindad.

-Tome usted asiento -añadió Cordero, dejando su silla, que era la más cómoda de la tienda, para ofrecérsela a la joven-. Ayude usted mi flaca memoria. ¿Qué nombre tiene nuestra nueva reina?

-María Cristina.

-Eso es... María Cristina... ¡Cómo se me olvidan los nombres!... Dícese que este casamiento nos va a traer grandes felicidades, porque la napolitana... pásmese usted...

El héroe, después de mirar a la puerta para estar seguro de que nadie le oía, añadió en voz baja:

-Pásmese usted... es una francmasona, una insurgente, mejor dicho, una real dama en quien los principios liberales y filosóficos se unen a los sentimientos más humanitarios. Es decir, que tendremos una Reina domesticadora de las fierezas que se usan por acá.

-A mí me han dicho, que ha puesto por condición para casarse que el rey levante el destierro a todos los emigrados.

-A mí me han dicho algo más -añadió Cordero, dando una importancia extraordinaria a su revelación-, a mí me han dicho que en Nápoles bordó secretamente una bandera para los insurrectos de... de no sé qué insurrección. ¿Qué cree usted? La mandan aquí porque si se queda en Italia da la niña al traste con todas las tiranías... Que ella es de lo fino en materia de liberalismo ilustrado y filosófico, me lo prueba más que el bordar pendones el odio que le tiene toda la turbamulta inquisidora y apostólica de España y Europa y de las cinco partes del globo terráqueo. ¿Estaba usted anoche aquí cuando el Sr. de Pipaón leyó un papel francés que llaman la 'Quotidienne'? ¡Barástolis! ¡Y qué herejías le dicen! Ya se sabe que esa gente cuando no puede atacar nuestro sistema gloriosísimo a tiros y puñaladas lo ataca con embustes y calumnias. Bendita sea la princesa ilustre que ya trae el diploma de su liberalismo en las injurias de los realistas. Nada le falta, ni aun la hermosura, y para juzgar si es tan acabada como dicen los papeles extranjeros, vamos usted y yo a darnos el gustazo de verla entrar.

La persona a quien de este modo hablaba el tendero de encajes no tenía un interés muy vivo en aquellas graves cosas de que pendía quizás el porvenir de la patria; pero llevada de su respeto a D. Benigno, le miraba mucho y pronunciaba un sí al fin de cada parrafillo. Conocida de nuestros lectores desde 1812, esta discreta joven había pasado por no pocas vicisitudes y conflictos durante los ocho años transcurridos desde aquella fecha liberalesca hasta el año quinto de Calomarde en que la volvemos a encontrar.

AÑO 1829. CANCIÓN EPITALÁMICA AL FELIZ ENLACE DE SU MAJESTAD CATÓLICA DON FERNANDO VII CON LA SERENÍSIMA SEÑORA DOÑA (MARÍA) CRISTINA DE BORBÓN, de MANUEL JOSÉ QUINTANA

La cuarta boda de Fernando VII causó admiración: la novia era mucho más joven que el rey (ella tenía 23 años y el rey 45) , amén de ser su sobrina. Se celebró en Aranjuez, el 9 de diciembre de 1829.

Manuel José Quintana (1772-1857), compuso este epitalamio en honor de la nueva esposa del rey, aría Cristina de Borbón y Dos Sicilias, publicado por orden de Su Majestad en la Imprenta Real en 1929:

Nunca osara, Señor, la Musa mía
Al eco unir del general aplauso
Los ecos de un aliento que se apaga
Por la desgracia y por la edad cansado.

Ved cómo yace envuelta en largo olvido
Mi inútil lira: trémula la mano
Va sus cuerdas a herir, y a hallar no acierta
Su antigua resonancia y su entusiasmo.

Otra fuerza, otra voz, otra armonía
Pide al cantarse el venturoso lazo,
En que Vos afirmáis vuestra ventura,
Y también su esperanza el orbe Hispano:

Y a ensalzar dignamente de CRISTINA
La florida hermosura, el dulce encanto
Y la índole celeste, aún no bastara
A Píndaro su voz, la suya a Horacio.

Mi timidez iguala a mi respeto:
Pero Vos lo queréis; y a quien los Hados
Quisieron siempre defender propicios,
Y en la alta cima del poder sentaron;

¿Como un flaco mortal, que sin su escudo
Juguete fuera del rencor contrario,
Este esfuerzo, aunque débil, negaría
Sin riesgo al fin de parecer ingrato?

¡Ah! no: suene mi voz, los aires rompa;
Y aunque ronca y cansada, el holocausto
Haga de su temor ante las aras
Del refulgente Sol que ya adoramos.

Quizá aquel fuego, que á mi Musa un dia
Pudo animar en sus mejores años,
De sus yertas cenizas sacudido
Vuelva a encenderse a tan hermosos rayos.

Otros la cantarán con más fortuna,
Con talento mayor; y hasta los astros
alzar conseguirán su ínclito nombre
En las alas del genio arrebatados.

En mí supla al talento el buen deseo;
Y estos rudos acentos de mi labio,
Que van de vuestra Esposa al regio oído,
Hallen, SEÑOR, si no alabanza, agrado.

A.L.R.P. de V. M.
Manuel José Quintana

Accipe gortunam generis, diadema resume,
Quod tribunas natis, et in haec penetralia rursus.
unde parens progressa, redi.
CLAUDIANO

CANCIÓN

[1] ¡Oh belleza! alto don, rico tesoro,
Precioso bien a la muger guardado,
Con mas vehemencia ansiado
Que el diamante oriental, y más que el oro;
¿Quién te dió ese poder? ¿De quién hubiste
La magia celestial? En donde quiera
Que muestres esa lumbre
Por siempre vencedora,
Reinar y avasallar como señora,
Rendir y embelesar es tu costumbre.
Vedla en los campos de Vertuno y Flora
Cuando los huella con gallardo brío,
Y allí en puros aromas y en colores
Humillará las flores
Hijas del sol y alumnas del rocío.

[2] O si ya de la selva en el sombrío
Recinto, al eco ronco
Del resonante caracol, las fieras
Volando en su caballo alza y fatiga;
Ellas con planta alada huyen ligeras
De la Ninfa veloz, y huyen en vano:
Su vista penetrante las persigue,
Y el rayo abrasador arde en su mano.
Arde y estalla; el plomo silva, caen,
Y el eco suena en torno. El bosque adora
Su bella cazadora,
Ansiando ufano que a batirle vuelva
La que con su atractivo sobrehumano
Es Flora en el jardín, Cintia en la selva.

[3] Y si en el rico estrado reclinada,
Cual dama delicada,
Habla discreta y apacible ríe,
¡Oh! cual tras sí los corazones lleva,
Sea que el pie fugitivo en danzas guíe,
Sea que al sonoro acento
De su harpa, herida en delicioso tono,
Rinda las almas y embebezca el viento.

[4] Subidla luego al esplendor del trono;
Y a su aire augusto, a su ademán divino,
Veréis la tierra enmudecer, postradas
Ante ella las naciones
Y en aplausos sin fin y adoraciones
Sus destinos cifrar en su destino.
¿Qué la beldad no alcanza
Cuando se une al poder? El mismo cielo
Obedece a su anhelo
Si al cielo acaso conmover le agrada:
A una sola voz suya, a una mirada,
Apaga Jove el iracundo rayo,
Depone Marte la sangrienta espada.

miércoles, 13 de noviembre de 2019

MOMENTOS HISTÓRICOS. UN MATRIMONIO SECRETO.

Narración del encuentro amoroso y matrimonio de la reina María Cristina y Fernando Muñoz.


MOMENTOS HISTÓRICOS. UN MATRIMONIO SECRETO.

Artículo de Diego San José,
publicado en "La Esfera", el 25-12-1920, pág. 35.


CORRÍA el mes de Diciembre de 1833; mal cariz mostraba la salud del Reino, pues ya comenzaban a fulgurar los chispazos de la guerra civil, que Fernando VII (por no dejar cosa grata en devoción de su memoria) dejó preparada al partirse para la eternidad.
María Cristina, que sin duda no tenía grandes motivos pasionales para conservar en su corazón los crespones de la viudez, quiso apartarse lo más que le fuera posible del aluvión de intrigas y sinsabores políticos que desasosegaban su espléndida mocedad, y ¿quién podría ofrecerle este apartamiento tan bien como Amor, padre del mundo?
Unida por conveniencias diplomáticas a un hombre que por la edad bien pudiera ser su padre (y cuando esto no, ya tenía bastante con ser tío), no pudo gustar las delicias del verdadero amor. Harto hizo con no dar pábulo a la maledicencia, guardando fidelidad a un marido achacoso, grosero y nada agradable.
Obligada a mantener en el Trono a su hija Isabel, no le quedaba espacio para anunciarse entre los Príncipes de Europa como viuda en buen estado, y miró en torno suyo que sin duda habría de encontrar pronto el galán apetecido.
Así como su difunto, cuando quedó viudo de la mojigata Doña María Josefa Amalia y se trató de casarle nuevamente con otra princesa alemana, exclamó: No más rosarios, dijo ella, sintiendo el ansia de matrimoniar por segunda vez: No más alifafes, no más emplastos.
Y cuentan las crónicas privadas y, finalmente, el austero libro de la Historia, que entre los individuos de la Guardia Real que escoltábala en sus diarios paseos por la Casa de Campo y el camino de El Pardo, figuraba un gallardo mozo de tan gentil presencia, que ya antes de la muerte del Rey había acuciado la curiosidad de la Soberana. Era simple soldado, llamábase Fernando Muñoz y decían que era hijo del estanquero de Tarancón.
Desde el punto y hora que reparó en su gentil guardián, siempre que la Reina salía a su diurno paseo agasajábale con la más encantadora de sus sonrisas.
Parece que una tarde, al bajar del coche, mandóle Amor que la favoreciese de alguna manera más expresiva, y fue, dejando caer el pañuelo, que el afortunado se apresuró a poner en manos de la caprichosa Soberana, aunque sin pensar, ni con mucho, en la verdadera causa de tales deferencias, pues no imaginábase que nacían todos los días afortunados como el Principe de la Paz...
María Cristina agradeció la galantería con su más placentera y subyugadora sonrisa. Muñoz creyó que era un exceso de benevolencia, y no tuvo atrevimiento para otra cosa que para besar la regia mano que se le ofreció sin guante...
Sin duda quie la regia enamorada hubo de lamentar la cortedad de su vergonzoso, como aquella Princesa Magdalena de la inmortal comedia de Tirso.

***

El 17 de Diciembre dispuso Su Majestad hacer una excursión al Real Sitio de Quitapesares, que está más allá de Segovia, en el camino de La Granja. La estación no podía ser más propicia; el tiempo era crudísimo: las nieves y los hielos habían puesto el camino intransitable, y era casi seguro que estuviese cerrado el puerto de Guadarrama; pero Amor le mandaba aquel capricho, y no había sino obedecerle. Los consejos médicos, las necesidades políticas, la etiqueta cortesana, nada tuvo fuerza bastante para hacerla desistir.
Bien escaso era el acompañamiento que eligió para la expedición: el ayudante general de Guardias, Palafox, el gentilhombre Carbonell y el agraciado Fernando Muñoz...
Apenas amaneciera, se emprendió el viaje, y durante la primera jornada aún intentaron los forzados servidores, a quienes de tal manera se exponía a los rigores del tiempo, disuadir a la caprichuda Soberana; pero nunca la angélica Cristina se había mostrado tan tenaz y autoritaria; era su deseo pasar las Navidades en la regia posesión, donde no alcanzaran ni las intrigas de la Corte ni las molestias de la política.
Llegaron al puerto; las mulas apenas podían avanzar; el coche se estancaba unas veces entre el fango, y otras, por más que fuéranle apretados los tornos, deslizábase por la nieve con la celeridad de un troíka.
En uno de aquellos rápidos descensos fue mucha fortuna que se interpusieran unas carretas, que traían madera de los pinares de Balsaín, y contra ellas fue a estrellarse el vehículo, que de no haber topado con tal obstáculo hubiérase despeñado muy bien, acabando así con la maternal regencia de Isabel II.
Uno de los maderos quebró el cristal del coche y fue a herir el rostro de Su Majestad. Rápidamente saltó D. Fernando de su aterido cuartago, y haciendo tiras el pañuelo acudió a restañar la sangre de su Reina y señora.
Ella se dejó atender muy holgadamente, y para mejor permitir el solícito cuidado, se creyó en el caso de desmayarse, como cualquier damisela de las que leían a Chateaubriand, Víctor Hugo y Walter Scott...
Durante el tiempo que duró la obra de poner expedito el camino, cosa que no se pudo conseguir hasta el siguiente día, por lo que fue necesario pernoctar en una miserable venta cercana, apenas se separó de su salvador, si no fue para descansar unas horas durante la noche.

***

El 28 de Diciembre de 1833, a las siete de la mañana, en la finca de Quitapesares (nunca la regia posesión hizo tanto honor a su nombre), celebrábase el matrimonio secreto de la Reina Regente de España con el ya gentilhombre don Agustín Fernando Muñoz, que más adelante ostenta los títulos de duque de Riánsares y de Montmorot.
Este enlace no fue reconocido por las Cortes del Reino (aunque ya anteriormente, por despecho, lo había publicado Espartero) hasta el 8 de abril de 1845...


martes, 12 de noviembre de 2019

LAS POSESIONES DE MARIA CRISTINA EN ESTADOS UNIDOS. EL MONTE RIÁNSARES.




En el tomo de leyendas y tradiciones, antiguas y nuevas, de Pensilvania, del año 1924 ("More Allegheny Episodes: Legends and Traditions, Old and New..."), en su capítulo XIV: "Riansares" (pp. 281 a 297) se recogen las tierras que la reina María Cristina de Borbón y Borbón poseyó a mediados del siglo XIX en Pensilvania, en el condado de Clinton (Estados Unidos), cerca de Loganton, entre Nueva York y la frontera con Canadá, agrupadas entorno al "MONTE RIÁNSARES", y que actualmente sigue llamándose así.
[Si quiere ver imágenes de estas tierras, que una vez pertenecieron a los Duques de Riánsares, le recomiendo el Blog: http://www.clintoncountysnapshots.com/2013/06/intro-to-clinton-county-pa.html ]Estas tierras fueron conocidas en las segunda mitad del siglo XIX como "The Queen of Spain's Lands" (“Las tierras de la Reina de España”).
Asimismo se recoge en este libro la "leyenda" (no es real este desplazamiento), del viaje que realizó ¿el Duque? a Estados Unidos en 1870 para liquidar su venta o revitalizarlas.


El texto de este libro centenario, que he traducido, es el siguiente:



XIV
Riansares





[pág. 281] MOUNT RIANSARES. "The Unscaleable Mountain", after years of seclusion has, like China and Japan, been "opened to the world," and come to its own! The Pennsylvania Alpine Club, May 8, 1921, completed a successful ascent of its steepest face, and the proud flags of the United States and Spain were flung to the breezes on its topmost pinnacle. Fifty enthusiasts, half of them women, participated in the 'hike", among the men being Prof. Le Roy Jeffers, a member of the famous Alpine Club of England and Secretary of the American Federation of Mountaineering Societies. The quaint history of the mountain, how it obtained its name, were discussed at the exercises held by the Alpinists on the summit, and it was from that day forward that "The Unscaleable" was on the map literally and figuratively -there was not a modern map that mentioned it for fifty years- the silence amounted almost to mystery!
[pág. 281] MONTAÑA RIÁNSARES. "La Montaña Inescalable", después de años de reclusión, como China y Japón, ha sido "abierta al mundo" y le ha llegado su hora. El Club Alpino de Pensilvania, el 8 de mayo de 1921, completó un exitoso ascenso de su cara más empinada, y las orgullosas banderas de los Estados Unidos y España fueron soltadas al viento en su pináculo más alto. Cincuenta entusiastas, la mitad de ellos mujeres, participaron en la "caminata", entre los que se encontraban el profesor Le Roy Jeffers, miembro del famoso Alpine Club of England y secretario de la Federación Estadounidense de Sociedades de Montañismo. La pintoresca historia de la montaña, cómo obtuvo su nombre, fueron discutidos en los ejercicios realizados por los alpinistas en la cumbre, y fue desde ese día en adelante que "La Inescalable" ya estaba en el mapa literal y figurativamente - no había un mapa moderno que lo mencionara desde hacía cincuenta años-, ¡el silencio se convirtió casi en misterio!

For years, ever since 1897, the writer had admired Riansares from afar. That was the date of his first
Durante años, desde 1897, el escritor había admirado a Riánsares desde lejos. Esa fue la fecha de su primer

[pág. 282] trip to the then far-off and wondrous Sugar Valley, when he fell in with Bill Stanley's Gypsy band, and had altogether a wonderful adventure for school boy! Off there in the remote scenic background, beyond the gorge of Long Ran, behind the steep bluffs and ridges, loomed Reiansares [Riansares], with ist black robe of hemlocks, the tips like delicate spires or minarets along the comb, higher by far than all the surrounding hills, a great broad-winged hawk always sailing over it, the guardian of its aloofness and mystery.
[pág. 282] viaje al entonces lejano y maravilloso Sugar Valley, cuando se enamoró de la banda gitana de Bill Stanley, ¡y tuvo una aventura maravillosa de colegial! Allá, en el remoto fondo escénico, más allá del desfiladero de Long Ran, detrás de los escarpados acantilados y crestas, se alzaba Riánsares, con su manto negro de abetos, las puntas como delicadas agujas o minaretes a lo largo del panal, mucho más alto que todas las colinas circundantes, y un gran halcón de alas anchas siempre sobrevolando sobre él: el guardián de su distanciamiento y misterio.

Many were the tales that were told of Riausares [Riansares] by the old people, of the efforts to strip it of timber, efforts frustrated by the steepness of the slopes and the hugeness of the rocks, of unsuccessful attempts to conquer it by woodsmen and bark-peelers, out for a Sunday's "constitutional", of the giant bears that had their dens in its remote fastness, of the camps of the huckleberry pickers, who spent wecks on the "great flat" beyond the pinnacle, where the streams ran towards the waters of Cherry Run and Fishing Creek.
Muchos fueron los relatos que los viejos contaron de Riánsares, de los esfuerzos por despojarla de la madera, de los esfuerzos frustrados por la pendiente de las laderas y la inmensidad de las rocas, de las fracasadas tentativas de conquistarla por leñadores y peladores de corteza, para un domingo "constitucional", de los osos gigantes que tenían sus guaridas en su remota fortaleza, de los campamentos de los recolectores de arándanos, que gastaban semanas en el "gran piso" más allá del pináculo, donde los arroyos corrían hacia las aguas de Cherry Run y ​​Fishing Creek.

It was an carly dream of the writer's to climb that mountain, and he confided the ambition to his friend, whom he called "The Duchess of Towers", one dark evening when they were driving back from Loganton and a particularly vivid flash of lightning revealed
Fue un sueño cariñoso del escritor escalar esa montaña, y confió la ambición a su amigo, a quien llamó "La duquesa de las torres", una noche oscura cuando regresaban de Loganton y un relámpago particularmente vívido le reveló

[pág. 283] the giant mountain in all its sombre majesty -for it is worthy in all ways to have been named for the husband of a Queen! But the conquest of the "Duchess" was never made, and that of Riansares not until many years later.
[pág. 283] a la montaña gigante en toda su sombría majestad, ¡porque es digna en todos los sentidos de haber sido nombrada en honor al marido de una reina! Pero la conquista de la "Duquesa" nunca se hizo, y Riánsares no se coronó hasta muchos años después.

Now many changes have come since Riansares was put on the map! The State Department of Forestry, under Gifford Pinchot's admirable guidance, realizing that Riansares wes the local Monarch of Mountains, its height is 2293 feet, selected it as the site for one of the new sixty food steel observation towers, where the towerman in his cozy metallic cabin watches for the "fire fiend" during the forest fire season. A driveway, excellens for "hiking", horseback riding, or "buggies", and passable for Fords -seven automoblies went up it on a single Sunday- runs from a point on the State highway at Long Run to the summit. In addition to the fire tower, there is a cozy cottage for the towerman, the stone pulpit erected by the Pennsylvania Alpine Club stands in the dark druidical grove, and the paths and trails to the springs and bear wallows, the old fields, and the abodes of the cherry pickers have been opened and marked, for the public's convenience, secrecy reigns no more; a State Game Preserve and Refuge are projected on the Huckleberry Flat on the summit.
¡Han llegado muchos cambios desde que se puso Riánsares en el mapa! El Departamento de Selvicultura del Estado, bajo la admirable dirección de Gifford Pinchot, al darse cuenta de que Riánsares era el Monarca de las Montañas locales, su altura es de 2293 pies, lo seleccionó como el sitio para una de las nuevas sesenta torres de observación de acero, donde el vigilante de la torre en su acogedora cabina de metal vigila al "demonio del fuego" durante la temporada de incendios forestales. Un camino de entrada, excelente para "caminatas", paseos a caballo o "buggies", y transitable para Ford -siete automóviles lo subieron en un solo domingo- corre desde un punto de la carretera estatal en Long Run hasta la cima. Además de la torre de (vigilancia para el) fuego, hay una acogedora cabaña para el vigilante, el púlpito de piedra erigido por el Pennsylvania Alpine Club se encuentra en la oscura arboleda druídica, y los caminos y senderos hacia los manantiales, donde los osos se revuelcan, a los campos viejos y las moradas de los recolectores de cerezas se han abierto y marcado, para la conveniencia del público: el secreto ya no reina; se proyecta un Refugio y Reserva de Caza Estatal en Huckleberry Flat en la cima.

[pág. 284] Riansares is a part of the public's domain in scenic Pennsylvania; it is well worth a visit, now that the mountain has become so accessible. The Alpine Club members will continue to climb by way of its sheer, steep face, but others may prefer the drive-road, through groves of grey birch, with vistas commanding views of Nittany and Bald Eagle Valleys, Rosecrans, and off to distant Sugar Valley and White Deer Valley. It is a glorious view at any time of the year; in Maytime, when the cherry blossoms make the mountain farms a mass of whiteness, in Sumnmer, in the deep smiling green dress of the mountain world, in Autunm, when every hillside is ablaze with color, or later when only the oaks break the neutral tints, and in Winter, then Riansares becomes the competitor of the Sierra Nevadas, Guadarramas, Sierra Morenas and Pyrenees! It proves its right to bear one of the most romantic of Spanish names, and can look thc wind-swept lberian plateaux in the face as an equal!
[pág. 284] Riánsares es parte del dominio público en la pintoresca Pennsylvania; bien vale la pena una visita, ahora que la montaña se ha vuelto tan accesible. Los miembros del Alpine Club continuarán escalando por su escarpado y empinado rostro, pero otros pueden preferir el camino de entrada, a través de arboledas de abedules grises, con miradores que dominan las vistas de los valles de Nittany y Bald Eagle, Rosecrans y los lejanos Sugar Valley y White Deer Valley. Es una vista gloriosa en cualquier época del año; en mayo, cuando los cerezos en flor hacen de la montaña una masa de blancura, en verano, con el vestido verde profundo y sonriente del mundo de la montaña, en otoño, cuando cada ladera está en llamas de color, o más tarde cuando solo los robles rompen el neutro tinte, y en invierno, Riánsares se convierte en el competidor de Sierra Nevada, Guadarrama, Sierra Morena y Pirineos! ¡Demuestra su derecho a llevar uno de los nombres españoles más románticos, y puede mirar a la cara a las mesetas ibéricas barridas por el viento como un igual!

The writer was in the "cabin" on the top of tae fire-tower during a blizzard. There was much snow, sleet and hail, driven by a terrific wind out of the east ; it roared as if it came from the sea, from Spain, from the Sierra Nevadas or the Sierra Gazulos. It beat against the lights of the cabin windows; it shook and rattled the framework of skeleton steel; it fumed
El escritor estuvo en la "cabina" en lo alto de esta torre de fuego durante una tormenta de nieve. Había mucha nieve, aguanieve y granizo, empujados por un viento terrible del este; bramaba como si viniera del mar, de España, de Sierra Nevada o de la Sierra de los Gazules. Golpeó contra las luces de las ventanas de la cabina; sacudió y sacudió la estructura de acero esquelético; echaba humo

[pág. 285] and fussed and bellowed like an ocean tempest, beating at a lonely crow's nest! And with the wailing and the moaning of the gale came a sad refrain, inchoate at first, but seeming to grow into words -the story of the Duke of Riansares and Maria Cristina, Queen Regent of Spain, his love of happy days shattered by Revolution, exile, poverty, old age, with only the mountain as monument of former glories!
[pág. 285] ¡y se quejó y aulló como una tempestad oceánica, golpeando un nido de cuervos solitario! Y con los lamentos y gemidos del vendaval llegó un estribillo triste, incipiente al principio, pero que parecía convertirse en palabras: la historia del duque de Riánsares y María Cristina, reina regente de España, su amor en los días felices destrozado por la Revolución, el exilio, la pobreza, la vejez, ¡con sólo la montaña como monumento de glorias pasadas!

One of the writer's Spanish friends, Count de San Juan de Violada, a sportsman and Alpinist of note, kindly sent the following interesting article from the Spanish Magazine "Esfera", of December, 1920, entitled : "Historical Moments, the Secret Marrriage of Maria Cristina and Duke of Riansares, December 28, 1833", of which the following is a literal translation of the text:
Uno de los amigos españoles del escritor, el conde de San Juan de Violada, deportista y alpinista de renombre, envió amablemente el siguiente interesante artículo de la Revista española "la Esfera", de [25 de ] diciembre de 1920, titulado: "Momentos históricos, el matrimonio secreto de María Cristina y el Duque de Riánsares, 28 de diciembre de 1833" [de Diego San José, y que ya hemos reproducido en nuestra entrada del mismo nombre en este blog], del cual la siguiente es una traducción literal del texto:

<
«It was during the month of December, 1833; the general condition of the Spanish kingdom was not favorable; at that time therec began to appear signs of the Civil War which Fernando VII (for the purpose of not leaving behind him any kindly remenrbrance) had prepared before departing from this life.
"Fue durante el mes de diciembre de 1833; el estado general del reino español no era favorable; en ese momento comenzaron a aparecer los indicios de la Guerra Civil que Fernando VII (con el fin de no dejar ningún recuerdo amable) había preparado antes de partir de esta vida.



Maria Cristina, who undoubtedly did not have any great compelling motives to retain in her heart the sorrows of widowhood, desired to get away as much as possible from the numerous intrigues and políti­cal disagreements which were causing restlessness dur-
María Cristina, que sin duda no tenía grandes motivos de peso para retener en su corazón los dolores de la viudez, deseaba alejarse lo más posible de las numerosas intrigas y desencuentros políticos que provocaban inquietudes


[pág. 286] -ing her youthful days, and who could have offered her this solace better than the Goddess of Love, the Mother of the World?
[pág. 286] durante sus días de juventud, ¿y quién podría haberle ofrecido este consuelo mejor que la Diosa del Amor, la Madre del Mundo?


Having been united by political expediency to a man who, on account of his age, could have been her father (and who besides, as if this were not enough, was her uncle) she could not enjoy the delights of true love. She did her best not to give any cause to gossip and she was faithful to an old, cross and disagreeable husband. Inasmuch as she had to maintain on the throne her daughter, Isabella, she was not able to announce herself among the Princesses of Europe as an attractive widow, and she cast her glances around in order to find as soon as possible, a suitable lover.

Unida por conveniencia política a un hombre que, por su edad, podía haber sido su padre (y que además, por si fuera poco, era su tío), no podía gozar de las delicias del verdadero amor. Hizo todo lo posible por no dar motivo alguno a los chismes y fue fiel a un marido viejo, enfadado y desagradable. Como tenía que mantener en el trono a su hija Isabel, no pudo presentarse entre las princesas de Europa como una viuda atractiva, y miró a su alrededor para encontrar lo antes posible un amante adecuado.


Like her former husband, who when he became a widower, from his fanatic wife Doña Maria Josefa Amelia, and tried to marry again another German Princess, exclaimed: 'No more rosaries', she being anxious to marry again, exclaimed: 'No more plasters and medicines'.
Como su exmarido, que cuando quedó viudo, de su fanática esposa Doña María Josefa Amelia, y trató de casarse de nuevo con otra princesa alemana, exclamó: 'No más rosarios', ella ansiosa por casarse nuevamente, exclamó: 'No más alifafes, no más emplastos'.


The private chronicle, and even the austere 'Book of History' states that annong the members of the Royal Guard that escorted her on her daily walks through Casa de Campo and the El Pardo road, there was a handsome young man of such charming appearance that already before the death of the King, he
La crónica privada, e incluso el austero 'Libro de la Historia' relata que entre los miembros de la Guardia Real que la escoltaban en sus paseos diarios por la Casa de Campo y la carretera de El Pardo, se encontraba un apuesto joven de aspecto tan encantador que ya antes de la muerte del Rey, él


[pág. 287] had attracted the attention of the Queen. He was a simple soldier called Fernando Muñoz, and it was stated that he was the son of a tobacco dealer in Tarancon.
[pág. 287] había atraído la atención de la Reina. Era un simple soldado llamado Fernando Muñoz, y se decía que era hijo de un estanquero de Tarancón.


From the moment that she noticed this handsome guard, the Queen, in her daily walks, favored him with her most pleasant smiles.
Desde el momento en que se fijó en este guapo guardia, la Reina, en sus paseos diarios, lo obsequió con sus más agradables sonrisas.


It appears that one afternoon, when stepping out from the coach, the Goddess of Love showed him that she favored him in a most expressive mamer, and this happened when the Queen let her handerchief fall, which the fortunate soldier hastened to place again in the hands of the capricious sovereign, although without thinking much of this, and without really knowing the real cause of this happening, because he could not imagine that every day fortunate men were born like the Prince de la Paz.
Parece ser que una tarde, al bajarse del carruaje, la Diosa del Amor le mostró que lo favorecía en un gesto de lo más expresivo, y esto sucedió cuando la Reina dejó caer su pañuelo, que el afortunado soldado se apresuró a colocar nuevamente en manos de la caprichosa soberana, aunque sin pensar mucho en esto, y sin saber realmente la causa real de este suceso, porque no podía imaginar que todos los días nacieran hombres afortunados como el Príncipe de la Paz.


Maria Cristina thanked him for his courtesy with her most pleasant and endearing smile. Muñoz believed that this was an excess of kindness and he did not dare to think of any other thing than to kiss the hand of the Queen which she offered to him, ungloved.
María Cristina le agradeció su cortesía con su sonrisa más agradable y entrañable. Muñoz creyó que se trataba de un exceso de bondad y no se atrevió a pensar en otra cosa que en besar la mano de la Reina que ella le ofrecía sin guantes.


Undoubtedly the enamored Queen regretted his bashfulness as did the Princess Magdalena in the immortal Comedy of Tirso. So ran the course of true love!
Sin duda la Reina enamorada lamentó su timidez al igual que la Princesa Magdalena en la inmortal Comedia de Tirso. ¡Así corrió el curso del amor verdadero!


[pág. 288] On December 17th of the same year, her Majesty arranged to have an excursion to the Royal place of Quitapesares, which is quite some distance from Segovia on the La Granja road.
[pág. 288] El 17 de diciembre del mismo año, Su Majestad dispuso realizar una excursión al Real Paraje de Quitapesares, bastante alejado de Segovia por la carretera de La Granja.


The season could not have been more suitable for her purposes: the weather was very rough, the snow and the hail had made the road unserviceable, and it could surely be expected that the pass of the Guadarrama mountains would be closed; however, the Goddess of Love, inspired this caprice and it certainly was necessary to obey. Neither medical advices nor political necessities, nor the etiquette of the Court were strong enough to marke the Queen desist. Only a few people accompanied her on the trip; the Adjutant General of the Guards, Palafox, the Lord in Waiting, Carbonel, and the fortunate Muñoz.
La temporada no podía ser más adecuada para sus propósitos: el tiempo era muy duro, la nieve y el granizo habían hecho inservible el camino, y seguramente se podía esperar que el paso de la sierra de Guadarrama estuviera cerrado; sin embargo, la Diosa del Amor, inspiró este capricho y ciertamente fue necesario obedecer. Ni los consejos médicos ni las necesidades políticas, ni la etiqueta de la corte fueron lo suficientemente fuertes como para hacer que la reina desistiera. Solo unas pocas personas la acompañaron en el viaje; el Ayudante General de la Guardia, Palafox, el Gentil Hombre Carbonel, y el afortunado Muñoz.

At dawn the drive was started and during the first stages of it the attendants of the Queen tried to induce her to give up her plan explaining to her about the bad weather. However, the angelical Cristina never showed such a tenacity and authority; it was her desire to pass Christmas at the said Royal resort where neither the intrigues of the Court nor political trouble could reach her.
Al amanecer se inició el camino y durante las primeras etapas del mismo los acompañantes de la Reina intentaron inducirla a que abandonara su plan, explicándole el mal tiempo que hacía. Sin embargo, la angelical Cristina nunca mostró tanta tenacidad y autoridad; era su deseo pasar la Navidad en dicho complejo real, donde ni las intrigas de la corte ni los problemas políticos pudieran alcanzarla.



They arrived at the pass; the mules could hardly advance; the coach sometimes got stuck in the mud;
Llegaron al puerto; las mulas apenas podían avanzar; el coche a veces se quedaba atascado en el barro;


[pág. 289]although the brakes were strongly applied, the coach skidded on the snow with the speed of a Russian troika.
[pág. 289] y aunque se aplicaron con fuerza los frenos, el coche patinó sobre la nieve con la velocidad de una troika rusa.


During one of these rapid slides, it was fortunate that there happened to be on the road several carts which were bringing lumber from the Balsain forest, and the Queen's coach crashed against them; if the coach had not encountered these ob(s)tacles, it might have down the Mountain, and in this way the maternal regency of Isabella II would have come to an end.
Durante uno de estos rápidos deslizamientos, fue una suerte que hubiera en el camino varios carros que traían madera del bosque de Balsain, y el carruaje de la Reina chocó contra ellos; si el carruaje no hubiera encontrado estos obstáculos, podría haber bajado la Montaña, y de esta manera se habría acabado la regencia materna de Isabel II.


One of the wooden planks in the cart broke the glass of the Royal coach, in this way wounding the face of Her Majesty. Fernando Muñoz quickly sprang from his cold scat on the box, and marking a bandage from his bandkerchief, rushed to staunch the blood of the Queen. The Queen was very favorable to being attended to in this way, and in order to give him more reason to care for her, she considered it her duty to faint, just as any young lady would have done, who is fond of reading such writers as Chateaubriand, Victor Hugo and Sir Walter Scott.
Una de las tablas de madera del carro rompió el cristal del carruaje real, hiriendo así el rostro de Su Majestad. Fernando Muñoz saltó rápidamente de su caballo sobre el carruaje, y haciendo una venda de su pañuelo, se apresuró a detener la sangre de la Reina. La reina se mostró muy favorable a que la atendieran de esta manera, y para darle más motivos para cuidarla, consideró que era su deber desmayarse, como lo hubiera hecho cualquier jovencita a la que le gusta leer escritores tales como Chateaubriand, Victor Hugo y Sir Walter Scott.


During the time required to clear up the road, which could only be done the next day, it was necessary to pass the night in a miserable inn nearby, and the Queen hardly separated from her savior, except to rest a few hours during the night.
Durante el tiempo necesario para despejar el camino, que solo se podía hacer al día siguiente, fue necesario pasar la noche en una miserable posada cercana, y la Reina apenas se separó de su salvador, excepto para descansar unas horas durante la noche.


[pág. 290] Then came the sequel:
[pág. 290] Luego vino la consecuencia:


On December 28, 1833, at 7 o'clock in the morn­ing, at the Quitapesares Farm (never had this Royal place deserved more its name, i. e., Lose Your Sorrows here), there was celebrated the marriage of the Queen Regent of Spain, Maria Cristina, with Señor Don Augustin Fernando Muñoz, who had already been made Lord in Waiting, and who was later on given the title of the Duke of Riansares y de Montmorot.
El 28 de diciembre de 1833, a las 7 de la mañana, en la Finca de Quitapesares (nunca este lugar Real mereció más su nombre, es decir, pierdes tus penas aquí ), se celebró el matrimonio de la Reina Regente de España, María Cristina, con el Señor Don Agustín Fernando Muñoz, que ya había sido nombrado Gentil Hombre, y que luego recibió el título del Duque de Riánsares y de Montmorot.


This marriage was not recognized by the Congress of the Kingdom until April 8, 1845, although the news of the marriage had already been published by General Espartero."
Este matrimonio no fue reconocido por el Congreso del Reino hasta el 8 de abril de 1845, aunque la noticia del matrimonio ya había sido publicada por el general Espartero".


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Thus ends the remarkable chapter in "Esfera", which is from the pen of the distinguished Spanish writer Diego San Jose
De este modo termina el notable capítulo de "Esfera", que es de la pluma del distinguido escritor español Diego San José


The Pennsylvania mountain people have a saying that "there are ghosts or the dead and ghosts of the living, but the most terrible of all are the ghosts of the living."
La gente de las montañas de Pensilvania tiene un dicho que dice que "hay fantasmas o muertos y fantasmas de los vivos, pero los más terribles de todos son los fantasmas de los vivos".


It was in the early Spring of 1870, during a high flood in the West Branch of the Susquehanna, when there had been snow all day and the river at Lock Haven was full of logs and rafts, that an elderly
Fue a principios de la primavera de 1870, durante una gran inundación en la rama oeste de Susquehanna, cuando había nevado todo el día y el río en Lock Haven estaba lleno de troncos y balsas, que un anciano


[pág. 291] traveler of distinguished bearing stepped olf the evening train at Lock Haven. He was cloaked to his heels, the collar of his ulster was turned up, an a dark travelling cap was over his eyes. He carried a small black handbag. Looking around undecided for a moment, he was approached by big burly Ben, the Negro porter of the "Fallon House". At the mention of the name Fallon, the stranger seemed to feel acquainted, "Her Majesty's Agent's name", he said to himself, and followed the porter to the hotel bus, which stcod at the rear of the depot.
[pág. 291] viajero de porte distinguido bajó del tren de la tarde en Lock Haven. Llevaba una capa hasta los talones, el cuello del abrigo levantado y una gorra de viaje oscura sobre los ojos. Portaba un pequeño bolso negro. Mirando a su alrededor indeciso por un momento, se le acercó el gran y corpulento Ben, el portero negro de la "Fallon House". La mención del nombre 'Fallon', al extraño le pareció familiar, "el nombre del agente de Su Majestad", se dijo, y siguió al portero hasta el autobús del hotel, que se encontraba en la parte trasera de la estación.
[En efecto, John y Christopher Fallon, destacados abogados de Filadelfia, fueron agentes comerciales de la Reina, realizando en su nombre diversas operaciones y comprando participaciones de varias empresas en Farrandsville y otras partes de los condados de Clinton y Center (recordemos que con la venta de la Florida a Estados Unidos, en 1837 todavía había 5 millones de dólares acreditados a la corona española). Por ejemplo, el primer alto horno en el hemisferio occidental que utilizó carbón bituminoso para producir hierro fundido de calidad superior para las vías férreas, puesto en funcionamiento en 1837, era de la reina Gobernadora, y se construyó en esta localidad por expertos de Gales y Escocia: medía 55 pies de altura. Y es que era interesante el negocio del ferrocarril proyectado que conectaría Filadelfia con los Grandes Lagos. Por eso también se hizo con una mina de carbón en la desaparecida ciudad de Peacock, y que fue el escenario de la primera huelga de los mineros del carbón en Pennsylvania. Así mismo, en 1855 los Fallon construyeron una imponente mansión (la Falon House que se cita aquí) de cuatro pisos cerca de Farrandsville, por si a la Reina le hiciera falta en algún momento, y que se convirtió en hotel luego. De ella no queda más que el candado y la llave, conservados en el Museo Heisey de la Sociedad Histórica del Condado de Clinton.
Cfr.: Gross, Rebeca et Ricker, Sarah. "Clinton County: Still Part of Penn’s Woods", in Pennsylvania Heritage: http://paheritage.wpengine.com/article/clinton-county-still-part-penns-woods/]
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The back was crowded with timber buyers and traveling men, but they all elbowed aside, and made a place for the unusual looking stranger. The driver cracked his cruel blacksnake whip, and with a jingle of bells the big bus, built like a Spanish Diligence, started on its way, over the railroad tracks in front of the panting engine, with its headlight gleaming out through the mist and snow, across the town, to Water Street, thronged with all sorts and descriptions of woodsmen, by the old covered bridge and the dant, past stately mansions of the dignified artistocracy, drawing up in front of the famed Fallon House.
La parte trasera estaba atestada de compradores de madera y viajeros, pero todos se apartaron a codazos e hicieron un lugar para el extraño de aspecto inusual. El conductor chasqueó su cruel látigo de serpiente negra, y con un tintineo de campanas el gran autobús, construido como una Diligencia española, se puso en marcha, sobre las vías del tren frente a la locomotora jadeante, con el faro brillando entre la niebla y la nieve, al otro lado de la ciudad, hasta Water Street, atestado de todo tipo y género de leñadores, junto al viejo puente cubierto y las majestuosas mansiones de la digna artistocracia, frente a la famosa Fallon House.


The tall stranger, with his little handbag alighted, walked up the steps into the lobby, and over to the desk where he registered "Augustin Muñoz, Biarritz, France".
El alto desconocido, con su pequeño bolso colgando, subió los escalones del vestíbulo y se acercó al escritorio donde registró "Augustin Muñoz, Biarritz, Francia".


[292]The next morning he was out bright and early, visiting lawyers, with whom he poured over maps and reams of contracts, agreements, mortgages and deeds, with great seals and red tape. The day following, accompanied by one of the junior attorneys and a stable boy, he started on horseback on a tour of the vast territories known locally by the name of "The Queen of Spain's Lands", all then in various other ownerships. From the Coudersport Pike they traveled to Lick Run, by way of the Carrier Road, named for Rev. James Carrier, the preacher-lumberman, who cut it through trackless forests to bring his supplies to his logging camps at the headwaters of Rattlesnake and Hyner. They inspected the abandoned shafts, mines, dumps, woodsmen's cabins, superintendent's houses and miners' homes at Farrandsville (Farrand was another of Marie Cristina's agents), Tangascootac, Revelton. Eagleton, Burnt Cabin, Pine Swamp and Marsh Creek, an enterprise that in its day would rival any organization of a modern Captain of Industry. All were falling to ruin, as silent as the grave.
[pág. 292] A la mañana siguiente salió muy de madrugada, visitando a unos abogados, con quienes revisó mapas y montones de contratos, convenios, hipotecas y escrituras, con grandes sellos y burocracia. Al día siguiente, acompañado por uno de los abogados subalternos y un mozo de cuadra, emprendió a caballo un recorrido por los vastos territorios conocidos localmente con el nombre de "Las tierras de la Reina de España", todos entonces en varias otras propiedades. Desde Coudersport Pike viajaron a Lick Run, a través de la Carretera de Carrier, llamada así por el reverendo James Carrier, el predicador-maderero, que lo trazó a través de bosques sin caminos para llevar sus suministros a sus campamentos madereros en las cabeceras de Rattlesnake y Hyner. Inspeccionaron los pozos abandonados, las minas, los vertederos, las cabañas de los leñadores, las casas del superintendente y las casas de los mineros en Farrandsville (Farrand era otro de los agentes de Maria Cristina), Tangascootac, Revelton, Eagleton, Burnt Cabin, Pine Swamp y Marsh Creek, una empresa que en su día rivalizó con cualquier organización líder en la Industria. Todas cayeron en la ruina, silenciosas como una tumba.


From thence they visited the Fishing Creek region, with its abandoned furnace and dam as big as Lake Creguena in the Pyrenees. Into the virgin forests on Cherry Run. they headed their horses up a steep trail to the summit of the highest point on the 50,000 acre
Desde allí visitaron la región de Fishing Creek, con su horno abandonado y su presa tan grande como el lago Creguena en los Pirineos. En los bosques vírgenes de Cherry Run dirigieron sus caballos por un empinado sendero hasta la cima del punto más alto de los 50,000 acres [unas 20.234 hectáreas, aproximadamente 2 veces el término de Tarancón, pues éste tiene 10.864 hectáreas],


[pág. 293] domain, "Mount Riansares". There on the windswept eminence, the party dismounted, and on the rocky crest, gazed at the vast regions north, south, east and west, great areas oí which once had belonged to Maria Cristina, Queen Regent of Spain.
[pág. 293] del dominio llamado "Monte Riánsares". Allí, en la cumbre azotada por el viento, el grupo desmontó, y en la cresta rocosa, contempló las vastas regiones por el norte, sur, este y oeste, grandes extensiones de lo que alguna vez perteneció a María Cristina, reina Regente de España.


The tall stranger, standing on the topmost crag, the April wind blowing his long cloak, his stern features softened as old memories seemed to flit through his mind. The young lawyer, who was sent along more because he was an excellent horseman than for his closeness to the principals of the firm, felt convinced that the big, handsome foreigner was none other than Señor Don Augustin Fernando Muñoz, Duke of Riansares y de Montmorot.
El alto desconocido, de pie en el peñasco más alto, mientras el viento de abril mecía su larga capa, sus rasgos severos se suavizaron y viejos recuerdos parecían revolotear por su mente. El joven abogado, que fue enviado más por ser un excelente jinete que por su cercanía a los directores del bufete, se sintió convencido de que el gran y apuesto extranjero no era otro que el señor don Agustín Fernando Muñoz, duque de Riánsares y de Montmorot.


As his keen Spanish eyes took in the vast and im­posing panorama of dark green hills -it was before the days of forest fires and the pine and hemlock had not been cut, and the scope and majesty of it sunk into bis breast, he exclaimed.
Mientras sus agudos ojos españoles contemplaban el vasto e imponente panorama de colinas verde oscuro -fue antes de los días de los incendios forestales y el pino y la cicuta no habían sido cortados- y su alcance y majestuosidad se hundían en su pecho-, exclamó:


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-"It is indeed a realm fit for a Queen, and is it truly lost to its royal owner?"
-"Esto es un reino digno de una reina, y ¿está realmente perdido para su dueño real?"


The youthful lawyer looked again over the wonderful mountain realm, and said sadly, "We will do our best, sir, for our regal client, but it is probably too late;
El joven abogado miró de nuevo hacia el maravilloso reino de la montaña, y dijo con tristeza:
- "Haremos todo lo posible, señor, por nuestro regio cliente, pero probablemente sea demasiado tarde;


[pág. 294] the lands were sold for taxes, have passed through many different ownerships, in some cases, giving them easement, so I fear it is too late to recover."
[pág. 294] las tierras fueron vendidas a cambio de impuestos, han pasado por muchas tenencias distintas, en algunos casos, dándoles servidumbre, por eso me temo que es demasiado tarde para recuperarlas”.


The stranger could not seem to tear himself away from the savage majesty of the view, being especially fascinated by the giant peaks to the North, beyond the Carrier Road, in the vicinity of the Coudersport Pike.
El extraño no podía apartar la vista de la salvaje majestuosidad que se le presentaba delante, y estaba especialmente fascinado por los picos gigantes del norte, más allá de Carrier Road, en las proximidades de Coudersport Pike.


-"And this is Mount Riansares", he said, as if to re­assure himself.
-"Y este es el Monte Riansares", dijo, como para tranquilizarse.


-"It is, sir", said the attorney, "and the highest and noblest mountain in all the former domain oí Her Most Catholic Majesty. It was her first request, after the deeds passed, to name the highest mountain after the noble gentleman whom she had recently married. Surveys and levels were carefully consulted; this was the tallest mountain by more than a hundred feet."
-"Esta es, señor", dijo el abogado, "y la montaña más alta y noble de todos los antiguos dominios de Su Majestad Católica. Fue su primera petición, después de que pasaran las escrituras, nombrar la montaña más alta en honor al noble caballero con quien se había casado recientemente. Se consultaron cuidadosamente las encuestas y los niveles; esta era la montaña más alta por más de treinta metros ".


-"How charming aod considerate of Her Majesty", exclaimed the stranger, as he relapsed into silence.
-"Qué encantadora y considerada distinción de Su Majestad", exclamó el forastero, mientras volvía a caer en el silencio.


Then the lawyer told him of the wooderful timber, of the pure water, and many kinds of big game, including black and red bears, which were te be found on Mount Riansares, of the deep caverns where the bears "denned up", for the Winter months, just as in Spain; that it was held to be the hunter's paradise of Clinton County. The stranger was enraptured by the
Entonces el abogado le habló de la madera leñosa, del agua pura y de muchas clases de caza mayor, incluidos los osos negros y rojos, que se encontraban en el monte Riánsares, de las profundas cavernas donde los osos "hibernaban", en los meses de invierno, como en España; que se consideraba el paraíso de los cazadores del condado de Clinton. El extraño estaba cautivado por la


[pág. 295] sight of fluffy patches of white like snow, which seemed to be among the dark hemlock trees on distant mountains, and along the edges of the small clearings in the vicinity of Rosecrans.
[pág. 295] vista de mullidas parcelas tan blancas como la nieve, que parecían estar entre los oscuros árboles de cicuta en montañas distantes, y a lo largo de los bordes de los pequeños claros en las cercanías de Rosecrans.


-"Those", said the young attorney, "are the blossoms of the Juneberry, the earliest of our blossoming trees".
-"Esas", dijo el joven abogado, "son las flores del arándano, el más temprano de nuestros árboles en flor".


Out of the South, from Morgan's Gap, came a great black cloud, darkening the sun and casting a heavy shadow on the mountain top.
Desde el sur, por la Brecha de Morgan, llegó una gran nube negra, oscureciendo el sol y proyectando una densa sombra en la cima de la montaña.


-"Is there another storm coming?" inquired the stranger, starting to button his ulster.
-"¿Se acerca otra tormenta?", preguntó el desconocido, empezando a abrocharse el abrigo.


-"That is the flight of the wild pigeons, on their way to their northern nesting grounds in the Black Forest," replied the lawyer.
-"Ese es el vuelo de las palomas salvajes, en su camino hacia sus zonas de nidificación del norte en la Selva Negra", respondió el abogado.


For a long time afterwards, or until they left the mountain eyrie, they could not hear themselves speak, loud as they might shout , for the roar of the myriads of wings.
Durante un largo tiempo después, hasta que dejaron el nido de la montaña, no pudieron oírse hablar, por más fuerte que gritaran, por el rugido de miríadas de alas.


As they rode down the trail towards the waters of Long Run, far below the avian hosts, the stranger called to his companion, saying: "This is like a day in Wild Spain, a new Spain, it is true, yet how like the old country in its loveliness".
Mientras cabalgaban por el sendero hacia las aguas de Long Run, muy por debajo de las huestes de aves, el extraño llamó a su compañero, diciendo:
-"Esto es como un día en la España salvaje, una nueva España, es cierto, pero qué parecido tiene a mi viejo país en su hermosura".


[pág. 296] Returning to Lock Haven, past the famous Flat Rock by he roadside, where one could lie and fish for trout out of a pool below, which was later blasted away by road-builders after the great flood of 1889, along the pine-shaded lanes of Rote and through Harvey's Gap in the Bald Eagle Mountains to Castanea and Lock Haven, the stranger expressed himself as overjoyed with the scenic part of his excursion.
[pág. 296] Regresando a Lock Haven, pasando la famosa Flat Rock por al lado de la carretera, donde uno podía tumbarse y pescar truchas en un estanque que hay abajo, que más tarde fue destruido por los constructores de carreteras después de la gran inundación de 1889, a lo largo de las calles sombreadas de pinos de Rote y a través de la Brecha de Harvey en las Montañas del Águila Calva hasta Castanea y Lock Haven, el extraño se expresó encantado con la parte escénica de su excursión.


Further conferences with the attorneys wcre held, covering many days, but nothing was accomplished, and the stranger, or Augustin Muñoz, or Duke of Riansares, or whoever he was, returned eastward one night, on the midnight express, never to return. Years passed, and another effort was staged to recover the "Queen's Lands" -it was about ten years ago. Colonel Theodore Davis Boal, of Boalsburg, graphically described, at the Annual Outing of the Pennsylvania Forestry Association, held at the State College Students' Forestry Camp on Cherry Run, near the slopes of Mount Riansares, in June, 1920, how he was approached in Washington, D. C., by a grandson of the Duke of Riansares, who was connected with the Royal Spanish Embassy, to have the claims re-examined. Yet, like the previous attempt, no hope was found by Judge Quigley and other able lawyers he engaged to try and
Se celebraron más conferencias con los abogados, que abarcaron muchos días, pero no se logró nada, y el forastero, fuera Agustín Muñoz, o el duque de Riánsares, o quienquiera que fuera, volvió una noche hacia el este, en el expreso de medianoche, para no volver jamás. Pasaron los años y se llevó a cabo otro esfuerzo para recuperar las "Tierras de la Reina", esto fue hace unos diez años. El coronel Theodore Davis Boal, de Boalsburg, describió gráficamente, en la Excursión Anual de la Asociación Forestal de Pensilvania, celebrada en el Campamento Forestal de Estudiantes del State College en Cherry Run, cerca de las laderas del Monte Riánsares, en junio de 1920, cómo se le acercó en Washington, DC, por un nieto del duque de Riánsares, que estaba relacionado con la Real Embajada de España, para que se volvieran a examinar las reclamaciones. Sin embargo, al igual que en el intento anterior, el juez Quigley y otros abogados capaces que contrató para juzgar y


[pág. 297] find a legal loophole to restore the property to the heirs of the celebrated Maria Cristina.
[pág. 297] encontrar un resquicio legal para devolver la propiedad a los herederos de la célebre María Cristina.


Riansares is but a name, but is a mighty one to conjure with in history and thea annals of the Alleghenies, forest conservation, outdoor sport and mountaineering.
Riánsares no es más que un nombre, pero es poderoso para evocar en la historia y los anales de las Alleghenies, la conservación de los bosques, el deporte al aire libre y el montañismo.





Mapa topográfico de la localización de la
Montaña Riánsares en Pensilvania (EE.UU.),
según el Servicio Geológico de Estados Unidos

La web "Forest Lookouts" (Miradores forestales), al referirse a los miradores de Pensilvania, indica que en el parque estatal del "Águila Calva" del condado de Clinton, el mirador Riánsares está en la montaña que lleva su nombre, con una torre de vigilancia forestal (que se eliminó recientemente, pero aún está marcada por una cabaña de piedra adyacente a sus cimientos de cemento). Este monte tiene una altura de 2330 pies (710 metros).
[Cfr.: Riansares - FOREST LOOKOUTS
Recordemos que la ermita de Riánsares de Tarancón está está a una altura de 801 metros y la localidad se sitúa entre los 827 m del Estadio Municipal y los 791 de El Caño: https://es-es.topographic-map.com/maps/fzc7/Taranc%C3%B3n/ ].

Esta web, además, hace referencia a un fragmento de un artículo de 9 de junio de 1936, del periódico local Lock Haven Express, donde se significaba que este Monte de Riánsares "en un tiempo perteneció al duque de Riánsares, un potentado español" (the ground at one time belonging to the Duke of Riansares, a Spanish potentate).



Esta entrada fue reproducida en el periódico digital www.tarancondigital.es el 27 de agosto de 2020: https://www.tarancondigital.es/el-monte-denominado-riansares-en-eeuu-una-de-las-posesiones-de-la-reina-maria-cristina-vuelve-a-la-actualidad-taranconera/ .

lunes, 21 de octubre de 2019

Cap. VI de "La Reina Gobernadora Doña María Cristina de Borbón" de Wenceslao Ramírez de Villa-Urrutia (1925)

[Pág. 153]
El casamiento de la Reina Cristina con D. Fernando Muñoz.
La hoja y folletos anónimos que en 1840 se imprimieron y publicaron sobre este asunto.
Datos que contienen.
Los hijos de la Reina y de D. Fernando Muñoz, según la "Guía de la Grandeza", del Sr. Moreno de Guerra.
Quebranto que después del casamiento sufrió el prestigio de la Gobernadora.
La Corle de España durante la regencia de María Cristina.
Enterada la Reina de la nulidad de su matrimonio clandestino trata de legalizar su situación al regresar a España.
Real decreto de 11 de Octubre de 1844 autorizando el matrimonio de la Reina Madre con D. Fernando Muñoz, Duque de Riánsares.
Celébrase al día siguiente en Palacio.
Informe de la Comisión parlamentaria, nombrada por las Cortes Constituyentes de 1854, respecto al segundo matrimonio de D." María Cristina, y dictamen de los abogados encargados de la defensa de la Reina.




Un hecho ajeno a la política, pero que en ella influyó muy principalmente en daño de España y de la augusta señora que la gobernaba en virtud del testamento de Fernando VII, fue el matrimonio de la Reina viuda D.ª María Cristina con D. Fernando Muñoz. La boda con su tío el Rey de España pudo satisfacer la ambición de la Princesa napolitana; mas no satisfizo a la mujer que en la plenitud de su lozanía y su hermosura vino a compartir el tálamo de un hombre de prematura y achacosa senectud y ya en las postrimerías de su desorde-
[Pág. 154] nada y licenciosa vida, el cual no respondía a la imagen del gallardo marido, forjada y acariciada en juvenil ensueño. Muerto el Rey, a quien en sus últimas enfermedades cuidó con solícita ternura, debió pensar que algunas sonrisas había de tenerle la fortuna reservadas en la flor de la vida. Quiso, sin embargo, su mala suerte y la de España, que tropezase un día en Palacio con un apuesto garzón, y que por atavismo, siguiendo la tradición familiar, de él se prendara súbita y férvidamente, como se prendó su abuela, la Reina María Luisa, de Godoy, y su madre, la Reina Isabel, de Del Balzo. Hubiera podido contentarse con satisfacer a sombra de tejado el heredado y anheloso apetito; pero si no era Cristina la mujer fuerte de que hablan las Sagradas Escrituras, era la cristiana, temerosa de Dios y guardadora de sus Mandamientos, en cuanto se lo permitía su flaqueza. La fruta prohibida con que la tentaba el Malo, en forma del apuesto garzón, «de ojos árabes, negras y arqueadas cejas y hermoso cabello de azabache», antojábasele sazonada y sabrosísima; pero la detenía el temor de verse, como Eva, expulsada del Paraíso terrenal por pecadora. Trabóse una porfiada lucha entre el amor y el deber, lucha en que suele salirse el primero con la suya y quedar el segundo mal parado, y para aquietar sus ansias, sin que la atormentara su conciencia, no se le ocurrió a la Gobernadora otra solución que la de obtener de la Iglesia la bendición de sus amores en un matrimonio morganático y clandestino.

¿Cuándo empezaron estos amores y cuándo se verificó la boda? Una hoja anónima, que con el título de Casamiento de la Reina Cristina con D. Fernando Muñoz
[Nota 1. Esta hoja en 4.°, impresa a tres columnas en página y media, está firmada (Del Labriego), como si estuviese tomada del periódico liberal de este nombre, que empezó a publicarse semanalmente el 22 de Febrero de 1840, y cesó a fin de año. La hoja tiene el pie de Imprenta, calle del Amor de Dios, número 15, a cargo de D. D. Negrete.
El periódico El Correo Nacional manifestó no haberse impreso en sus oficinas.]

[Pág. 155] se repartió profusamente en Madrid en 1840, y que precedida de un artículo sobre La cuestión de la Regencia
[Nota 2. La cuestión de la Regencia — El casamiento de María Cristina con Don Fernando Muñoz. Madrid, Imprenta del Nuevo Rezado, 1840. Un folleto en 16.° de 30 páginas, 9 de Introducción sobre la cuestión de la Regencia; de la 11 a la 24,el casamiento, reproducción literal de la hoja clandestina; y de la 25 a la 30, las disposiciones legales, o sean las leyes de Partida] ,

reprodujo El Eco de! Comercio, por lo que se creyó fuera obra de D. Fermín Caballero, principal redactor de aquel periódico, y natural de Cuenca, aunque otros atribuyeran la paternidad de la hoja a D. Luis González Bravo, que en el Guirigay firmaba sus artículos con el seudónimo de Ibrahim Clarete, dió sobre este suceso circunstanciados y hasta prolijos detalles, que sólo pudo facilitar persona íntimamente relacionada con Su Majestad e instruida en los más recónditos arcanos de Palacio. Con la hoja y con este folleto coincide otro
[Nota 3. Casamiento de la Reina Cristina con Fernando Muñoz. Adicionado con un documento interesante y otros pormenores. Imprenta del Pueblo Soberano, sin fecha. Folleto en 16.°, de 16 páginas; las tres últimas con las disposiciones legales],

que, sin fecha ni pie de imprenta conocido, debió entonces publicarse. Ambos folletos refieren, en los mismos términos que la hoja, todos los hechos que ésta narra; pero el último viene adicionado, según reza el título, con un documento interesante, que es una exposición dirigida a la Reina gobernadora y comunicada al General Quesada sobre la conducta del capellán de honor y confesor de Su Majestad, D. Marcos Aniano González, y otros pormenores, relativos a las personas que gozaban de la confianza de la Reina; pormenores que en el otro folleto se suprimen. Nos inclinamos a creer que todo fué obra de Caballero. Oigamos ahora las palabras del ilustre conquense
[Nota 4. En las obras inglesas de Walker, The Revolutions of Spain» Londres, 1847, y de Edmond B. d’Auvergne, A Queen at bay, Londres, 1910, se reproduce esta relación de los amores y boda de Cristina con Muñoz].

Era D. Fernando Muñoz un apuesto garzón, mozo de unos veinticinco años, más rico en prendas personales
[Pág. 156] que en bienes de fortuna, siendo su padre un D. Juan, hidalgo venido muy a menos, que con su esposa, Eusebia Sánchez, vivía de un estanco en Tarancón
[Nota 5. D. Agustín Fernando Muñoz y Sánchez Punes y Ortega nació en Tarancón (Cuenca), el 4 de Mayo de 1808].

A punto estuvo de ser expulsado del cuerpo de Guardias, en 1832, por sospechoso de carlino, de lo que se libró por hallarse ausente con licencia en su pueblo y por su amistad con el guardia de Corps Nicolás Franco, que trataba amorosamente con la modista y confidente de la Reina, Teresita Valcárcel, la cual no pocas veces dijo en el zaguanete, dirigiéndose a los guardias: esta es obra mía, pues a ella se debió la elección de los que debían salir y de los que quedaron.

Prendóse del guardia D.ª María Cristina, mas no se atrevía a declararle lo que harto le habían dicho los augustos y parleros ojos, de dulcísimo mirar, y, aunque él lo había entendido, movíale el respeto a permanecer silencioso y militarmente cuadrado a orillas del Rubicón, sin atreverse a pasarlo. Ocurriósele entonces a la Reina aprovechar la semana en que Muñoz servía de garzón en Palacio, para disponer un viaje a la hacienda de Quitapesares, cerca de San Ildefonso, que emprendió de madrugada, el 17 de Diciembre de 1833, en medio del temporal más crudo, viéndose obligada a volverse desde lo alto del puerto, porque se destrozó el coche, con riesgo de los que iban dentro, tropezando con unas carretas cargadas de madera, y porque los ventisqueros de nieve y el hielo tenían el camino intransitable. Mas era Cristina valiente y {poco} temosa y no la arredraban los obstáculos. Mandó que aquella tarde y noche los vecinos de los pueblos inmediatos abriesen paso en el puerto, y al día siguiente salió de Palacio sin dama ni mujer alguna, y llevando en su coche al Ayudante General de guardias, D. Francisco Arteaga y Palafox, al Gentilhombre Carbonell y al garzón D. Fernando Muñoz, que se colocó en el asiento frontero de la
[Pág. 157] Reina. Llegados a Quitapesares, salió Cristina a pasear por los jardines con Arteaga y Muñoz, pero a poco fingió necesitar un recado de la quinta, y envió por él al Ayudante Arteaga, quedando sola con Muñoz. Este debió ser el momento de la declaración amorosa. Volvieron el mismo día a Madrid, y se conoció en seguida por todos en Palacio el favor del guardia Muñoz, a quien nombró Su Majestad Gentilhombre de lo interior, destino creado por el Rey difunto, y que no parecía aplicable a una señora, para cuyo servicio privado había damas, azafatas y mozas.

Los cristianos sentimientos de la Reina la apartaban del trillado camino que siguió su abuela y la empujaban hacia el que siguió después su madre, la cual casó en segundas nupcias con Del Balzo
[Nota 6. La Infanta D.a María Isabel, viuda el 8 de Noviembre de 1830, de Francisco I de las Dos Sicilias, casó en segundas nupcias, con autorización de su hijo el Rey Fernando II, el 15 de Enero de 1859, frisando los cincuenta, con el General napolitano Francisco del Balzo, que contaba apenas treinta y cuatro años],

por lo que, a los pocos días de trato con Muñoz, le significó su deseo de desposarse con él. Parecióle al guardia un sueño lo que oía; pero viendo que era serio el propósito de la señora y que se le metía en casa la fortuna, sólo pensó en abrirle de par en par la puerta, que atrancó luego para que no se le escapara.

Todas sus relaciones en la Corte se reducían al Marqués de Herrera, al escribiente del Consulado D. Miguel López de Acevedo, a cuya mujer cortejó cuando era simple guardia, y al clérigo D. Marcos Aniano González, su paisano, que estaba accidentalmente en Madrid recién ordenado de misa y postrado en cama, en la callejuela de Hita. Dirigióse a este último Muñoz, ofreciéndole una Capellanía de honor si hallaba modo de casarlos y de confesar a la Reina, que no tenía confianza en los de la Real Capilla. Tentóse el medio de pedir licencia al Patriarca, el cual, noticioso de la vida relajada del joven clérigo, y sospechando el misterio, por las personas que mediaban, se

[Pág. 158] negó rotundamente. El Obispo de Cuenca, a quien se pidió después, como diocesano de González, se negó del mismo modo; pero antes de que viniese su repulsa, urgía tanto el caso, que acudieron al Nuncio de Su Santidad, el Cardenal Tiberi. Resistióse al principio, pretextando, con socarronería italiana, que era muy joven el demandante; mas repetida la instancia con esquela autógrafa de la real novia, se concedió la licencia a González para una sola vez. Estas diligencias se practicaron del 25 al 27 de Diciembre, y el día 28, a las siete de la mañana, es decir, a los diez días de trato y a los tres meses de fallecido el Rey Fernando Vil, se verificó el matrimonio morganático de su viuda, siendo Ministro del Sacramento el Presbítero D. Marcos Aniano González, y testigos el Marqués de Herrera y D. Miguel López de Acevedo, y haciendo de asistente el Presbítero D. Acisclo Ballesteros. Tuvieron conocimiento de este enlace la Teresita Valcárcel y la moza de retrete llamada Antonia, guarnicionista que había sido de la Teresita.

No tardó Muñoz en recelar de los que estaban en el secreto, y procuró alejar a los que le estorbaban. La Valcárcel fue llevada a Bayona por un escribano que dio fe de su entrega a su marido, un francés de quien vivía separada; a su cortejo D. Nicolás Franco, ascendido a Teniente Coronel, se le destinó a la Tenencia de Rey de Jaca, y al Gentilhombre Carbonell se le hizo marchar a Andalucía. La única que continuó en Palacio y en favor con la Reina fué la Antonia Robledo, ascendida de moza de retrete a barrendera.

Un periódico, La Crónica, publicó el 5 de Febrero el siguiente suelto: «Ayer se presentó Su Majestad la Reina gobernadora en char avant (sic) carruaje abierto, cuyos caballos dirigía uno de sus criados, y en el asiento del respaldo iba el Capitán de Guardias, Duque de Alagón». Como el criado era Muñoz, airóse la Reina, y por su orden fue suprimido el periódico, que sólo contaba cinco días de existencia, y desterrados el editor D. Pedro Jimé-

[Pág. 159] nez de Maro y el redactor D. Ángel Iznardi, que fundó después El Eco del Comercio.
[Nota 7. Iznardi, en carta dirigida a su amigo el cubano D. Domingo del Monte, fecha en Carabanchel Alto el 24 de Febrero de 1834, decíale lo siguiente:
«Aquí me tienes, desterrado de la Corte no sé por cuántos días: el motivo es el más liviano que tú te puedes figurar, porque se reduce a haber insertado la noticia de que la Reina había salido a paseo, gobernando los caballos de su coche uno de sus criados, según lo leerás en el número 5 de La Crónica, que te remito. La noticia la remitió a la redacción D. Andrés Arango, pero no conviniendo a éste dar la cara ni siendo decente que yo lo descubriera, me tienes aquí purgando pecados ajenos, si es que ha habido pecado, que yo no lo creo. En Madrid se ha dicho que un tal Muñoz, a quien la Reina ha elevado a Gentilhombre desde Guardia de Corps, era precisamente el que iba rigiendo los caballos, y sea que la Reina descubriese alguna alusión maligna en el artículo, cosa que yo no descubro ni hubiera consentido, o sea que a Muñoz disgustase que se le llamase criado, lo cierto es que el Superintendente de policía, por orden verbal de la Reina, suprimió La Crónica y me desterró. Te aseguro, Domingo mío, que en este lance he sentido mucho menos mi propia desgracia que el descrédito que ha traído sobre la Reina esta medida arbitraria; porque, como tú sabrás, la suerte de los liberales de España está unida, en el día, con la de la Reina, y el perderse ella es perdernos nosotros, al menos por ahora. Desde este suceso no queda cosa que no digan los carlistas de las relaciones de María Cristina con Muñoz, y como está tan cercana la privanza de Godoy, la comparación es cómoda de hacer y las consecuencias tristes de sacar».
Centón epistolario de Domingo del Monte, con prefacio, anotaciones y una tabla alfabética por Domingo Figuerola-Caneda. Habana, 1924].

Hallábase Cristina en plena luna de miel y sólo pensaba en disfrutar del nuevo marido, conocido en ciertos círculos palaciegos por Fernando VII, siendo natural que prefiriese la soledad de los sitios reales. El 15 de Marzo de 1834 se fue a Aranjuez, de donde vino a Carabanchel el día 11 de Junio, con motivo de haberse presentado el cólera en La Carolina; y por haberse declarado éste en Mora, pasó repentinamente a La Granja. El 24 de Julio vino a Madrid, según se ha dicho, para abrir las Cortes, y ya conocieron muchos su extraña obesidad, a pesar de las fajas que para disimularla llevaba. Aquel día fue a dormir al Palacio de Riofrío, e hizo allí cuarentena, hasta el 16 de Agosto, que regresó a La Granja, donde estaban sus hijas. La aparición del cólera en Segovia la hizo marchar a escape el 29 a El Pardo, donde se acordonó y en-

[Pág. 160] cerró, aprovechando el rigor sanitario para no ser vista en los meses mayores.

El 17 de Noviembre de 1834, entre once y doce de la noche, dió a luz una Gertrudis Magna, que se llamó María del Amparo, asistida por su suegra y el médico de Palacio, con tal felicidad, que a los nueve días, el 26, pasó revista en el Paseo de la Florida al 2.° Escuadrón de Guardias que salía para el Norte. En la misma noche del alumbramiento sacaron a la recién nacida en un coche cerrado, por la puerta que da frente a Las Rozas, el Administrador del Sitio, D. Luis, y el médico cirujano, D. Juan Castelló, y la entregaron, cerca de Madrid, a la señora Castañedo, viuda del Administrador que fue de la Granja Villanueva. Esta señora se fijó el verano siguiente en Segovia con la niña y un ama de cría, para estar cerca de los padres, entonces de jornada. También entendieron en estos negocios clandestinos el italiano D. Domingo Ronchi y su paisana D.ª Ana, querida del médico de Guardias Coll.

Al año siguiente se repiten las jornadas y las escenas. El 4 de Mayo de 1835 fue la Corte a Aranjuez, de donde vino la Reina a cerrar el Parlamento el 29, volviéndose al Sitio el mismo día. El 8 de Julio regresó a Madrid y a los tres días se trasladó a La Granja con ánimo de vivir aislada y más cautelosa que la vez primera. Por eso, el 17 del mismo mes, expidió una Real orden el Mayordomo Mayor, Marqués de Valverde, suprimiendo los besamanos generales, en obsequio, se decía, de los obligados a concurrir a ellos. En Palacio se comprendía lo que esto significaba, dado el estado interesante de Su Majestad. Desde La Granja salían todas las tardes Cristina y Muñoz para la quinta de Quitapesares, y desde Segovia venía al mismo punto el aya Castañedo con la niña y el ama en un buen coche. Esta cotidiana entrevista, el boato de la encargada de la niña, los salvaguardias que salían a explorar el camino y otros mil incidentes mal disimulados, hicieron tan pública la presencia de la infantilla, que hasta

[Pág. 161] los chicos segovianos la llamaban, al pasar, la hija de la Reina.

El 14 de Agosto asistió Su Majestad, según ya dijimos, a un gran Consejo de Ministros y Magnates que reunió Toreno con motivo del pronunciamiento de varias provincias, sacrificio costoso para la Reina por lo adelantado de su segundo embarazo. El 12 de Septiembre volvió a encerrarse en El Pardo, so pretexto de que el cura Merino se acercaba a Soria, y se propuso una incomunicación más estrecha que la del año anterior. Ni los Gentileshombres ni las damas la vieron en mucho tiempo, y hasta se negó más de una vez a los Infantes, lo que irritó sobre manera a su picada hermana.

En este otoño fue varón el que Cristina dio a luz
[Nota 8. Éste debió ser D. Agustín María, primer Duque de Tarancón, Guardia Marina de la Armada, que murió, soltero, en París, en 1855],

y a poco de robustecido, se le condujo a París con su hermanita, comisión en que entendieron su abuelo D. Juan Muñoz y el cura D. Juan González Caboreluz, tío del confesor, que, por favor del sobrino, era oficial de la Real Biblioteca. Hízose el viaje en Enero de 1836, presentándolo como un encargo de libros que dió la Biblioteca a Caboreluz, y corriendo con los gastos de los niños en París una casa de comercio de Aranjuez muy conocida.

De la descendencia de D.ª María Cristina y de D. Fernando Muñoz no hemos hallado más noticias que las publicadas por D. Juan Moreno de Guerra y Alonso en 1917 en su Guía de la Grandeza. Títulos y Caballeros de España, noticias que no sabemos de qué fuente proceden; pero que, desde luego, puede afirmarse que no todas son exactas.

A D. Agustín Fernando Muñoz y Sánchez Funes y Ortega se le concedió el título de Duque de Riánsares, con la Grandeza, el 23 de Junio de 1844. Fue también Teniente General, Gran Cruz de Carlos III, Caballero del Toisón de Oro, Maestrante de Granada, Marqués de San Agus-

[Pág. 162] tín y Duque de Montmorot y Gran Cruz de la Legión de Honor de Francia, que le confirió Luis Felipe por la boda de la Infanta D.ª María Luisa Fernanda con el Duque de Montpensier. Murió en El Havre el 13 de Septiembre de 1873. De su matrimonio con la Reina Cristina, celebrado el 28 de Diciembre de 1833 y declarado el 13 de Octubre de 1844, naciéronle tres hijas y cuatro hijos.

La primera, D.ª María del Amparo, primera Condesa de Vista Alegre en 1847, nacida en El Pardo el 17 de Noviembre de 1834, casó en la Malmaison el l.° de Marzo de 1855 con Ladislao XI, Príncipe Czartoryski, y murió el 17 de Agosto de 1864. Esta es la única hija de cuyo nacimiento se sabe la fecha con certeza, por haberse comunicado la partida de bautismo a las Cortes en 1855.

La segunda, D.ª María de los Milagros, primera Marquesa de Castillejo en 1847, nació, según la Guía de la Grandeza, en El Pardo el 8 de Noviembre de 1835, y casó en la Malmaison el 23 de Enero de 1856 con Felipe, Príncipe del Drago. (Según el folleto, el nacido en aquella fecha en El Pardo fue un varón, el D. Agustín María, de que luego hablaremos).

La tercera, D.ª María Cristina, primera Marquesa de la Isabela, en 1848, y Vizcondesa de la Dehesilla, en 1849, nació en el Palacio Real de Madrid el 19 de Abril de 1840, y casó en la Malmaison el 20 de Octubre de 1860 con Don José María Bernaldo de Quirós y González de Cienfuegos, noveno Marqués de Campo Sagrado.

Al D. Agustín María cítalo el Sr. Moreno de Guerra como primogénito, primer Duque de Tarancón (título creado en 29 de Febrero de 1848 para segundogénitos de la Casa de Riánsares), Vizconde de Rostrollano, Guardia marina de la Armada, que nació en el Palacio Real (no dice cuándo), y murió soltero en la Malmaison en Junio de 1855, Este error ha hecho creer a algunos, que habiendo nacido antes que su hermana D.ª María del Amparo hubo de ser concebido en vida de Fernando VII, y aun añaden que murió a los veintiún años en París, sin prueba

[Pág. 163] alguna documental, porque la partida de defunción es tan desconocida como la de bautismo.
[Nota 9. La Época del 25 de Febrero de 1925, con el epígrafe de, En tal día... Hace tres cuartos de siglo, reproduce lo que se supone dijo La Época de 1850 con motivo de los nuevos títulos de la Guía de forasteros, que eran doce, de los cuales cinco ofrecían la particularidad de pertenecer a la misma familia, siendo hijos de la Reina D.ª María Cristina y de su segundo marido el Duque de Riánsares. Nos pareció extraño que establecida en Madrid en 1850 la Reina Madre, un diario como La Época, que siempre gozó fama de pulcro y discreto, publicara una relación de los hijos de su segundo enlace, que dejaba harto mal parada su honra; pues si el primogénito tenía entonces unos diecisiete años, hubo de nacer en vida de Fernando VII. De nuestras averiguaciones resulta que nada de esto dijo entonces La Época y que lo que ahora se ha publicado está tomado de la Guía de la Grandeza, del Sr. Moreno de Guerra (edición de 1917). Nosotros hemos creído deber rectificar estos datos erróneos e injuriosos para la Reina D.ª María Cristina. La Época, al publicarlos ahora como reproducidos de la de 1850, les ha dado no sólo mayor publicidad que la del libro, sino cierta autoridad de que en rigor carecen, pues ni se publicaron ni se hubieran podido publicar, según reza el epígrafe, Hace tres cuartos de siglo].

Se ha dicho que a la muerte de Fernando VII quedó su viuda encinta y no quiso declararlo, bien por evitar que se pusiera en duda la paternidad del Rey, dado el estado a que le redujo el ataque de gota que sufrió un año antes en La Granja, bien por no perjudicar, en el caso de que naciera un varón, el derecho de sus hijas legítimas, y que ésta fue la razón de su precipitado y clandestino matrimonio. Difícil hubiera sido a Cristina ocultar su embarazo. El 24 de Octubre de 1833 fue proclamada Reina D.ª Isabel II, y el l.° de Enero siguiente pasó la Gobernadora una revista militar, vistiendo una amazona negra y montando, con su reconocida maestría, un precioso caballo tordo. ¿Para qué el apresurado matrimonio si no servía para borrar la falta ni para legitimar el fruto del pecado? La calumniosa leyenda, grata al vulgo, no responde al carácter de Cristina, la cual creemos que decía la verdad cuando escribía a su hija la Reina Isabel, casada ya con su primo D. Francisco de Asís, y con él desavenida por causa de la privanza del General bonito, D. Francisco Serrano, de quien se quejaba el Rey D. Francisco porque no le guardaba el respeto que siempre tuvo Godoy a Carlos IV:

[Pág. 164] «Pude ser flaca; no me avergüenzo de confesar mi pecado, que sepultó el arrepentimiento; pero jamás ofendí al esposo que me destinó la Providencia, y sólo cuando ningún vínculo me ataba a los deberes de una mujer casada, di entrada en mi corazón a un amor que hice lícito ante Dios, para que disculpase el secreto que guardé a un pueblo cariñoso y por cuya felicidad me he desvelado». Nos merece, pues, más crédito, aun siendo un libelo, el folleto de D. Fermín Caballero, quien por sus relaciones con las personas más allegadas a la familia de Muñoz, estaba muy al corriente de la boda y de la descendencia de la Gobernadora.

No incluye el Sr. Moreno de Guerra en su Guía de la Grandeza (edición de 1917), entre los hijos de María Cristina, a D. Fernando María, que nació el 27 de Abril de 1838, fue segundo Duque de Riánsares y de Tarancón, Marqués de San Agustín, primer Conde de Casa Muñoz en 1848, Vizconde de Rostrollano y de la Alborada en 1849, Coronel retirado de caballería, y casó en 1861 con Doña Eladia Bernaldo de Quirós y González de Cienfuegos, hija de los octavos Marqueses de Campo Sagrado, de quienes descienden el actual cuarto Duque de Riánsares y el tercer Duque de Tarancón.

Cita luego, sin mencionar la fecha de su nacimiento, a D. Juan María, primer Conde del Recuerdo en 1848 y Vizconde de Villa Rubia en 1849, segundo Duque de Montmorot, en Francia, y ayudante del Emperador Napoleón III, y a D. José María, primer Conde de Gracia en 1848 y Vizconde de la Arboleda en 1849, nacido en París el 21 de Diciembre de 1840 y fallecido en Pau el 17 de Diciembre de 1863. Si nacieron ambos después de la tercera hija D.ª María Cristina, que vino al mundo el 19 de Abril de 1840, o se trata de un error de fecha, o fueron D. Juan y D. José gemelos y sietemesinos. Murieron solteros, y de los Condados de Gracia y del Recuerdo es hoy poseedora la hija del Duque de Tarancón.

Pero cerremos ya la Guía de la Grandeza y sigamos

[Pág. 165] en su narración al autor del anónimo folleto. Cuando ocurrieron los sucesos de La Granja, en Agosto de 1836, se notó descontento contra Muñoz y la camarilla, y aun se oyeron algunos mueras. Asustáronse los más señalados y a Muñoz le sacó ocultamente, por las minas de las fuentes, el día 13, el clavero de aquel Sitio, Dionisio Arias, que lo llevó a Madrid, donde se escondió. Desde entonces no se le volvió a ver en público con la Reina y aun en Palacio se redujo a la oscuridad en el departamento que se conocía con el nombre de la jaula de Muñoz.

Todos estos hechos los refieren los anónimos folicularios, con otros pormenores y comentarios que suprimimos, relativos a la camarilla de la Gobernadora, compuesta de los padres de Muñoz y su hija Alejandra, camarista; D. José Muñoz, Contador del Real Patrimonio; Don Marcos Aniano González, Confesor de Su Majestad, Capellán de honor, Administrador del Buen Suceso, prebendado de Lérida y Deán de la Habana; D. Juan González Caboreluz, afrancesado, ayo de la Reina Isabel; D. Serafín Valero, hijo del dómine de Tarancón, Administrador de Vista Alegre; D. Miguel López de Acevedo, Director de la Casa de la Moneda; D. Atanasio García del Castillo, Administrador que había sido de la Casa de Campo y del Alcázar de Sevilla; el ex jesuíta D. Juan Gregorio Muñoz, y otros, que a título de parientes o paniaguados trasladaron desde Tarancón sus reales a la Corte.

La hoja Del Labriego fue íntegra y textualmente reproducida en el artículo de El Eco del Comercio, con una introducción titulada La cuestión de la Regencia, en la que se dice que el objeto de esta publicación es el de permitir a la Reina y sus amigos el desmentir, si es falsa, la noticia del enlace de D.ª María Cristina con un tal Muñoz; siendo un beneficio para la causa común que se debata en la Prensa y en la tribuna lo que en particular se refiere por las plazas y por las calles sin la menor reserva. Pero claro está que el verdadero objeto del folleto era probar que la Reina, por este enlace, que se tenía por cierto y por

[Pág. 166] notoriamente fecundo, se hallaba incapacitada por las leyes para ejercer la regencia y aun la tutela de sus hijas.

«Nadie nos gana a independientes, dice el autor de la introducción; nadie ha clamado antes, ni con más energía que nosotros, contra el influjo extranjero, ya sea ultrapirenaico, ya sea ultramarino; nadie ha hecho más que nosotros para quebrantar el yugo insultante de la diplomacia; nadie más ardientemente anhela verle despedazado. Pero en medio de nuestro fervoroso españolismo, pecaríamos de imponderable falta de instrucción, si olvidáramos que la España está colocada en Europa, y que así como no es dado ni a los pueblos ni a los reyes segregar a nuestra nación de la comunidad de intereses del mediodía, ni detener su movimiento progresivo en la carrera de la civilización, así tampoco nos es dado a nosotros separarnos súbitamente de nuestro lugar, anticiparnos a los tiempos, atraer hacia nosotros el porvenir y levantar ya el lábaro que ha de guiar en su marcha política a las humanas generaciones.

»Por esto nos cumple distinguir las cuestiones puramente domésticas de lasque con las exteriores se rozan; y entre estas últimas tal vez no se agita hoy ninguna de mayor transcendencia que la enlazada con el gobierno personal de la Reina gobernadora; cuestión sencillísima por una parte, y por la otra erizada de inconvenientes; pues si bien no cabe duda acerca del poder que en las Cortes reside para aumentar o modificar la Regencia, podría dar lugar a serios debates el intento de cambiarla de raíz, supuesta la idoneidad de la Reina viuda para su desempeño.

«Pero he aquí que, hallándose las cosas en semejante predicamento, aparece un escrito asegurando que la Reina no es viuda; que ha contraído nuevos esponsales y que de ellos se ha originado una nueva familia y, por consiguiente, nuevos intereses, nuevas miras y nuevos vínculos. Su lectura nos ha sugerido varias reflexiones, que al juicio del público sometemos.

[Pág. 167] «Condenamos, ante todo, de la manera más absoluta, el tono irreverente que para hablar de la augusta Reina gobernadora se emplea. Supongamos que, con efecto, resolvió dar su mano a quien supo merecer un lugar en su corazón, ¿hay, acaso, en esto algún crimen moral, algo que rebaje a la mujer o la envilezca, desnivelándola de la estimación en que tenemos a las mujeres?

«Bien sabemos que se nos contestará que no se acriminan las nupcias de la Reina, ni se maldice de su tálamo, sino que se la culpa por conservar la regencia cuando las leyes no se lo permitían. ¿Y qué? ¿Nada ha de concederse, absolutamente nada, a los sentimientos de una madre que no quiere abandonar las hijas del primer matrimonio? ¿No será siempre, para la Regente, un día de amargura aquél en que dé el último beso a nuestra Reina Isabel? ¿O se pretende, acaso, que de corazón y de afectos carecen los monarcas, y que el orgullo, la avaricia y la sensualidad son los resortes únicos de sus almas?...

«Otro hecho queremos señalar antes de concluir este breve exordio. Sea verdadero, sea falso el suceso a que el dicho opúsculo se refiere, los circunstanciados y hasta prolijos pormenores en que abunda, deben haberse entendido por persona íntimamente relacionada con Su Majestad e instruida en los más recónditos arcanos del Palacio. Para los demás, semejante conocimiento sería imposible. ¿Dónde están, pues, la moralidad, la lealtad, el pundonor de los palaciegos? ¿Qué gentes son éstas, que primero apadrinan y después venden los secretos de sus bienhechores? ¡Cuán legítima no es la revolución que a derrocar su poder se dirige!»

Estos maldicientes y tendenciosos opúsculos, que en 1840 se imprimieron y repartieron profusamente, y son hoy, por obvias razones, de tan extremada rareza, que no se encuentra un solo ejemplar en nuestra Biblioteca Nacional ni en la de la Real Academia de la Historia, respondían al fin político que entonces perseguían los ayacuchos, o sea(n) los compañeros de armas de Espartero, de

[Pág. 168] acuerdo con los progresistas, de elevar al Duque de la Victoria a la regencia, no ya en unión, sino en sustitución de D.ª María Cristina. Pero muchos años antes había sufrido gran quebranto el prestigio y la popularidad de la Reina gobernadora, desde que su viudez oficial, su clandestino y discutido enlace y sus frecuentes y mal disimulados embarazos, fueron pasto de la pública murmuración.

La de la gente palatina y cortesana, así como la de los corifeos del partido moderado, era muy discreta, pareciéndoles, no sólo disculpable, sino plausible cuanto hacía la Reina, mujer vehementísima y por demás hermosa, si bien no les placía que siguiera los consejos de una camarilla irresponsable, en que los Muñoces habían sucedido a los Chamorros. Pecaba, en cambio, de descomedida la de los burgueses y populares y la de los progresistas, que entre ellos reclutaban sus adeptos, habiendo dejado de ser la Reina el ídolo que era de estas clases, y no viéndose, después del casamiento, a las mujeres de la burguesía y del pueblo con los lazos azul celeste, que llamaban azul cristino, con que antes todas se adornaban. En cuanto a los carlistas, las noticias de la Corte de Madrid llegaban a la de Oñate, y la conocida fecundidad de la Reina Masona, como llamaban a D.ª María Cristina, hízoles forjar epigramas sobre tan resbaladizo asunto, siendo el más inofensivo el que le atribuía haber tenido más muñoces que liberales había en España. Claro es que, a pesar de los encierros en los sitios reales y de las precauciones que para disimular su estado interesante tomaba la Gobernadora, cuando a Madrid venía a presidir alguna ceremonia oficial, no le era posible ocultarlo, por lo que una aristocrática dama, que tenía más de apostólica que de cristiana, y se hizo temible en la Corte por su lengua mordaz, y su agudísimo ingenio, la Condesa de|Campo de Alange
[Nota 10. D.« María Manuela Negrete y Cepeda, sexta Condesa del Campo de Alange, nació en Madrid el 16 de Junio de 1809, casó en París el 23 de Octubre de 1826 y murió en Madrid el 16 de Abril de 1883],

hubo de decir de la Reina que era

[Pág. 169] una señora casada en secreto y públicamente embarazada.

La guerra civil y la política no permitieron a D.ª María Cristina disfrutar tranquilamente de los honestos goces que su segundo enlace le brindaba. Duró la guerra tanto como la regencia, y lejos de haber domado la facción empleando el rigor fernandino, tan grato al difunto Monarca, recorrieron los carlistas, que mandaba Gómez, toda España, y a las puertas de Madrid llegaron los de Zaratiegui y el mismo Pretendiente, y pudo verlos la Reina con ayuda de anteojo desde los balcones de Palacio. Acrecentóse el caudillaje, a que es la tierra española tan propicia, y la fuerza armada, con su tradicional indisciplina, se puso al servicio de la política, y se pronunciaron, imponiendo su voluntad a la Gobernadora, los sargentos en La Granja y los oficiales de la Guardia en Aravaca, y cuando llegó el turno a los Generales ayacuchos, no quedó a la Reina otro recurso que el de la abdicación y el ostracismo, embarcándose en Valencia para Francia. En cuanto a la política, más que arte de gobernar, dijérase que era el de medrar, siendo el más fácil camino para llegar al poder el pronunciamiento militar, la conspiración urdida en las sociedades secretas o el soberano antojo, en el que tanto influye la camarilla palatina. Aunque era Cristina mujer de claro entendimiento y ánimo varonil, faltábanle para el mando las condiciones de carácter que dieron a otras Reinas y Emperatrices merecida fama de gobernadoras. Dejábase guiar por las personas a quienes otorgaba su amistad y su confianza, entre las que era natural figurase en primer término aquella a quien había entregado, con su corazón, su mano izquierda, y si bien D. Fernando Muñoz vistió el mismo uniforme de guardia de Corps con que D. Manuel Godoy empezó a servir a sus Reyes, no llegó a usar el de Ministro, siquiera funcionara en la sombra de consejero irresponsable, ni dejó de ser, aun en el lecho conyugal, según Pérez de Guzmán, antes súbdito que esposo.

[Pág. 170] La Corte de España, durante la regencia de Cristina, perdió mucho del fausto y la etiqueta que, hasta en su destierro del Palacio Barberini, y a pesar de las estrecheces que pasaron, por la ruindad de Fernando VII, sus augustos padres, mantuvieron los Reyes Carlos IV y María Luisa. La democratización de la Corte atribuyóse a varias causas: a la sencillez a que estaba acostumbrada en Palermo la Princesa napolitana, al afán que tenía la joven Reina de bailar y solazarse honestamente y con poco gasto, fuera de casa y, sobre todo, al trato burgués de la familia y amigos de su segundo esposo, que eran los tertulianos de Palacio. El alarde que de su parentesco hacía esta familia clandestina, llamó la atención de propios y extraños, y un francés, Charles Didier, que pasó un año en España, y de sus impresiones dió cuenta al público en un libro, critica cosas tan inocentes como el que los padres de Muñoz ocuparan en el teatro el palco de proscenio frente al de Su Majestad, pasearan en el Prado en carruaje tirado por tres mulas, y al despedirse de la Reina, en sus frecuentes visitas a Palacio, le dijeran: Adiós, hija.

A ejemplo de su hermana, la Infanta Luisa Carlota, organizó Cristina unos bailes, que en el Carnaval eran de máscara, en casa del Conde de Altamira, a los cuales se entraba por convite especial de Su Majestad, aunque a nombre del Conde. Ninguno de los concurrentes ignoraba los amores de Cristina y de Muñoz y los vínculos que secretamente los unían; pero si alguna duda hubiesen tenido, habríala disipado la pública ostentación que hacía la Reina de su pasión por el favorito, que, venido a mejor fortuna, realzaba con mayores encantos su varonil belleza. En uno de aquellos bailes de Carnaval veíase al Conde de Toreno, al Ministro Moscoso de Altamira, al General Freire y a otros personajes haciéndole la corte a Muñoz, que vestía de arriero manchego, sin careta, y los demás de uniforme, excepto Toreno y Moscoso, que estaban de rigurosa etiqueta. Mientras la Reina bailaba, cenaba Muñoz con Acevedo, Herrera y algún otro amigo-

[Pág. 171] fe; pero en cuanto paró la música, por haberse acabado el rigodón, saltó Muñoz como un corzo para presentarse en el salón y que no le echara de menos el ama, como llamaba a Su Majestad.

Nada más cómico, dice Didier, que esa colaboración de la Reina y de un Grande de España para dar bailes baratos, y ciertamente, no debían costarles mucho, porque sólo ponían la casa, las luces y la música. Cuanto se consumía era de pago, aunque fuese un vaso de agua. En el cuarto de los refrescos, servíanlos unos mozos en mangas de camisa y con delantales y manos poco limpios, y como allí se permitía fumar, el olor del tabaco, mezclado al de las lámparas de aceite, llegaba hasta el salón de baile. El amo de la casa, que era de diminuta estatura y a quien se le suponía casado con su cocinera, metíase en un rincón, donde nadie le hablaba ni hacía caso, mientras sUs ilustres antepasados, fijados en el lienzo por grandes artistas, presidían la fiesta con altanera y desdeñosa mirada. La Reina, que adoraba el baile, no paraba un momento, bailando con cuantos la invitaban. Media docena de decrépitos hidalgos tomaba lecciones de baile en casa de la Marquesa de Valverde para perfeccionarse en el difícil arte de la danza y poder disfrutar del honor y el placer de tener a la Reina por pareja; y dice Didier que vió a Su Majestad bailando una galop con un diplomático que pasaba ya de los setenta. No menos edificante era la pública familiaridad de la Reina con el favorito, que desempeñaba sus funciones de Gentilhombre de lo interior como cualquier buen marido. La milicia urbana prestaba servicio las noches de baile en casa de Altamira, y rendía también su tributo a Terpsícore, sintiéndose llenos de orgullo aquellos uniformados ciudadanos, cuando su brazo, armado en defensa del Trono de Isabel II, ceñía el opulento talle de la hermosa Cristina.

Es indudable que D.ª María Cristina se consideraba casada ante los ojos de Dios, y si lo ocultaba ante los hombres era por no perder la regencia y la tutela de sus

[Pág. 172] hijas, en lo que influían a la par el maternal afecto y la razón de Estado, y aun quizá cuestiones secundarias de intereses materiales, que tuvo siempre en cuenta la Gobernadora. Hasta en los últimos momentos de su regencia, cuando se decidió en Valencia a renunciarla, el 12 de Octubre de 1840, y se empeñó entre ella y los Ministros que acababan de jurar un largo y animado debate sobre la manera de llevar a cabo la renuncia y las causas en que debía fundarse, como el Ministro de la Gobernación, D. Manuel Cortina, aludiera, entre estas causas, al matrimonio de Su Majestad, contestó al instante la Reina: «¡Oh, no; eso no es cierto!»

No era, en efecto, cierto que estuviese casada María Cristina con Muñoz, aunque ella, negándolo en público, en su fuero interno lo creyera. Aquel matrimonio que, por huir del pecado, había de prisa y clandestinamente contraído, no era válido, porque le faltaba la intervención del cura párroco, prescrita por el Concilio tridentino, que era ley del reino. No estaba, pues, ni canónica ni civilmente casada, y todo su afán de estar a un tiempo bien con Dios y con Muñoz resultó vano. Había con él vivido maritalmente, creyéndole su legítimo esposo y habíale hecho padre de numerosa prole; pero todos estos años habíalos vivido, y aun seguía viviendo, en pecado mortal; lo cual angustió sobremanera a la augusta señora cuando lo supo.

Derribado Espartero y el Ministerio progresista que presidió Olózaga, regresó a España la desterrada Reina, y el 4 de Abril de 1844 entró en Madrid, el mismo día en que enterraban a Arguelles. No la acogió el pueblo madrileño con el entusiasmo con que la recibió por vez primera cuando vino a casarse con Fernando Vil o cuando regresó de La Granja en 1832 con deslumbradora aureola de Reina liberal y clemente. Venía llamada por el partido moderado, con el que había conspirado en París y al que había unido su suerte. No era ya la joven hermosa y lozana, cuya sonrisa embelesaba a la muchedumbre callejera.

[Pág. 173] Habíanla ajado ios inexorables años y los frecuentes alumbramientos y los cuidados de la gobernación y las amarguras del destierro. Había perdido el talle su esbeltez y el rostro su frescura.

Desempeñaba la presidencia del Consejo de Ministros D. Luis González Bravo, mozo audaz y ambicioso, que se había dado a conocer en El Guirigay por una violenta campaña contra la Reina gobernadora y por medio del supuesto desacato de Olózaga a la Reina Isabel se había adueñado del poder. Enterada Cristina de las insolencias del periodista, porque alguien cuidó de hacer llegar a sus manos los artículos que firmaba Ibrahim Clarete, contribuyó a abreviar la vida ministerial de González Bravo y a que tuviera por sucesor al General Narváez, en quien había ella puesto toda su confianza. El nuevo Presidente del Consejo vino a ser un verdadero dictador, cosa asaz frecuente en España, donde el pronunciamiento y la dictadura militar constituyen un arte especial de gobernar, desconocido en la mayor parte de los países europeos y que en el nuestro se ha aclimatado y arraigado de tal modo, que no se considera incompatible con la Monarquía constitucional, a la que vive adherido como planta lozana y trepadora.

Vino la Reina Cristina muy santurrona, según decía Narváez. Atenaceaba su conciencia la cuestión del matrimonio y decidió legalizar su situación. Acompañada de sus hijas llegó a Barcelona, de paso para los baños de Caldas, que debía tomar la joven Reina, y allí, acongojada y llorosa, expuso a Narváez su situación y apeló a su caballerosidad para que la sacara del apurado trance.
[Nota 11. El Sr. D. Natalio Rivas posee y piensa publicar, con otros documentos de su riquísimo archivo, una interesante carta de Narváez a D. Luis Mayans, Ministro de Gracia y Justicia, dándole cuenta de estas tribulaciones de Doña María Cristina].

Había el precedente de la boda de la Reina de Nápoles D.ª María Isabel con el Coronel Del Balzo, que autorizó su hijo el Rey Fernando II, y fundándose en él expidió la

[Pág. 174] Reina D.ª Isabel II, el 11 de Octubre de 1844, un Decreto que refrendó el Ministro de Gracia y Justicia D. Luis Mayans, y que decía así:

«Atendiendo a las poderosas razones que me ha expuesto mi augusta madre D.ª María Cristina de Borbón, he venido en autorizarla, después de oído mi Consejo de Ministros, para que contraiga matrimonio con D. Fernando Muñoz, Duque de Riánsares. Y declaro que por el hecho de contraer este matrimonio de conciencia, o sea con persona desigual, no decae de mi gracia y cariño, y que debe quedar con todos los honores y prerrogativas que le corresponden como Reina madre, pero que su marido sólo gozará de los honores, prerrogativas y distinciones que por su clase le competan, conservando sus armas y apellido, y que los hijos de este matrimonio jamás quedarán sujetos a lo que dispone el artículo 12 de la ley 9.ª, título 2.°, libro X de la Novísima Recopilación, pudiendo heredar los bienes de sus padres con arreglo a lo que disponen las leyes.»

De este Decreto, que no se publicó en la Gaceta, dió lectura en la sesión del Congreso de 8 de Abril de 1845 el General Narváez, Presidente del Consejo, antes de que empezara la discusión del presupuesto de la Casa Real, en el que, en lugar de la viudedad que dejaba de percibir la Reina madre, por haber pasado a segundas nupcias con el Duque de Riánsares, se le asignaban 3.000.000 de reales como tributo de gratitud nacional por los eminentes servicios que había prestado al país. Manifestó el General Narváez que al poner el Gobierno en conocimiento del Congreso este importante documento, se proponía pagar un tributo de consideración y respeto a las Cortes para que los señores diputados supiesen lo que había sobre tan interesante materia. El documento no dió lugar a discusión ninguna.

El 12 de Octubre de 1844, D. Juan José Bonel y Orbe, Obispo de Córdoba, que desempeñaba los cargos de Procapellán mayor de Su Majestad en su Real Capilla y

[Pág. 175] Delegado apostólico de la Vicaría general castrense, procedió en Palacio a la celebración del matrimonio de la Reina Cristina con D. Agustín Fernando Muñoz y Sánchez, Duque de Riansares
[Nota 12. Fueron testigos de la boda D. Alejandro Mon y D. Pedro José Pidal, según he oído decir],

cuya partida, así como las de nacimiento de los hijos, recibidas para ello las oportunas declaraciones de Su Majestad y de su esposo, y vistos y examinados los documentos presentados al efecto, las hizo dicho Prelado extender en libros especiales y conservar en el archivo reservado de la Procapellanía mayor.

Quedó así en paz la escrupulosa y atormentada conciencia de Cristina, no cabiéndole ya a ella, ni pudiéndole caber a nadie, duda respecto a la validez de su matrimonio y a la legitimación de sus hijos. En cuanto a D Fernando Muñoz dejó de ser el clandestino y enjaulado marido de la Gobernadora y empezaron a llover sobre él, por mano de Isabel II, las gracias y mercedes de que le colmó la enamorada esposa. Pasó el apuesto garzón a ser Teniente general por méritos y acciones que no fueron precisamente de guerra. Al Ducado de Riánsares, con la Grandeza de España, que precedió a la boda, siguió la Gran Cruz de Carlos III y el Toisón de Oro, y el Marquesado de San Agustín, y la senaduría, y la Maestranza de Ronda; y para sus hijos creáronse Ducados, Marquesados, Condados y Vizcondados.

Diez años después, el pronunciamiento de Vicálvaro, obra de O’Donnell, puso de nuevo el poder en manos de Espartero. Uno de los primeros y más graves cuidados del Gobierno fue el de poner a salvo a la Reina Cristina, cuyo palacio de la calle de las Rejas, comprado al Marqués de Santa Cruz, había sido saqueado por la plebe en la noche del 17 de Julio, y a quien los revolucionarios querían vejar y castigar duramente, proponiendo los unos que fuera encerrada en el alcázar de Segovia y los otros en un edificio de Madrid o Zaragoza. Los Clubs pedían

[Pág. 176] que se la prendiese y juzgase, embargándole los bienes. Pero al amanecer del 28 de Agosto salió Cristina del Palacio Real, donde se había refugiado con Riánsares, para Portugal, escoltada por dos escuadrones, y el Gobierno publicó entonces, con fecha del día anterior, un decreto extrañándola del reino y fundándose para ello en razones de política, que sólo podían ser apreciadas por el buen sentido público y que exclusivamente se apoyaban en el honor y tranquilidad del país. A este decreto contestó Cristina con el Manifiesto de Montemor, de 8 de Septiembre, en que decía, entre otras cosas: «Nunca creí que los partidos liberales dejarían inscribir en sus anales, para la Gobernadora de 1834, noches como la del 17 de Julio, días como el del 26 de Agosto. Esa que hoy tan duramente llaman la Extranjera, se ha mostrado más española que muchos españoles». Valióle este Manifiesto el secuestro de sus bienes, y reunidas las Cortes Constituyentes nombraron, a propuesta de D. Joaquín Alfonso, una Comisión parlamentaria de catorce diputados, encargada de averiguar los abusos que se suponían cometidos por la Reina Cristina y el Duque de Riánsares, y al cabo de seis meses de minuciosas pesquisas, presentó dicha Comisión, el 5 de Junio de 1856, su dictamen
[Nota 13. Los diputados firmantes del dictamen fueron: Joaquín ALonso; Carlos M. dela Torre; Pedro Bayarri; Laureano de los Llanos; José Antonio Aguilar; Francisco Salmerón y Alonso; Nicolás M. Rivero; Juan Antonio Seoane; Manuel Bertematí; Ambrosio González; José Trinidad Herrero; Alvaro Gil Sanz],

«que no era una acusación, sino un informe, que sometía los elementos del juicio a la justicia y a la prudencia de las Cortes». Tuvieron éstas violento fin, y quedó, por ende, el dictamen sin efecto: pero no queriendo la Reina madre que sobre ella pesaran las acusaciones formuladas por la Comisión parlamentaria, entre las que figuraban las referentes a su segundo matrimonio, encargó a los tres abogados del Colegio de Madrid, a quienes había encomendado su defensa, que dieran un dictamen examinando y apreciando

[Pág. 177] legalmente al mismo tiempo los fundamentos en que hizo descansar el suyo la Comisión de información parlamentaria. Suscribieron este dictamen D. Manuel Cortina, don Juan González Acevedo y D. Luis Díaz Pérez, dos de los cuales estuvieron encargados, con el difunto D. Manuel Pérez Hernández, de defender a la Reina si llegaba a formularse acusación que lo exigiese.

Varios fueron los cargos que formulaba el informe de la Comisión parlamentaria, relativos a la testamentaría de Fernando VII y la adjudicación del Museo del Prado a la Reina Isabel II; a las alhajas de la Corona y la desaparición del inventario; a la expedición de Flores al Ecuador para proporcionarle un reino en América al hijo del Duque de Riánsares, D. Juan, y a cierto número de negocios en que se suponía habían tenido fructuosa participación doña María Cristina y su marido. A todos estos cargos dieron cumplida respuesta los abogados encargados de la defensa de la Reina, como asimismo al referente a su segundo matrimonio, que es el único que nos interesa.

La Comisión parlamentaria, que no ignoraba cuanto la fama pública había dicho, que había leído folletos abundantes en curiosos datos, que vió insinuado en el Almanaque de Gotha el hecho de haberse celebrado este matrimonio el 28 de Diciembre de 1833, no lo creyó sujeto a duda; pero las esperanzas que abrigaba de ofrecer a las Cortes, deslindado con claridad, este asunto, no se realizaron, a pesar de las muchas diligencias practicadas con incansable afán. No se pudo encontrar la partida de casamiento, ni tampoco las de bautismo de los hijos; ni la de D. Agustín. Duque de Tarancón, que fue Guardia Marina, ni la de D. Fernando, Conde de Casa Muñoz, Cadete de Caballería. Únicamente la de matrimonio de D.ª María de los Desamparados, Condesa de Vista Alegre, con el Príncipe Ladislao Czartoryski, celebrado el l.° de Marzo de 1855 en la Malmaison
[Nota 14. La Malmaison había sido vendido por Luis Felipe a la Reina Cristina en 500.000 francos],

en el salón azul llamado de

[Pág. 178] la Emperatriz, siendo testigos de la novia D. Jesús Muñoz y Sánchez, Marqués de Remisa, y D. Manuel de Gaviria, Marqués de Gaviria, Conde de Buena Esperanza, ha servido para facilitar la copia de la partida de bautismo, presentada en la Alcaidía de Rueil. De ella resulta que se le impusieron los nombres de María de los Desamparados, María del Carmen, María del Milagro, Isabel, Fernanda, Juana; que nació el 17 de Noviembre de 1834; que fue bautizada el 12 de Diciembre de aquel año en la parroquia de San Miguel y San Justo, de Madrid, por el Presbítero D. José Velasco, Vicario de dicha parroquia, como hija legítima de D. Fernando Muñoz y D.ª María Cristina de Borbón, siendo sus abuelos maternos los Reyes de Nápoles Francisco I y María Isabel, Infanta de España, y habiendo actuado de padrino D. Juan Raimundo Pueyo Belvis de Moneada. Esta partida se inscribió y extendió por orden de D. Juan José Bonel y Orbe, Obispo de Córdoba, Capellán, Limosnero Mayor y Confesor de la Reina, el 18 de Octubre de 1844.

El Sr. D. José Vallés, en oficio dirigido a D. José González de la Vega y al Marqués de la Vega de Armijo el 7 de Marzo de 1855, declaraba que en el Archivo de la Real Capilla y Vicariato General Castrense no se había encontrado documento alguno que tuviese relación con el matrimonio de la Reina madre D.ª María Cristina de Borbón con D. Fernando Muñoz, ni con el nacimiento de sus hijos.

Y el 19 de Julio de aquel año, en respuesta a una comunicación del Gobierno, manifestó el Cardenal Arzobispo de Toledo, D. Juan José Bonel y Orbe, lo siguiente:
«Siendo Obispo de Córdoba, y cuando desempeñaba los cargos de Procapellán Mayor de Su Majestad en su Real Capilla y Delegado Apostólico de la Vicaría General Castrense, previo el oportuno expediente matrimonial, formado por mí, en el cual se puso por cabeza la Real orden que se me pasó, firmada por el Excelentísimo Señor Ministro de Gracia y Justicia, insertando en ella el Real decreto por el que Su Majestad la Reina nuestra señora D.ª Isabel II, después

[Pág. 179] de haber oído a su Consejo de Ministros, se sirvió dar su real licencia en el modo que previene la Real pragmática de 23 de Marzo de 1776, para que su augusta madre pudiese contraer matrimonio con el Excmo. Sr. D. Agustín Fernando Muñoz y Sánchez, Duque de Riánsares; recibidas sus respectivas declaraciones de libertad y voluntad, la información de testigos y dispensadas las tres moniciones canónicas, procedí a la celebración del matrimonio, que se verificó el 12 de Octubre de 1844 en la forma que prescribe el Ritual Romano, con asistencia del competente número de testigos, extendiendo después la partida con toda la debida expresión que exigía el acto, en un libro formado al efecto, y previniendo que éste se conservara en el archivo reservado de la Procapellanía mayor.

»Con respecto a las fechas del nacimiento de los hijos no las tengo presentes con exactitud; pero sí debo asegurar que, celebrado el matrimonio, recibidas después las oportunas declaraciones de Su Majestad y su ilustre esposo, vistos y examinados los documentos presentados al efecto, se extendieron las partidas de cada uno en el modo correspondiente y con la expresión exacta de fechas y demás en otro libro, previniendo que también se custodiara en el archivo reservado de la Procapellanía Mayor, y procediendo yo en todos estos actos con arreglo a lo dispuesto por el sabio Pontífice Benedicto XIV acerca de los matrimonios llamados de conciencia.»

Este oficio del Cardenal Bonel no fue transmitido hasta el 16 de Octubre a la Comisión parlamentaria, la cual, el 10 de Noviembre, pidió noticias sobre el paradero de los dos libros y acerca de los documentos presentados para la extensión de las partidas de bautismo y del expediente matrimonial, cuya existencia en los archivos públicos y privados se había negado. El Ministro de Gracia y Justicia contestó el 24 de Noviembre que sólo resultaba lo manifestado por el Cardenal Arzobispo de Toledo y una certificación de D. Mariano Falomir, Archivero de la Real Capilla y Vicariato General Castrense, de la cual

[Pág. 180] aparece que, «después de un prolijo y detenido examen de los papeles relativos a la Procapellanía Mayor y Vicariato General Castrense no existe, entre ellos, ni las partidas referidas ni tampoco documento ni antecedente alguno que tenga relación con este asunto».

La Comisión parlamentaria propendía a creer que el matrimonio se celebró en 1833 y que se trató de ocultarlo en consideración a los cargos que desempeñaba entonces la Reina Cristina, y se inclinaba a adoptar esta suposición, porque cualquiera otra le parecía más ofensiva en el orden privado y origen de mayores responsabilidades y censuras en el político.

A esto contestaron los abogados de la Reina que era de lamentar que el buen deseo, hijo de los hidalgos sentimientos de los individuos de la Comisión parlamentaria, les hubiera conducido a adoptar una opinión contraria a la que debieron formular en vista del único dato apreciable que pudieron recoger, o sea el oficio del Arzobispo de Toledo de 19 de julio; pues para dudar de que el matrimonio se celebró el 12 de Octubre de 1844, habría que negar todo crédito al informe oficial de dicho prelado o suponer que por consideraciones puramente mundanas infringió el precepto de nuestra religión, que prohíbe la reiteración del sacramento; suposición temeraria la primera y la segunda impía, y ambas injuriosísimas para un Cardenal de la Iglesia Romana, Primado de las Españas.

Los abogados de la Reina declararon haber visto y examinado en el archivo secreto de la Procapellanía Mayor, aunque es posible que no estuviera allí el 7 de Marzo de 1855, según informaba D. José Valiés, el documento fehaciente, con arreglo a las leyes eclesiástica y civil, para probar la celebración del matrimonio, que es la correspondiente partida sacramental autorizada por el Patriarca de las Indias, después Cardenal Arzobispo de Toledo.

«A los que puedan tener la triste complacencia, que no les envidiamos —añaden los abogados en su dictamen—, de examinar la fecha del nacimiento de sus hijos, compa-

[Pág. 181] rándola con la de su matrimonio, para sacar deducciones contrarias a su decoro, sin respetar consideraciones de que nunca ni en ningún caso prescinden la generosidad y la hidalguía castellana, sólo puede, sólo debe decirse, que Vuestra Majestad ha cumplido superabundantemente con lo que Dios y los hombres podían exigir, sin retroceder ante sacrificios a que no todos hubieran tenido valor para resignarse en la posición que ocupaba Vuestra Majestad.»