domingo, 20 de agosto de 2017

AÑO 1836. DURANTE LA REGENCIA DE LA REINA MARÍA CRISTINA DE BORBÓN SE INAUGURA EL PRIMER RETRETE PÚBLICO, O CASINO, O COMÚN PÚBLICO, O URINARIO, O MICCIONARIO... DE ESPAÑA.


TEMAS QUE VAMOS A DESARROLLAR
Introducción.
• Desde hace más de 4000 años han existido retretes.
• ...Pero lo natural ha sido hacer las "necesidades" al aire libre.
• Implantación de vespasianas.
• La dificultad de mantener el decoro.
• No se mea donde hay una cruz.
• La calle como lugar para depositar los desechos.
• Ríos convertidos en cloacas.
El término retrete como habitáculo.
El término retrete como mueble.
El retrete real de Fernando VII en el museo del prado.
El primer retrete público contemporáneo de españa.
• Preámbulo.
• Todo se agilizó por el miedo al cólera morbo.
• El impulsor del primer retrete público en España fue D. Joaquín Vizcaíno, Marqués viudo de Pontejos, Alcalde de Madrid.
Relación de los descendientes de la Marquesa de Pontejos y Condesa de la Ventosa con los del Duque de Riánsares.
• ¿Cuándo se construyó el primer retrete público?
• Brevedad de este primer retrete público.
• Nuevos retretes públicos por todo Madrid: columnas o vespasianas.
Colofón curioso: el día mundial del retrete, 19 de noviembre.


INTRODUCCIÓN

DESDE HACE MÁS DE 4 000 AÑOS HAN EXISTIDO 'RETRETES'.

Retretes, como habitáculos y/o como mobiliarios, para defecar y/o miccionar. Los hubo en el valle del Indo: Lothal, Harappa, Mohenjo Daro..., en la antigua Mesopotamia, en las casas señoriales egipcias, en el palacio de Cnosos micénico, en los palacios de Pérgamo, en los baños públicos romanos...

EL ESPACIO OCUPADO POR ÉSTOS HA SIDO DESDE LO MÁS PÚBLICO A LO MÁS RESERVADO: en Roma se hacían las deyecciones y se miccionba en las letrinas públicas en alegre compañía y agradable conversación, convirtiéndose en un verdadero lugar de encuentro para estar a la última de los cotilleos de la ciudad. Y así como las letrinas romanas de los "castra" se ubicaban en el "común", luego las miserables letrinas medievales o excusados estarán empotradas o voladas contra el muro del castillo o sus defensas, donde el foso servía de receptáculo para las inmundicias. También las ciudades generarán dos espacios: uno externo, de encuentro acumulativo en las calles, que eran retirados periódicamente; otro privado, interno, en las casas (generando las "secretas" o "letrinas", primero en los corrales o patios con su correspondiente pozo ciego, y luego creando los "retretes"), de concentración y temporalidad limitada (diaria: con el "agua va" del bacín; o de algunos días con la consiguiente retirada por carros empleados para el propósito, transportándolo a los muladares).

[Cfr.: Werner, Florian. La materia oscura: historia cultural de la mierda. Barcelona: Tusquets, 2013.]

SU FORMA HA SIDO VARIABLE, aunque tendiendo siempre a buscar la postura antinatural de estar sentado, de ahí los bancos de piedra horadados y separados mediante apoyabrazos y con respaldos, más o menos labrados y embellecidos, inicialmente, y luego los muebles móviles a modo de sillones o tronas.

Esta postura, además, servía para realizar cualquiera de las dos actividades evacuatorias, tanto en los hombres como en las mujeres.

EN EL RENACIMIENTO SE IRÁN INDIVIDUALIZANDO, y comenzó un proceso de sustitución de esos asientos de piedra, colectivos en su mayoría, que se repitieron según el modelo de la Antigüedad, por un mueble individual, portátil, consistente primero en una caja de madera forrada o un armazón de hierro con cortinas que ocultaban el bacín, que ya se venía usando desde hacía siglos y luego en sillas o tronas (y quizá en esto se siguiera el modelo romano de la 'sella pertusa' de las casas romanas, o sillico o silla-retrete privada de los amos, distinta a las "sella familiaris" o "sella foricaria", que era la letrina doméstica de los siervos, aunque todas "perforata sella ad excipenda alvi excrementa accomodata"). Pero se desviaron en sofistificación y belleza, queriendo tapar, y con cubrimientos aterciopelados ocultar, el resultado de la actividad llevada a cabo por el usuario Tanto que, por ejemplo

«la corte de Francia contaba con un buen número de estos aparatos. La variedad de modelos y la diversidad de ornamentos se compadecía con los distintos nombres que recibieron: 'retrait' (retiros), 'chaises d'affaires' (sillas de asuntos o de quehaceres), 'chaises pertuisées' (sillas horadadas), 'chaises percées' (sillas perforadas), 'chayères de retrait' (asientos de retiro), 'chaises nécessaires' (sillas necesarias) o simplemente 'selles', vocablo que designa indistintamente al retrete y las heces».
[Prignano, Ángel Óscar. El inodoro y sus conexiones. La indiscreta historia del lugar de necesidad que, por común, excusado es nombrarlo. Buenos Aires: Biblos, 2007, pág. 32.]

Así, en el palacio de Versalles, durante el reinado de Luis XIV se contabilizaban más de 264 sillas-retretes móviles, celebrando el mismo audiencias sentado en ellas, como relata Louis de Rouvroy, duque de Saint-Simon, en sus "Memorias" [Mémoires complets et authentiques du duc de Saint-Simon sur le siècle de Louis XIV et la Régence. Paris: Hachette, 1856-1882], habiéndose creado desde el siglo XVII ex professo el cargo del "porte-Chaise d'Affaires" (porta- retrete móvil):

«Le porte chaise d'affaires était celui qui, le chapeau bas, en habit de velours, l'épée au flanc, était chargé de dissimuler ces dernières misères auxquelles il a plu à la mère nature de nous assujettir»,
(esto es,"el 'porta retrete móvil' era el que, vestido con sombrero, chaqueta de terciopelo y espada al flanco, se encargaba de ocultar las miserias pasadas con que ha complacido a la madre Naturaleza someternos").

[Cfr.: France d'Hézecques, Felix de. Souvenirs d'un page de la cour de Louis XVI. Paris: Didier, 1873, pág. 212].

Por cierto, que el duque de Saint-Simon, de su viaje a España, dejó mención de que

"sus majestades católicas [Felipe V de España e Isabel Farnesio] compartían siempre un mismo guardarropa, y allá donde fuesen viajan con ellos sus dos sillas-retrete, siempre una junto a otra".

Pérez Samper, Mª Ángeles (est. intr.). Saint-Simon en España. Memorias (junio 1721-abril-1722). Alicante: Univ. ALicante, 2008, pág. 325.]

Y semejante al Groom of the Stool‘(limpiaculos real) creado en Inglaterra por el rey Enrique VII (que perduró hasta 1901) será el "chevalier porte-coton" (caballeros porta-algodones).

[Cfr.: Newton, William Ritchey. La petite cour. Services et serviteurs à la Cour de Versailles au XVIIIe siècle. Paris: Fayard, 2006].

SE MULTIPLICARÁN LOS RETRETES PÚBLICOS EN LAS CIUDADES LUEGO, con la progresiva ascensión de la burguesía, "espacios de gestión de la basura corporal en los espacios urbanos", que se irán convirtiendo en cabinas vigilantes del género, acorde con el establecimiento de nuevos códigos conyugales y domésticos que exigen la redefinición espacial de los géneros. Así, olvidada esa costumbre "común", "social", de la Antigüedad, durante el siglo XX, los retretes se vuelven auténticas células públicas de inspección en las que se evalúa la adecuación de cada cuerpo con los códigos vigentes de la masculinidad y la feminidad: en la puerta de cada retrete, como único signo, una interpelación de género: masculino o femenino, damas o caballeros.

[Cfr.: Laporte, Dominique. Historia de la mierda. Valencia: Pre-Textos, 1998.]


Por ello, si analizamos el asunto detenidamente,

«Como dice Henri Lefebvre, el espacio, a pesar de su apariencia neutral, “viene a ser un instrumento político intencionalmente manipulado” [Lefebvre, H. Espacio y Política. Barcelona: Península, 1976, pág. 31] y su capacidad para ocultarse bajo una aparente universalidad le hace ser un estratega perfecto como dispositivo de verificación y regulación, una tecnología clave para la producción y recepción de los discursos identitarios de sexo-género, pues sigilosamente deviene en espacio de imposición y exclusión social».

[Cfr.: Río Almagro, Alfonso del. "Arte, cuerpos y aseos públicos. Estrategias artísticas de cuestionamiento de los dispositios arquitectónicos de segregación de sexo-género", in Política y Sociedad, LII, 2 (2015) pág. 467].

... PERO LO NATURAL HA SIDO HACER LAS "NECESIDADES" AL AIRE LIBRE.

Mas lo habitual ha sido y es usar cualquier esquina, muro, columna, etc., para miccionar tranquilamente, o agacharse para defecar. Lo fue en épocas gloriosas romanas, como podemos comprobar en los mensajes inscritos en Pompeya ("cacator cave malum") o en las termas de Tito, donde había letreros del tipo
"Duodecim Deos, et Dianam, et Iovem Optimum Maximum habeat iratos, quisquis hic minxerit aut cacarit"
("que incurra en la ira de los doce dioses, y de Diana, y de Júpiter Óptimo Máximo, quien mee y cague en este lugar").
Y lo es ahora.

[Cfr.: Bourke, John Gregory. Escatología y civilización: los excrementos y su presencia en las costumbres, usos y creencias de los pueblos. Barcelona: Círculo Latino, 2005, pág. 120.]

IMPLANTACIÓN DE VESPASIANAS.

Esta acción se hacía ante todos, en cualquier espacio público, en ambiente comunitario (sin distinción de sexo) y sin "vergüenza", de modo tal que todos eran conocedores y actores de olores, ruidos, formas, etc.

DE HECHO, LOS ROMANOS COLOCABAN UNOS RECIPIENTES DENOMINADOS "GASTRA" EN LAS ACERAS DE LAS CALLES, para que se usaran como "aliviaderos" para todo deambulante. Curiosamente, "gastra" procede del griego,de "vientre", y para unos significa "vasija panzuda" y para otros "vasija para flores". Estas vasijas recoge-orinas, si estaban alejadas de las "fullonicae" (tintorerías romanas), se transportaban a las mismas; pero lo normal es que tuvieran un conducto por el que fluían directamente a las tinas de las tintorerías, donde, por su alto contenido de amoniaco, eran empleadas para curtir el cuero y limpiar las ropas.

VESPASIANO SE ATREVIÓ A PONERLE TRIBUTO A LA PROPIA "ORINA", pues "pecunia non olet", derivando este hecho en que se llamara "vespasiana" a la vasija que recogía el orín: "nombre con que se designaban en Roma unas vasijas grandes en forma de medio tonel que Vespasiano instaló en los sitios públicos para que sirviesen de urinarios y por el uso de las cuales se pagaba un impuesto", y que hemos definido como "gastra".

[Zerolo, Elías. Diccionario enciclopédico de la lengua castellana. París: Garnier hermanos, 1895, Vol. 2, pág.1005 [2220].

EL TÉRMINO "VESPASIANA", NO LO HA CONTEMPLADO NUNCA LA REAL ACADEMIA en el Diccionario, pero sí en el "Diccionario Manual" de 1927 como galicismo usado en Argentina y Chile, sinónimo de "urinario, mingitorio", manteniéndolo en sus sucesivas ediciones.

[Cfr.: RAE. Diccionario manual e ilustrado de la lengua castellana. Madrid: Espasa-Calpe, 1927, pág. 1963].

Esta palabra derivará luego a
"pequeño edificio en forma de columna hueca, en cuyo interior estaban establecidos los urinarios públicos".
[AA.VV. Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana. Vol. LXVIII. Madrid: Espasa-Calpe, 1929, pág. 171].

Este artilugio tuvo un gran desarrollo en Francia e Italia, y fueron implantados a partir de mediados del siglo XIX y principios del XX en casi todas las grandes ciudades españolas (Madrid, Bilbao, Toledo, etc.), y, con profusión, en Barcelona a raíz de la Exposición Universal de 1888.

Pero si se recogían los orines, lo mismo aconteció con las deposiciones sólidas, que ha servido de alimento para los cerdos desde siempre (de ahí la costumbre de tener los cerdos por las calles) o como abono natural para los campos. Recordemos que ya en

1483 se reiteraba la prohibición, ya existente desde bastante tiempo atrás, de que los cerdos deambularan por las calles, permitiéndose a los vecinos poder matarlos para su propio provecho en detrimento de los propietarios, a los que además se les imponían penas pecuniarias. Esta disposición o prohibición de tener a los cerdos sueltos en las calles se estableció y pregonó con bastante frecuencia durante el resto del periodo medieval, y también durante buena parte de la Edad Moderna, como si se tratara de evitar por todos los medios el desagradable espectáculo que suponía contemplar la alimentación de las piaras en los “nutritivos” lodos que abundaban en las calles de la urbe. Prueba de ello es que en diciembre del mismo año se recordó la prohibición; y como debía ser algo bastante frecuente cuando la urbe entró en la “Edad Moderna”, el Concejo recordó reiteradamente a porqueros y dueños de cerdos la referida prohibición en los años 1487, 1493, 1496, 1500, 1502 y 1529.
[AA.VV. Historia del saneamiento de Madrid. Madrid: Fundación Canal, 2015, pág. 12].

LA DIFICULTAD DE MANTENER EL DECORO.

Es a partir del Renacimiento cuando el sentimiento de "vergüenza" empieza poco a poco a implantarse. Ejercitar estas necesidades "en público", conllevaba que guardar la compostura era harto complicado. Como refirió el buen Erasmo de Rotterdam, en el s. XVI, en su "De civilitate morum puerilium" ("De la urbanidad en las maneras de los niños"), el decoro era muy difícil de mantener en público, pues todo esfuerzo y apretón conllevaba una salida de gases explosiva y ruidosa, y por más que todo hombre bien educado procurara seguir sus consejos desde niño de que

"Lotium remorari, valetudini perniciosum: secreto reddere, verecundum. Sunt qui præcipiant ut pueri compressis natibus flatum ventris retineant; atqui civile non est, dum urbanus videri studes, morbum accersere. Silicet secedere, solus id faciat; sin minus, iuxta vetustissimum proverbium, tussi crepitum dissimulet."
(Esto es: “la orina retenerla es pernicioso para la salud: en secreto verterla, vergonzo. Los hay que aconsejan a los niños que, comprimiendo las nalgas, el flato del vientre retengan; pero, no es civilizado, por querer parecer urbano, una enfermedad llegar a acarrear. Si es dado retirarse, a solas lo haga; pero si no, de acuerdo con el viejísimo proverbio, 'con la tos el estruendoso ruido disimule'”),

la evidencia era siempre manifiesta y pública.

Más aún, el docto Erasmo llegó a indicar que si alguien estaba "haciendo sus necesidades", no era de buena educación saludarle, si no, todo lo contrario, dejarle hacer tranquilamente.

Y para rematar con nuestro ilustrado holandés, también nos dejó dicho que

“Es preciso ser muy cuidadoso de tener los dientes limpios, pues blanquearlos con polvos es propio de jovencitos. Frotarlos con sal y alúmina es muy perjudicial y servirse de la orina para este propósito es cosa de españoles“.

NO SE MEA DONDE HAY UNA CRUZ.

Y, como el hombre es animal de costumbres, el hábito no se perdió desde el origen de la humanidad hasta hoy. Recordemos que el mismo Quevedo gustaba de orinar siempre en la misma esquina de la calle del Codo, hecho que provocó no pocos enfados entre sus vecinos, por lo que pintaron una cruz en la misma y escribieron este cartel: "no se mea donde hay una cruz", a lo que Quevedo replicó con otro: "no se coloca una cruz donde se mea".

[Gómez Rufo, Antonio. Madrid. La novela. Relato de una gran ciudad a través de los siglos. Barcelona: Penguin Random House, 2016]

Quizá, aquí, una noche cualquiera, se inspiró para escribir su poema dedicado al pedo o sus «Gracias y desgracias del ojo del culo, dirigidas a Doña Juana Mucha, Montón de Carne, Mujer gorda por arrobas». O tal vez no, y fue después de que aconteciera aquella anécdota que le sucedió con el rey Felipe IV, que subiendo una escalera junto a él, al ver que se le había desatado una agujeta del zapato, se agachó para atársela, por lo que al poner al rey el culo tan a mano, su Majestad le dio un bastonazo para que siguiera andando. Y éste, como respuesta, no se le ocurrió otra cosa que dejar salir una sonora flatulencia trasera, ante lo cual recibió una irritada reprimenda del rey. Pero Quevedo, irónico, le dijo al rey: «Majestad, ¿a qué puerta llama el rey que no se la abran?».

LA CALLE COMO LUGAR PARA DEPOSITAR LOS DESECHOS.

Empero, lo peor no era eso, sino escuchar el canto popular de "¡agua va!", para aviso de despistados. Porque lo normal era, que si se hacían esas necesidades fisiológicas dentro de algún utensilio en las casas, se desalojara lanzándolo a la calle. Así, nos consta, por ejemplo, que ya a finales del s. XIV (y así hasta el siglo XVIII), en París se establecieron ordenanzas prohibiendo arrojar excrementos a la calle por las ventanas, por mucho que se diera el grito de aviso o se hiciera por la noche. Y que en Madrid fue más que habitual hasta el s. XVIII:

"En 1594, Camilo Borghese, el futuro Paulo V, visitó Madrid como nuncio apostólico, lo que le produjo una imagen lamentable, si hemos de creer a sus palabras: «hay la calle larga, la cual sería hermosa si no fuese por el fango y las porquerías que tiene [...] las casas son malas y feas y hechas casi todas de tierra y, entre las otras imperfecciones, no tiene aceras ni letrinas; por lo que todos hacen sus necesidades en los orinales, los cuales tiran después a la calle, cosa que produce un hedor insoportable». No debió mejorar mucho la situación en los treinta años siguientes, pues en 1623, Sir Richard Wynn, también de viaje por España, relataba así sus impresiones sobre la capital del Imperio: «en la calle había tantos desechos arrojados desde las casas que casi nos envenenamos. Y es que constituye una costumbre arraigada que, a las once de la noche, todos echen esas porquerías a la calle, y hacia las diez de la mañana siguiente ya se han secado». Por último, en 1664, François Bertaut viajó a España formando parte de una embajada francesa encabezada por el mariscal Gramont. Su visión de Madrid coincide con la de los párrafos anteriores: «las calles son anchas en su mayoría, pero no creo que nadie haya recogido nunca un solo cargamento de barro de su pavimento, pues se ve tanto lodo por todas partes y es tan pútrido debido a los excrementos que se arrojan en él, que atribuyo a esta razón las muchas molestias que se toman los españoles por obtener perfume»
[Thomas, H. Madrid. Una antología para el viajero. Madrid: Grijalbo, 1988, pp. 81 y 82].

Nada parece haber cambiado en los setenta años que separan estos tres comentarios, aunque, en esa misma época, se dieron numerosas disposiciones municipales destinadas a corregir la inveterada y nociva costumbre del «agua va». El 15 de marzo de 1613, se publicó un «Pregón General mandado guardar por los Alcaldes de la Casa y Corte de Su Majestad», en el que se ordenaba que «no se eche de noche por la ventana agua ni inmundicia». En el mismo sentido, y tan sólo tres meses y medio después, se promulgaba un bando en el que se volvía a prohibir «echar las vasuras de sus casas en la calle» y se dictaban otras normas sobre limpieza y barrido de las calles, incluso de riego de la fachada de la casa y mitad de la calle que le corresponda
[Cervera Vera. L. «Francisco de Sabatini y sus normas para el saneamiento de Madrid», in Anales del Instituto de Estudios Madrileños, XI (1975), pág. 150].
Numerosas disposiciones en el mismo sentido se van sucediendo a lo largo del todo el siglo XVII, como las «Condiciones con las cuales se ha de rematar la limpieza y el empedrado de todas las plaças y calles de esta villa de Madrid», de 1620, o las Ordenanzas municipales de 1639, 1659, 1660 y 1719. Pero la reiteración de todos estos preceptos son, antes de nada, evidencia de su incumplimiento, lo que se corresponde con la situación descrita por los viajeros extranjeros citados. Todavía, en 1746, un escrito anónimo recogido por Mesoneros afirma: «hace sucio a Madrid lo que se vierte por sus ventanas». Unos años después, el italiano Beretti llama a la ciudad «cloaca máxima, pues paseando por sus calles se está como en letrina»
[Lafuente, A. Guía del Madrid científico. Ciencia y Corte. Madrid: Consejería de Educación y Cultura de la CAM-CSIC, 1998, pág. 135];
y, por último, el marqués de Villa San Andrés, describe con precisión «unas canales largas, desde las cocinas, arrojan a media calle, envueltas en aguas de fregar, las últimas porquerías de las casas»
[Domínguez Ortiz, A. «Una visión crítica del Madrid del siglo XVIII», in Anales del Instituto de Estudios Madrileños, VI (1970), pág. 301]".
[Arroyo Ilera, Fernando. «Arbitrismo, población e higiene en el abastecimiento hídrico de Madrid en el siglo XVIII», in Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, XXXVII (2004), pp. 261-262]

[Para más detalles sobre este asunto, cfr.: Esquivias Blasco, Beatriz. ¡Agua va! La higiene urbana en Madrid (1561-1761). Madrid: Caja Madrid, 1998].

RÍOS CONVERTIDOS EN CLOACAS.

De este modo, las ciudades españolas (y todas las europeas), carentes de redes de alcantarillado, se volvieron malolientes, y verdaderos estercoleros sus calles. Lo fue Sevilla, Valladolid, Valencia, Barcelona, Madrid... Y lo serán, como consecuencia, sus ríos cercanos, que son empleados como cloacas y alcantarillas, repletos de grandes restos en suspensión.

[Vid.: Molina Acevedo, Luis Carlos. Mierda. Símbolos y significados. Berlin: GD Publishing Ltd. & Co KG, 2016].


EL TÉRMINO 'RETRETE' COMO HABITÁCULO.

DE CUARTO RETIRADO Y SECRETO A LUGAR DONDE EXONERAR EL VIENTRE, fue un paso decisivo en el cambio de significado del término retrete. Lo hemos visto más arriba.

PERO EL TÉRMINO RETRETE, HASTA 1832 NO FUE ADMITIDO POR LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA DE LA LENGUA con el concepto de

cuarto retirado donde se tienen los vasos para exonerar el vientre y satisfacer otras necesidades semejantes. Excretoriis vasis secessus”,
[RAE. “Diccionario de la lengua castellana por la Real Academia Española” (Séptima edición. Madrid: Imprenta Real, 1832, pág. 655]

y que ya recogieron, por ejemplo, E. de Terreros y Pando

"lugar, ó cuarto separado para hacer las necesidades comunes",
[Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes y sus correspondientes en las tres lenguas francesa, latina e italiana.... Vol. III. Madrid: Viuda de Ibarra, 1788, pág. 369]

o M. Núñez de Taboada:

"cuarto pequeño para retirarse. El cuarto retirado donde se tienen los vasos para exonerar el vientre",
[Diccionario de la lengua castellana para cuya composición se han consultado los mejores vocabularios de esta lengua y el de la Real Academia Española, últimamente publicado en 1822; aumentado con más de 5000 voces o artículos que no se hallan en ninguno de ellos. Vol. II. París: Seguin, 1825, pág. 538.].

De esta manera fue derivando el concepto de «aposento pequeño y recogido en la parte más secreta y apartada de la casa», de S. de Covarrubias, a esta nueva acepción, que ya dejó expresa él mismo al hablar del "Consejo de Cámara":

«'cámara' se dize el excremento del hombre, y 'hazer cámara', proveerse; por su propio nombre 'cacare'. Pienso yo, que por ser cosa que se haze en lo escondido y retirado se llamó 'cámara', como el lugar común de purgar el vientre, se llama 'privada' y 'letrina', por hazerse privada y escondidamente».
[Covarrubias Orozco, Sebastián de. Tesoro de la lengua castellana o española. Madrid: Luis Sanchez, 1611].

Así, pues, sólo a finales del siglo XVIII, principios del siglo XIX, podemos decir que se puede emplear la voz "retrete", como sinónimo de lo que se entendía en los siglos XVII y principios del XVIII como:

• "común",
• "excusado": «vale assimismo separado (...), aposento o pieza de la casa, que está separado (...), se dice quarto excusado» [Diccionario de Autoridades, Tomo III. 1732],
• "letrina": «lugar destinado en las casas, con una comunicación subterránea, para echar las immundicias y excrementos» [ Diccionario de Autoridades, Tomo IV. 1734],
• "necessaria": «letrína o lugar para las que se llaman necessidades corporales, de donde tomó el nombre» [Diccionario de Autoridades, Tomo IV. 1734].
• "privada": «La letrína, secreta o necessária que se fabríca y sirve para exonerar el vientre» [Diccionario de Autoridades, Tomo V. 1737],
• "secreta": «se toma tambien por lo mismo que Necessaria, ò Letrina» [Diccionario de Autoridades, Tomo VI. 1739],
porque ya es usada de manera habitual..., aunque sea de manera privada y sólo en casas nobles o de determinado poder adquisitivo, tal y como podemos constatar de manera escrita.

Así es como distingue estos términos Pedro María de Olive:

«Letrina — Garita — Comun — Igriega — Lugar escusado — Retrete.
Estas palabras refiriéndose á una idea comun se diferencian en que 'letrina' se refiere á un lugar en donde muchas personas juntas hacen sus necesidades naturales, y que por la misma razon exhala mal olor y está siempre sucio. 'Garita' espresa [sic] esto mismo, pero con menos estension [sic]. 'Comun' es el lugar destinado á los mismos usos en las casas particulares, y cuando en estas casas viven muchos vecinos se le llama 'I griega' por la semejanza que forman los conductos con esta letra. En el lenguaje culto se llama á este sitio 'lugar escusado'. Y 'retrete' al cuarto inmediato á los dormitorios destinado para una necesidad urgente».

[Olive, Pedro María de. Diccionario de sinónimos de la lengua castellana. Madrid: Imp. de I. Box, 1843, pág. 251.]

Para entender el término "igriega", reparemos que el 14 de mayo de 1761 Carlos III aprobó la “Instrucción para el nuevo empedrado, y Limpieza de las Calles de Madrid, en que se contiene substancialmente el Proyecto de Don Francisco Sabatini”, compuesta de 13 artículos, y que en la V se señala que

todos los cuartos y casas de la Villa debían tener otros para la evacuación de la inmundicia principal, aguas negras o mayores, conectados a pozos negros o sépticos construidos a la debida profundidad y forma, para que pudieran limpiarse a su debido tiempo. Quedaban exceptuados los inmuebles que podían verter directamente a las alcantarillas existentes. Estos conductos debían ser de barro, de 14 dedos de diámetro y revestimiento vítreo en su interior. Tenían que construirse en el interior de los muros de la casa, machihembrados, disponiendo un tramo en forma de i griega -Y-, para usar uno de sus brazos cortos como vertedero, sin rejilla y con tapón, y, el otro, para conectar con el del cuarto del piso superior y sucesivos, hasta llegar al tejado donde abiertos favorecerían su ventilación. La evacuación de las aguas mayores debía ir a parar a los pozos negros en tanto se pudieran continuar “las Minas y Conductos de que trató Don Joseph Alonso de Arce”. Conforme se fueran ejecutando estos canalones se debían quitar los de madera que se habían empleado hasta entonces. Para dar fuerza a esta disposición se prohibió rigurosamente arrojar cualquier despojo o inmundicia por las ventanas, aún a las horas que hasta entonces se había permitido a la población. Con esta medida se ponía fin a una tradición, la del ¡Agua va!, que durante tantos siglos había imperado y afectado a las calles y a los vecinos de la Villa.
[Pero todos los proyectos que se realizaron durante la primera mitad del siglo XVIII para mejorar la limpieza y la higiene de Madrid fracasaron].
[AA.VV. Historia del saneamiento de Madrid. Madrid: Fundación Canal, 2015, pág. 76]

Por tanto, las igriegas, según el Diccionario de las nobles artes, para instrucción de los aficionados, y uso de los profesores, de Diego Antonio Rejón de Silva (Segovia: Antonio Espinosa, 1788, pág. 215), se dice que se usa en Madrid como sinónimo de "letrina o garita", y «dícese así porque los caños del conducto forman una Y en las reparticiones de cada quarto». Así pues, pasó de designar el sumidero en Y a designar, por extensión, la estancia completa. De manera similar lo recoge Terreros y Pando en su obra citada, Diccionario Castellano con las voces de Ciencias y Artes, quien al definir la voz "letrina" nos dice que es «hoyo o sumidero que se hace en las casas para arrojar el excremento humano [...] o, como hoi le llaman en Madrid, I griega, por tener esa figura», y al definir "igriega" dirá: «lo mimo que canal, ó de aguadero interior, ó en la pared maestra».

Hechas estas matizaciones, volvemos a nuestro propósito.

ACTUALMENTE, EL DRAE DEFINE "RETRETE" COMO

aposento dotado de las instalaciones necesarias para orinar y evacuar el vientre”.

Consecuentemente, este aposento conlleva poseer, en nuestros días, un

"recipiente en forma de taza, generalmente de porcelana o loza esmaltada, que sirve para orinar y evacuar el vientre en postura sentada; está provisto de una cisterna con agua para limpiarlo después de su uso y está conectado a una tubería de desagüe que se comunica con las cloacas".

ESTA PALABRA, QUE USAMOS COMO DEFINITORIA, HA TENIDO Y TIENE VARIAS DECENAS DE SINÓNIMOS Y EUFEMISMOS, como hemos podido comprobar, y veremos, que recolectadas quedarían así:

aseo, cuarto de: «cuarto de reducido tamaño de un edificio, con lavabo, inodoro y a veces algún otro sanitario». DRAE, 2014.
baño/s, cuarto de: «retrete. Cuarto de baño: cuarto de un edificio, con lavabo, ducha, bañera, inodoro y otros sanitarios». DRAE, 2014.
beque: «retrete de la marinería». DRAE, 2014.
común: «retrete. Aposento». DRAE, 2014.
evacuatorio: «urinario». DRAE, 2014.
escusado (excusado): «reservado, preservado o separado del uso común. Retrete». DRAE, 2014.
garita: «en los retretes, cada cuarto con asiento». DRAE, 2014.
inodoro: «aparato sanitario para evacuar los excrementos y la orina, provisto de un sifón que evita los malos olores». DRAE, 2014.
igriega: «retrete. Aposento». No incluida en DRAE.
lavabos: «retrete dotado de instalaciones para orinar y evacuar el vientre». DRAE, 2014.
letrina: «retrete colectivo con varios compartimentos, separados o no, que vierten en un único tubo colector o en una zanja, empleado aún en campamentos, cuarteles antiguos, etc. Lugar destinado en las casas para verter las inmundicias y expeler los excrementos». DRAE, 2014.
mingitorio: «urinario». DRAE, 2014.
necesaria: «letrina. Retrete». DRAE, 2014.
quiosco de necesidad: «retrete público». DRAE, 2014.
reservado: «retrete. Aposento». No incluido en DRAE.
sanitarios: «retrete de uso público». DRAE, 2014.
secreta: «retrete, escusado». DRAE, 2014.
servicio/s: «retrete. Aposento». DRAE, 2014.
servidumbre: «retrete. Aposento». DRAE, 2014.
tocador: «aposento destinado al aseo y peinado de una persona». DRAE, 2014.
toilet: anglicismo derivado del francés 'toilette'. No incluida en DRAE.
tigre: eufemismo, voz de germanía. No incluida en DRAE.
urinario: «Lugar destinado para orinar y en especial el dispuesto para el público en calles, teatros, etc.». DRAE, 2014.
váter
: anglicismo, «cuarto de baño». DRAE, 2014.
vespasiana: italianismo, «retrete público». No incluido en DRAE.
w.c.: anglicismo, «cuarto de baño». No incluido en DRAE.

EL TÉRMINO 'RETRETE' COMO MUEBLE.

Igualmente, amén de considerar el "retrete" como un espacio, hemos visto más arriba que ya se inventaron "catedhras" o sillones o bancos para sentarse y poder hacer las necesidades, que eran móviles, y que se denominaban también "retretes".

EL MODELO, PUES, PARA ESTE MUEBLE FUE ROMANO, Y DE ÉL DERIVARON LAS ANTIGUAS SILLAS VATICANAS, “SEDIA STERCORARIA (silla estercolera) que acompañaba a los primeros papas para hacer sus necesidades, y que, tras la impostura de la papisa Juana, en el año 857, serviría para realizar el ritual de “tocar los huevos” (con perdón) al Papa y verificar que era hombre, diciendo: "duos habet et bene pendentes" (esto es: 'tiene dos y cuelgan bien'):

Para ello se arbitró una silla de mármol rojo con un orificio en el centro, que permitiría la exploración de los genitales del papa. Esta silla procedía de los antiguos baños públicos de Roma, y su función había sido la de retrete. (...) La silla estercolera aparece en una guía de las iglesias de Roma que compiló William Brewyn en 1470 y que señala la existencia de dos o más sillas de mármol rojo con dos o más aberturas, mediante las cuales se prueba si el papa es hombre. Parece que tales sillas se guardaban a la sazón en la capilla de San Salvador de la basílica de San Juan de Letrán. Oficialmente se trata de un retrete móvil que utilizaban los papas medievales. Otros autores lo califican de 'silla de baños', una especie de bidet empleado en las Termas de Caracalla.
El Ceremonial Romano describe que el papa electo debía sentarse en una silla sin asiento, para que no olvidara que, pese a la alta dignidad a la que se le elevaba, no era más que un hombre sometido a las necesidades humanas.

[Martos Rubio, Ana. Papisas y teólogas. Mujeres que gobernaron el reino de Dios en la Tierra. Madrid: Nowtilius, 2008, pág. 196].

Este ritual fue eliminado por el papa Adriano VI en el siglo XVI, aquel que fue Regente de España durante la ausencia del Emperador Carlos I de nuestra patria, cuando se produjo la guerra de las Comunidades y revueltas de las Germanias.

ESTE ARTILUGIO, DESDE EL RENACIMIENTO, ENTRE LA NOBLEZA EUROPEA FUE EMPLEADO CON GRAN DERROCHE DE IMAGINACIÓN E INGENIO, como hemos dicho más arriba. Ábrase cualquier manual, y rápidamente saldrán las referencias a los bocetos de Leonardo Da Vinci realizados para el rey Francisco I de Francia, en su castillo de Amboise, en el que detalla que su invento , que contaría con canalizaciones intramurales y tubos de ventilación, debería girar, "como las ventanitas de los monasterios por medio de un contrapeso". Éste tenía, además, un sistema de tres partes de agua caliente que se mezclaba con una parte de agua fría para garantizar una temperatura conveniente. Ahora bien, este invento era una "letrina" perfeccionada, no un mueble.

Y luego los inventados y empleados en la época isabelina inglesa, primero con J. Harington, y luego mejorados por Cummings, y otros, una vez descubierto que el elemento fundamental para la evacuación, depuración y saneamiento de las deyecciones es el agua. Nombres e historias que a nuestro propósito no vienen al caso, ni siquiera el de Thomas Crapper, a pesar de ser quien dará nombre al retrete en inglés, gracias a su invento del sifón.

En efecto, se hizo tan popular que hoy los hablantes de lengua inglesa emplean “crapper” para referirse al “retrete”, quizá por analogía con el término “crap” usado desde la Edad Media para mencionar a la “mierda”. Más aún, en castellano decimos “váter” al “retrete”, por que a su nuevo aparato lo denominó “water closet", esto es, "armario del agua", que simplificó con las iniciales "W.C.”, y que vemos en tantos establecimientos públicos.

Y como reconocimiento burlesco a la paternidad del invento, los franceses tildaron al retrete móvil como "cabinet d'aisance à l'anglaise" (gabinete de facilidades a la inglesa), desde al menos 1737.

EL RETRETE REAL DE FERNANDO VII EN EL MUSEO DEL PRADO.

Del uso del "retrete" como "cuarto retirado", es decir, acoplado a la definición que se venía empleando de "garita" («aposento pequeño, con un asiento, á donde va á parar el conducto de una letrina, por el qual se vierten las inmundicias. En general toda pieza en que solo cabe una persona se llama 'garita'», tal y como lo define el Diccionario de las nobles artes, para instrucción de los aficionados, y uso de los profesores, de Diego Antonio Rejón de Silva (Segovia: Antonio Espinosa, 1788, pág. 112) dará ejemplo claro el esposo de nuestra reina María Cristina de Borbón, el rey Fernando VII, quien cambiará también, como hemos constatado que venía siendo ya habitual, la "desvergonzada" y poco decorosa costumbre real europea de no “retraerse” a ningún “escusado” para hacer sus necesidades fisiológicas en ninguna ocasión, por ser todos los actos de su Majestad públicos, llegando a hacer antaño tan "desahogada acción"públicamente en audiencias y recepciones, como consta por múltiples comentarios en memorias y biografías diversas que no es ocasión de detallar ahora.

Traigamos, pues, a la memoria el "retrete" que se mandó construir en el Museo del Prado el rey Fernando VII, similar a los existentes en otros palacios borbónicos. En efecto, sabemos que la sala 39 del Museo del Prado fue una sala reservada a los reyes para su “descanso” durante el siglo XIX. Esta sala es un pequeño habitáculo destinado como “retrete” o zona de aseo, que todavía se conserva. Mide 2,70 por 2,45 m, presenta las paredes decoradas con pinturas al temple de estilo neoclásico muy fernandino, como podemos ver en la imagen de la izquierda,y cuya descripción completa de la habitación podemos leer en https://www.museodelprado.es/aprende/enciclopedia/voz/retrete-de-fernando-vii/6f42d8f3-24b8-4329-beb6-9ab1e90db7d2.

ALLÍ ESTABA UBICADO TAMBIÉN UN MUEBLE-RETRETE de finas maderas con incrustaciones de bronce dorado en forma de sillón, con respaldo tipo peineta, en cuyo asiento se abría un orificio. Tanto el asiento como el respaldo estaban forrados de terciopelo. Este mueble se encuentra actualmente en el Museo del Romanticismo de Madrid, y se corresponde con la imagen de la derecha.

El “asiento-retrete” fue encargado por Fernando VII, pero se terminó durante la Regencia de la Reina María Cristina, como consta por las facturas que su autor reclamaba todavía en 1835, y aún tiempo después.

Para que su Magestad “hiciera sus deposiciones” cómodamente se hizo el magnífico asiento, cuyas inmundicias no caían a alcantarillado alguno, sino que eran depositados en recipientes que posteriormente eran limpiados. Sistema que fue común durante casi todo el siglo XIX en España.
[Cfr.: Pérez Sánchez, Alfonso E. «El autor de la decoración del retrete de Fernando VII en el Prado», in Boletín del Museo del Prado, vol. VII, n.º XIX, Madrid, enero-abril de 1986, pp. 33-38.]

UN RETRETE PARECIDO MANDÓ CONSTRUIR AÑOS ANTES FERNANDO VII EN EL REAL SITIO DE EL PARDO (como vemos en la imagen de la izquierda):
«Sigue un gabinete tocador, con otra habitación retrete en su extremo de la derecha, construido en la época de Fernando VII.
La habitación exterior tiene entre sus tapices el que representa 'Una escena de caza de jabalí' muy interesante, y otro sobrepuerta, con 'Un águila', que es sin duda el mejor de la sala.
El mueble tocador, estilo clásico, de caoba y molduras de bronce, es de lo más caracterizado; y de sumo gusto los juegos que hay sobre la mesa y chimenea, así como la seda del cortinaje y muebles, que como casi toda la existente en el palacio, es de fabricación española, y procede de Talavera de la Reina.
El techo de esta sala, pintado en 1825, resulta, como el del retrete, de más gusto que mérito; y las paredes de la habitación interior están estucadas de escayola, haciendo un conjunto agradable por los dibujos y colores de ella; este retrete tiene una bonita fuente con pila de piedra y grifos de bronce; el asiento es de caoba».

[Ayala y Raya, Manuel. Real Sitio de El Pardo (1893). Madrid: Maxtor, 2011, pág. 42].

ÉSTOS MUEBLES ERAN "SILLAS-RETRETES" MUY PARECIDAS a la existente en la sala del tocador o retrete de la reina su madre, doña María Luisa de Parma, en la Casa del Labrador del Palacio de Aranjuez, de 1800, como podemos ver en la imagen de la izquierda. Esta sala, de un incipiente estilo imperio, es obra del estuquista Antonio Marzal, que imitó e incluso superó las obras semejantes de los hermanos Brilli en el Palacio Real de Madrid, siguiendo la maqueta en que Isidro González Velázquez parece atenerse a diseños de J.D. Dugourc. Como observamos contiene pilastras jónicas que encuadran paneles ornamentados con tan extremado refinamiento que resulta casi excesivo el carácter preciosista de esta pieza. Las pinturas de la bóveda fueron llevadas a cabo por Zacarías González Velázquez, que contienen alusiones al Aire, la Vigilancia, la Fuerza y el Descanso. El magnífico suelo marmóreo integra fragmentos de mosaico romano. La consola, con fasces y guerreros, es en realidad el modelo de la definitiva, que no llegó a hacerse, en bronce, pero sí las banquetas con cabezas egipcias. Y, al fondo, la silla-retrete:
«destinado a fines higiénicos, en maderas embutidas con aplicaciones de bronce dorado y plata, obra probable del Real Taller; cuatro sitiales de bronce pavonado, con remates de cabezas egipcias y pies de cabra, imitando la forma de la silla curul romana; y una sorprendente consola en madera esculpida simulando bronce. Dos guerreros, apoyados en sendas fasces de lictor, sustentan el faldón, adornado por un friso con motivos vegetales en blanco cuya parte central ocupa una tarjeta con un busto coronado cuya parte central ocupa una tarjeta con un busto coronado por dos victorias aladas. Trofeos militares romanos -banderas, fasces, coraza, casco espada-, tallados igualmente en madera, descansan sobre el pedestal de mármol».
[López Castán, Ángel. "La ebanistería madrileña y el mueble cortesano del siglo XVIII" (II), in Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, XVII (2005), pág. 99]

Mas, como hemos dicho, la bonita silla del Museo del Prado no fue usada nunca por Fernando VII...
¿Y por el Duque de Riánsares? Quizá en algún momento en que la Reina, su consorte, visitara el Museo del Prado, lo hiciera.

Pero hemos dicho que queremos hablar de los "retretes públicos", no de los del rey o la reina y su corte.

EL PRIMER RETRETE PÚBLICO CONTEMPORÁNEO DE ESPAÑA.

PREÁMBULO.

Gracias a Don José Gavira Martín, profesor de Geografía en la Universidad Central de Madrid y Bibliotecario de la Real Sociedad Geográfica (1903-1951), que hallándose recopilando datos en la Biblioteca Nacional, para hacer un estudio sobre la iglesia de San Cayetano (y que publicaría en 1927), vieron la luz una cuartillas de D. Basilio Salvador Castellanos y Losada, y que relatan algunos hechos sustanciales del Madrid del siglo XIX.
[para el caso que nos ocupa, cfr. “Revista de la biblioteca, archivo y museo” del Ayuntamiento de Madrid, 12 (1935), pp. 255 y ss.]

D. Basilio Salvador Castellanos y Losada, nacido en Madrid el 14 de junio de 1807 y fallecido en la misma ciudad el 6 de junio de 1891, fue un estudioso políglota (conocía el italiano, francés, inglés, alemán, latín, griego, árabe y hebreo), Secretario y Gentilhombre de Fernando VII, maestro de Isabel II, Oficial de la Biblioteca Real (Biblioteca Nacional), miembro del Cuerpo de Archiveros y Anticuarios, Director de la Real Academia de Arqueología y Geografía del Príncipe Alfonso, que él mismo fundó en 1837, y Director del Museo Arqueológico Nacional. Y entre sus muchos escritos, nos facilitó en sus inéditas obras manuscritas, “Anales de la Villa y Corte de Madrid” y “Dietario de los sucesos de Madrid”, diversas noticias que abarcan desde 1830 a 1878, tales como el alumbrado público (a gas, que se inauguró en 1832, en los lugares principales de la villa, entre ellos la Puerta del Sol), la nueva forma de numeración de las casas y el nuevo callejero, el cambio del empedrado por el adoquinado, el servicio de recogidas de basuras, de bomberos y serenos, etc...
Así, por ejemplo, sobre el empedrado, nos dirá D. Basilio:

La calle de Alcalá se empedró por este sistema en septiembre de 1842, y en la ancha de Peligros se hizo este mismo mes un ensayo de empedrado de cuñas de madera, cosa muy peligrosa por muchos títulos, y entre ellos el que no haciendo ruido los coches expone a los pasajeros a muchos atropellos, razones por las que a los ... (sic) años se levantó esta especie de solado. En la última semana de abril de 1845 se ensayó en el trozo que por delante de Correos pasa a la nueva de Pontejos un empedrado a lomo hecho a cuadros, formado por adoquines o listas de piedra berroqueña amosaicados de piedra pedernal a cuñas, cubiertos y embutidos con mezcla de cal y arena. Este ensallo [sic] siguió en la calle de la Biblioteca. En 1847 se empedró ya a lomo con adoquines para mayor comodidad y limpieza. Terminada de este modo la calle Mayor, en febrero de 1848 se empedró del mismo modo la Puerta del Sol, abriendo sumideros de alcantarilla, colocando muchísimas aceras laterales y una plazoleta semicircular de asfalto delante de la iglesia del Buen Suceso (que ya no existe) que se acabó el 13 de marzo, en la que se incrustó un letrero dorado que dice: ‘Hecho siendo Corregidor el Conde de Vista Hermosa’. En junio de 1848 se empedraron a mosaico, o sea con adoquines, la calle de la Montera y Red de San Luis, y en todo el resto de este año quedaron amosaicadas las calles principales del centro, El 13 de julio de 1849 se empezó a empedrar a lomo con cajonadas de piedra la calle de Alcalá.

TODO SE AGILIZÓ POR EL MIEDO AL CÓLERA MORBO.

En efecto, en 2 mayo de 1832, tal y como proclama el “Diario de Avisos de Madrid”, núm. 123, pp. 514 y ss., conocido que en Inglaterra se está manifestando

“la terrible enfermedad conocida con el nombre de cólera morbo, se apresuraron las autoridades á excogitar los medios oportunos de prevenir la introduccion en nuestro suelo del azote devastador, que despues de haber recorrido los inmensos paises del Asia invadiera por fin la Europa, dejando en todas partes borrosos vestigios de su pestífera influencia. Así es que á virtud de la excitacion que con fecha 7 de marzo último hizo el ayuntamiento de esta muy heróica villa dicho Excmo. Sr. Decano gobernador del Consejo en concepto de presidente de la junta suprema de Sanidad del reino, y á la que con igual objeto dirigió posteriormente á dicha corporacion la real academia de Medicina y Cirujía de esta corte, empeñó su celo en el mejor éxito de esta empresa, elevando al Rey nuestro Señor un proyecto de policía sanitaria, dividido en disposiciones puramente higiénicas ó preventivas, y en actuales ó positivas, para el triste caso de que la divina Providencia quisiera hacernos probar el rigor de su justicia.
Nuestro excelso Soberano, á cuya paternal solicitud ninguna facultad es mas lisonjera que la de prodigar beneficios y derramar consuelos, aguardaba con impaciencia el producto de estos trabajos, que no solo se complació en aprobar, sino que con el fín de hacerlos efectivos nombró en el acto mismo la junta de que ya se ha hecho mérito.
Instalada esta emprendió sus tareas con aquella seguridad que da siempre la buena intención, y el convencimiento de un apoyo efectivo ; mas como antes de hacer notorios sus trabajos conviene dar á conocer las disposiciones, á cuya pronta ejecución se dirigen, ha creido la junta oportuno ponerlas en este lugar por el orden con que han sido aprobadas (...).
[Y entre ellas se citan:]

Obsérvese a la izquierda,
este antiguo urinario público de Toledo,
de finales del siglo XIX
“11. Procurarán construirse en ciertos puntos de la capital igriegas ó comunes públicos, con el fin de precaver la asquerosidad que hoy se observa no solo en las calles excusadas, sino en muchas principales y concurridas.
12. Como la limpieza de noche exige tanto mayor cuidado cuanto que las materias escrementicias se descomponen con la fermentación y despiden gases mefíticos y pestilentes, es indispensable reforzar este ramo, como el de la limpieza de dia, de modo que no se dé lugar á que rebosen los pozos, ni á que se estanquen las aguas inmundas por falta de una extracción oportuna y anticipada.
13. En los ramales alcantarillados se verterán con abundancia aguas claras, que aumentando la corriente eviten la fetidez que exhalan los sumideros, en los cuales convendrá quemar leñas verdes aromáticas, como pino, enebro, romero &c.”

Pronto el Ayuntamiento de Madrid, a través de su Alcalde, D. Domingo María de Barrafón, recogió estas instrucciones en un bando de 7 de mayo de 1832. Y como al poco, en la primavera de 1833, a través de las tropas conjuntas contendientes en la Guerra de Sucesión portuguesa, que desembarcaron allí, se propagará el cólera morbo, expandiéndose por toda España, volverá a sacarse un nuevo bando el 3 de septiembre de 1883. Finalmente, llegado el año 1834, en el mes de julio, llegó el cólera morbo a asentarse en Madrid, causando más de 4500 muertas, y conllevando previamente la revuelta popular que ocasionó las cruentas matanzas de frailes, a los que señalaban como culpables, por haber envenenado las aguas. Así se refería a este suceso un bando municipal del Alcalde de Madrid de esa época, D. Pedro Manuel Velluti y López de Ayala, XII marqués de Falces y XV conde de Santiesteban de Lerín,de 20 de julio de 1834, recogido por La Abeja, de 20 de julio:

«Habitantes de Madrid: las tristes escenas de que habéis sido testigos en el día de ayer prueban la perversidad de los enemigos de nuestra Patria, que tomando diversas máscaras, y aprovechando cualquier pretexto, sólo quieren la ruina y la destrucción, inicuos medios de conseguir sus fines solapados. La consternación que generalmente ha producido el aumento de las enfermedades reinantes les ha ofrecido la ocasión de exaltar los ánimos haciendo creer que las fuentes públicas se habían envenenado, y que los alimentos que se venden son nocivos; ideas que no admitiría quien piense a sangre fría la dificultad de la ejecución de tal trayecto, y la imposibilidad de realizarlo, excluyendo a tales personas. Pero las pasiones, una vez conmovidas, no permiten la reflexión, y se ha abusado de algunos pocos para cometer excesos y atentados, indignos de un pueblo civilizado, y que se gloria de haber recobrado sus fueros. Sé que se han cometido por pocos individuos: pero la curiosidad e indiferencia de otros anima a que se efectúen los crímenes con cierta apariencia de popularidad, y expone a los que así se presentan a ser objeto del rigor de las disposiciones militares. En su consecuencia, para evitar estos peligros, renuevo la prohibición que contiene el bando publicado ayer por el Excelentísimo Señor Gobernador Civil de la Provincia de no reunirse grupos de más de diez personas: en inteligencia de que serán disueltos a la fuerza, y los que los compongan serán arrestados y juzgados por el tribunal competente como sediciosos. Madrid, 18 de julio de 1834. El Marqués de Falces».
Recordemos que durante todo este tiempo de epidemia la reina Gobernadora María Cristina de Borbón, con toda su familia, se trasladó a la Granja de San Ildefonso, quedando aislada de cualquier posibilidad de contagio. [Para más detalles sobre este asunto del cólera morbo de 1834, vid. en este blog, nuestra entrada]. Luego, a partir del 29 de agosto, embarazada que estaba de su primera hija, se retiró a El Pardo, donde con la disculpa de la situación sanitaria de Madrid, pasó los tres últimos meses de gestación alejada de las miradas, dando a luz a María de los Desamparados, entre las once y las doce de la noche, del día 17 de noviembre de 1834, asistida por su suegra, Eusebia Sánchez, y el médico de palacio, Juan Castelló. Esa misma noche, la niña saldría del Pardo en dirección a Segovia, siendo entregada a Rafaela Tadea Castañedo, viuda del que había sido administrador de la Granja Villanueva. Se encontrarían la mayor parte de los días con la niña en la finca de Quitapesares, hasta que nacida su segunda hija, al año siguiente, el 8 de noviembre de 1835, ésta y su hermana serán conducidas a París, acompañadas del abuelo de ambas, Juan Muñoz y Funes, padre de Fernando Muñoz, y del tío del confesor taranconero Marcos Aniano González, y también sacerdote, Juan González Cabo-Reluz (1788-1868), quien luego sería decano de la Facultad de Teología de la Universidad Central de Madrid y Académico de la RAE a partir del 21 de enero de 1841.

La Gaceta de Madrid, del 7 de julio de 1834, núm. 140, pág. 1 publicó una "instrucción que se debe observar para precaverse del colera morbo, y para tratarlo en el principio de su invasión, formada por la junta de Sanidad de esta capital, en cumplimiento de la Real Orden de 30 de junio próximo pasado".

Por eso se hizo un nuevo bando el 18 de julio de 1834. El conjunto de los bandos se puede resumir en los siguientes puntos:

1. Translación de los muladares a puntos distantes de la Capital.
2. Aumento de la limpieza de calles y plazas.
3. Prohibición de criar ganado de pezuña hendida en tahonas o corrales dentro de la población.
4. Prohibición de fabricar cuerdas de vihuela, velas de sebo. unto para carruajes, pieles adobadas y almidón dentro de la Capital.
5. Obligación de extraer diariamente el estiércol de las caballerías.
6. Prohibición de criar gallinas en los patios de las casas.
7. Construcción de aseos públicos para «evitar la asquerosidad que hoy se observa no sólo en las calles excusadas, sino en muchas principales y concurridas».
8. Vertido de aguas claras en las alcantarillas para facilitar su limpieza e ignición de maderas aromáticas que evitarán el hedor.
9. Evitar el hacinamiento de basuras y la permanencia de animales muertos en la vía pública.
10. Establecimiento de los almacenes y puestos de pescado en los arrabales.
11. Vigilancia de los mismos y de los demás alimentos a cargo de los regidores de Repeso.
12. Traslación del matadero situado en el cerrillo del Rastro, al de vacas.

[Puerto, F. J. et San Juan, C. «La epidemia de cólera de 1834 en Madrid», in Estudios de Historia Social, IV (1980), pág. 30].

Y aunque se adoptaron estas medidas, una vez desaparecida la epidemia (el 26 de septiembre de 1834) desaparecieron éstas también. No obstante,

«Las medidas de saneamiento (construcción de alcantarillado, traslado de muladares y matadero, limpieza de pozos negros, etc.) fueron seguramente las que mayor permanencia tuvieron y significaron el afianzamiento de la preocupación de las autoridades por las mejoras urbanísticas relacionadas con aspectos de salubridad pública. Destacan en este sentido las apreciaciones de los médicos que realizaron las inspecciones de las casas haciendo constar, como aspectos nocivos, la falta de ventilación, la poca luz y el número excesivo de personas que convivían en una misma habitación. (Aunque no se tomó ninguna medida para remediarlo). También son frecuentes las referencias a la mejora de la higiene de los patios interiores y a la limpieza de los pozos negros. En conjunto los gastos en medidas de saneamiento y limpieza suponen un 35,40 por 100 sobre el total [del presupuesto que dispuso la Junta de Sanidad de Madrid para financiar las medidas tomadas antes y después de la epidemia], lo que nos confirma la importancia que se concedió a estos aspectos en la prim,era mitad del siglo XIX».
[Puerto, F. J. et San Juan, C. «La epidemia de cólera de 1834 en Madrid», in Estudios de Historia Social, IV (1980), pág. 45]

EL IMPULSOR DEL PRIMER RETRETE PÚBLICO EN ESPAÑA FUE D. JOAQUÍN VIZCAINO, MARQUÉS VIUDO DE PONTEJOS, ALCALDE DE MADRID.

Joaquín Vizcaíno, Marqués viudo de Pontejos,
Alcalde de Madrid.
Retrato de la Galería de Alcaldes,
realizado por Antonio de Esquivel
Y en estas nos encontramos con D. Joaquín Vizcaíno y Martínez Moles, marqués viudo de Casa Pontejos, Alcalde de Madrid de 1834 a 1836 (luego senador por La Coruña, de 1837 a 1840), quien propiciará diversas mejoras en la ciudad (basándose en una Memoria dedicada a la "Salubridad, Comodidad, Ornato; Seguridad, Vigilancia, Benificiencia; al Trabajo e Industria; y a la Instrucción y Recreo", que había establecido Ramón Mesonero Romanos, según cuenta él mismo en sus Memorias de un setentón, natural y vecino de Madrid. Madrid: Renacimiento, 1926. Tomo 2, Cap. XI, 1. y 2., pág.134 y ss.).

Así impulsará el levantamiento de un minucioso plano topográfico de la Villa, en virtud del cual se numeraron las manzanas y rotularon las calles, eliminando los duplicados o de nombres ridículos (calle de Sal si puedes, p. ej.); reformó el empedrado de las calles, eliminó el arroyo central de las mismas, y se elevaron las aceras; estableció la reglamentación de los serenos, policía urbana, mataderos y mercados; inauguró el mercado de los Mostenses y estableció el primer gasómetro para iluminar la calle del Príncipe y la Carrera de San Jerónimo; fundó la Escuela de Párvulos, el Asilo de San Bernardino y la Caja de Ahorros y Monte de Piedad; mandó plantar numerosos árboles... y, para lo que nos interesa y ocupa, estableció los primeros retretes públicos. De hecho, por su labor, pronto recibió nombre de calle y plaza cercanas a la Puerta del Sol.

[Cfr.: Corral, José del. "La Galería de retratos de Alcaldes", in Villa de Madrid. Revista del Excmo. Ayuntamiento, 57 (1977), pág. 9].

Además, siempre hay que mencionar, cuando se hable del antiguo "Ateneo científico, literario y artístico", nueva ave fénix de la antigua "Junta Extraordinaria de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País", al marqués viudo de Pontejos. Así, celebrada sesión el 31 de octubre de 1835, en los salones del Ayuntamiento, un grupo de intelectuales elegidos como Comisión (Salustiano Olózaga, ANtonio ALcalá Galiano, el Duque de Rivas, Juan Miguel de los Ríos, Fº López Olavarrieta, Mesonero Romanosy Fª José Fabra) fue autorizado para "solicitar del gobierno el permiso correspondiente". El marqués de Pontejos hablará ante su Majestad en favor de la refundación. Y se consiguió, tal y como refleja el acta de 20 de noviembre de 1835 del Ateneo:

"S.M. la Reina Gobernadora que tanto se complace en tender una mano benéfica á todos los proyectos de utilidad pública, persuadida de que ningunos pueden serlo más que los que tienen por objeto difundir y generalizar la ilustración en todas las clases del Estado, se ha dignado conceder la autorización que la Sociedad Económico de esta Corte ha pedido á nombre suyo y de otros amantes de las luces para establecer un Atenéo literario, que ofreciendo un punto de reunión á todos los hombres instruidos, contribuya á facilitarles la mutua comunicación de sus ideas, ponerles por medio de los periódicos y obras extranjeras al nivel de los progresos que las ciencias hacen diariamente en otros países, para que puedan transmitirlos á los demás en las Cátedras desempeñadas gratuitamente por algunos de los socios. S.M. que se promete ver en el Atenéo uno de los primeros y más útiles establecimientos científicos de la capital, desearía que su organización pudiese servir de modelo á los que á imitación suya hubiesen de formarse; y espera por lo mismo que instalado que sea el Atenéo, remitirá á este Ministerio de mi cargo el Reglamento que hubiese formado para su régimen, á fin de poder darle la publicidad conveniente, y acelerar por este medio la realización de las benéficas, y filantrópicas miras de S.M. De Real orden..."

En efecto, la Reina María Cristina aprobó su establecimiento por Real Orden de 16 de noviembre de 1835.

RELACIÓN DE LOS DESCENDIENTES DE LA MARQUESA DE PONTEJOS Y CONDESA DE LA VENTOSA CON LOS DEL DUQUE DE RIÁNSARES.

Como vemos, este tal D. Joaquín, Marqués viudo de Pontejos, tenía una especial relación con la reina Gobernadora, no en vano era el ALcalde de la capital, pero también con el Duque de Riánsares, por poseer Doña Mariana de Pontejos y Sandoval, su esposa, al ser VIII Condesa de la Ventosa (y IV Marquesa de Casa de Pontejos), intereses y tierras en la provincia de Cuenca, concretamente en las poblaciones próximas a Huete, como Caracena (del Valle, actual Caracenilla) [Madoz, Pascual. Diccionario Geográfico-estadístico-histórico de España y sus, Vol. V., pág. 512], y todos los lugares del denominado Señorío de la Ventosa, poblaciones que actualmente se agruparon en 1973 como Villas de la Ventosa: Bólliga, Culebras, Fuentesbuenas, Valdecañas y Villarejo del Espartal.

José Mª Bernaldo de Quirós y González de Cienfuegos,
VIII Marqués de Campo Sagrado,
casado con Dª María Cristina Muñoz y de Borbón,
I Marquesa de la Isabela, I Vizcondesa de la Dehesilla.
Luego, además, surgirán los vínculos familiares. El primer vínculo que podemos establecer entre el Marquesado de Pontejos y Condado de la Ventosa, y el Ducado de Riánsares se estableció entre nietos: es el de una bisnieta de la reina María Cristina de Borbón y de D. Fernando Muñoz, Duque de Riánsares, que casará con el XI Conde de la Ventosa, D. José María Álvarez de Toledo y Samaniego (1881-1950), nieto de la Condesa de la Ventosa citada, en segundas nupcias de éste, el 5 de mayo de 1916, con Dª María de las Mercedes de Mencos y Bernaldo de Quirós (1885-1969), hija del IX Conde de Guendulain, Marqués de la Defensa, D. Joaquín María de Mencos y Ezpeleta (1851-1936), y de la I Marquesa de Eslava, con Grandeza de España, Dª María de la Fuencisla Bernaldo de Quirós y Muñoz (1863-1931).
El padre de Dª María de la Fuencisla fue el VIII Marqués de Campo Sagrado, D. José María Bernaldo de Quirós y González de Cienfuegos (1840-1911), Marqués de Campo Sagrado, hijo de José María Bernaldo de Quirós y Llanes (VII Marqués de Campo Sagrado, famoso por haber escrito el "Manifiesto del Hambre", de 1854, denunciando la situación calamitosa de Asturias); y su madre, Dª María Cristina Muñoz y de Borbón (1840-1921), Marquesa de la Isabela, hija de la reina Gobernadora Dª María Cristina de Borbón y de Fernando Muñoz, Duque de Riánsares. Esta María Cristina Muñoz y de Borbón fue I marquesa de la Isabela y I vizcondesa de la Dehesilla.



¿CUÁNDO SE CONSTRUYÓ EL PRIMER RETRETE PÚBLICO?.

D. Basilio también nos habló del, posiblemente, primer urinario (mingitorio) público de Madrid (¿y de España?), que fue aperturado un 21 de febrero de 1836, en la Puerta del Sol, frente a las gradas los Mentideros de San Felipe, más o menos frente a la actual pastelería “La Mallorquina”, y que anteriormente fuera el callejón de la Duda (donde apiolaron al II conde de Villamediana, Don Juan de Tassis y Peralta, en 1622, a las puertas de su palacio por “picar demasiado alto”), razón por la que pronto fue bautizado como el “Casino de la Callejuela de la Duda”, como así lo atestigua un anuncio del "Diario de avisos de Madrid”, de 22 de mayo de 1835, núm. 52 y de 29 de mayo de 1835, núm. 59, pág. 2, y que habla en estos términos:

Quien quisiere tomar de su cuenta la ejecución á toda costa del casino que se ha de construir en la calle de la Duda, destinado para comunes públicos y otros usos, acuda a la secretaría del escelentísimo (sic) ayuntamiento á enterarse del plano y condiciones formadas al intento y presentar las proposiciones arregladas” .

A la oferta no concurrió nadie, como relata el mismo “Diario de Avisos de Madrid”, de 9 de junio de 1835, núm. 70, pág. 3:

“Se ha publicado también la contrata para la construccion de comunes públicos en la calle de la Duda, entre la Mayor y la del Arenal; pero hasta hace pocos días tenemos noticia de que no se había presentado empresario alguno, y visto el apresuramiento con que concurren á las demás contratas, no podemos atribuirlo á otra cosa que á ciertas preocupaciones que existen entre nosotros, y que nadie se atreve á arrostrar. Creemos pues que la Villa será en último recurso la que empieze (sic) estas construcciones, y no dudamos que luego que el público haya reconocido su utilidad sobrarán empresarios para continuarlas hasta el número que exija la capital. Sabemos igualmente que se tratan de establecer en las esquinas menos frecuentadas de las calles y plazas y en los paseos públicos las cubas urinarias que tan buen servicio hacen en París, con lo cual se evitará la suciedad que ofrecen todos ó los mas portales de Madrid, y el escandalo publico que ocasiona la facilidad de situarse á orinar en cualquiera esquina sin miramiento alguno al transito de gentes. Véase sino al punto que ha llegado este abuso en las dos esquinas del Prado que forman las casas de Villahermosa y Alcañices: creemos pues que entre en la idea el señor corregidor el colocar del otro lado del paseo los comunes, é impedir absolutamente toda suciedad en dichas esquinas, para lo cual seria conveniente el poner como hacen en Francia, un letrero en ellas que previniera la prohibicion de orden de la autoridad, y la multa en que se incurriera por la contravencion”.

Por lo que el consistorio se puso manos a la obra a ejecutarla por sí mismo. Así lo relata el “Eco del Comercio”, de 10 de junio de 1835, núm. 406, pág. 3:

“Hemos visto que hoy ha comenzado la obra que nuestro infatigable corregidor tiene proyectada en la calle de la Duda para establecer comunes públicos en sitio tan ventajoso: la calle no tiene puertas que impidan el establecimiento, hay en ella una escelente [sic] alcantarilla, y el parage [sic] es de lo más centrado. Sabemos que el plan es establecer un cuerpo de edificio á lo largo de la calle, dejando paso franco por uno y otro lado: en el estremo [sic] del rectángulo que dá frente á las Covachuelas habrá un pabellon gótico para un depósito de flores; en el estremo [sic] opuesto que dá á la calle del Arenal otro pabellón con gabinete de lectura, y en el centro los comunes. Desde la fuente de la Red de S. Luis, cuya elevacion es suficiente, vendrá un caño de agua al centro del nuevo edificio, que después de formar un vistoso saltadero, sirva para el aseo y limpieza de las igriegas, que estarán servidas por individuos del establecimiento de S. Bernardino. Digna es de continuos elogios la actividad y zelo del caballero corregidor [a la sazón D. Joaquín Vizcaíno y Martínez Moles, marqués viudo de Pontejos]; pero lo que mas distingue su mérito es el esquisito [sic] gusto con que dispone todas las mejoras, y el genio con que se dedica por sí mismo á inspeccionar hasta los pormenores artísticos mas minuciosos, á fin de que todas sus obras presenten novedad y las posibles conveniencias”.

Ya a principios de 1836 el casino estuvo terminado, por lo que se ofreció a licitación su gestión, como podemos ver en el “Diario de avisos de Madrid”, de 12 de enero de 1836, núm. 286, pág. 1:

“Quien quisiere tomar á su cargo el arrendamiento del casino construido en la calle de la Duda con destino á gabinete de lectura y comunes públicos, acuda á la secretaría del Excmo. ayuntamiento de esta muy heróica villa, á enterarse de las condiciones, bajo las cuales ha de subastarse, en intelijencia [sic] de que el remate se ha de celebrar el próximo lunes 18 en las casas consistoriales, á la una de la tarde” [aunque luego se suspenderá, retrasándolo al día 22].

Fue inaugurado, según testimonia “El Eco del Comercio” , núm. 662, de 21 de febrero de 1836, pág. 4:

Hoy 21 de febrero se abre el establecimiento del Casino de la calle de la Duda, propio de esta M(uy) H(eroica) V(illa), con un hermoso gabinete de lectura, en donde se manifestará al público los siguientes periódicos; el Diario, Gaceta, Eco de Comercio, Revista Mensagero, Abefa y el Español. Los cuales se han arreglado a real por leerlos todos en globo. La entrada de los comunes será á cuatro cuartos por persona, tanto de hombres como de mugeres, [sic] y siempre se tendrán aseadas con el mayor esmero”.

Y como reproduce al día siguiente el “Diario de Avisos de Madrid”, de 22 de febrero de 1836, núm. 327, pág. 3.

Es ese día siguiente a la inauguración cuando “La Revista Española”, de 22 de febrero de 1836, núm. 359, pág. 3, hace esta nota extensa y socarrona:

“Casino de la calle de la Duda.

Pocos serán los que ignoren que esta calle está situada enfrente del convento de S. Felipe el Real, y pocos también los que no hayan tenido conocimiento de la plaza que en ella se ha estado ejecutando, y cuya palpable utilidad recae inmediatamente en beneficio del público. Carecia Madrid de un establecimiento de esta clase, que poseen todas las capitales cultas, y del que no se puede prescindir sin tropezar con inconvenientes muy graves de desaseo, y de incomodidades que saltan á la vista, y que desdicen y repugnan en los centros de la civilización. Nadie está libre en medio de una calle de una de aquellas urgencias que acontecen lo mismo al pulcro y estirado personage,[sic] que al mozallon más rústico y no menos se somete á su imperioso aviso la mozallona piernigorda, que la meliflua y delicada petimetra. ¿Qué partido quedaba antes cuando exabruptamente acontecia un apreton tan inevitable y tan poco pacienzudo? ¿A dónde ir? ¿á dónde refugiarse? No había sino acudir al comun inmundo de un convento, ó atropellar en un portal con todos los inconvenientes de la fatal evidencia. Apartemos el pensamiento de este enojoso cuadro; pero no á fuerza de querer ser pulcros dejemos de elogiar lo que elogio merece, y de felicitar á los autores del pensamiento del Casino de la calle de la Duda.

¡O tú, transeunte, cualquiera que fueres, que te veas en apuro... y no andes lejos de los contornos de la Puerta del Sol... aviva un poco el paso, y sin tener duda del consuelo, acude á la calle de la Duda, en donde sin duda se te franquearán las puertas del nuevo Casino, que casa será para ti de Misericordia, y beneficioso asilo en tan aflictivo momento. Por cuatro miserables cuartos encontrarás limpio y cómodo asiento, y decente cuarto con fuente y corrientes aguas, cuyo oportuno auxilio viene á pedir de boca. El esmero, la atencion, la prontitud; todo lo tienes alli pronto para cortar la dificultad, sin peligro de que los ojos del prógimo [sic] te perturben en tan respetables fanciques, ni que nadie te insulte ni moleste, y libre en fin de todo azar y contradictorio registro. Hay mas: y es que á la mano se encuentra con que satisfacer el espíritu, porque, para que nada falte, se te ofrece, un lindo gabinete de lectura, en donde te se [sic] franquean los periódicos, no mal parados, por estar alli, que al cabo bueno es que esten en todas partes, para la mayor publicidad de sus comunicaciones y polémicas. Quiere decir, que en el nuevo Casino se encuentran también medios de desahogar la imaginación y el pensamiento: en lo cual se mezcla lo útil con lo dulce, y viene á ser miel sobre ojuelas.

Y para que este anuncio no parezca cosa de broma, tomando el tono didáctico, diremos que el Casino de la calle de la Duda es ventajosísimo, oportuno, necesario, y que en él, unos por necesidad, otros por verle, no será escasa la concurrencia. Las salidas competirán con las entradas, y es facil oler desde luego que el empresario puede prometerse limpios resultados de sus líquidos productos”.

En “El Español”, de 9 de marzo de 1836, nº 130, pág. 3, se decía:

“Hemos visto abierto por fin el establecimiento de comunes públicos construido en la calle de la Duda; y á pesar de que nunca mereció nuestra aprobación, el intento de colocarle en una rinconada tan estrecha, ya porque en el citado sitio produce una irregularidad notable, ya también porque perjudica á las casas inmediatas privándolas de la luz; sin embargo, no nos ha dejado de gustar la disposición interior que en él hemos notado.
En la parte que mira á la calle Mayor está el gabinete de lectura, un poco estrecho á la verdad; pero en otro concepto agradable , claro , y lo que es mejor, provisto de municiones de boca, que no es lo de menos en sitios donde se van á gastar las fuerzas leyendo.
A espaldas de esta habitación están los comunes de los hombres aseadamente construidos, y de modo que se remedie todo mal olor y desagrado. Detrás de estos van los de las señoras , que no son mas que dos; pero que son mas anchos y pulidos, teniendo sin duda en cuenta la gente para quienes ha de servir. En estos como en los otros hay sus buenas fuentes donde lavarse las manos. En general todo está bien construido y dispuesto, aunque algo angosto. De todos modos, como esto no puede considerarse sino a manera de ensayo, bien merece nuestro elogio: siempre es un adelanto.
Los precios son los que nosotros creemos un poco altos: pensamos que el contratista encargado del establecimiento debe bajar un tanto la cólera si no quiere exponerse á perder dinero”.

Antes de las elecciones generales de julio de 1836, cuya no aceptación del resultado supuso el llamado "motín de la Granja" [Vid. nuestra entrada referida a esta cuestión] se harán nuevas intentonas de poder adjudicar la contrata de arrendamiento del casino, como vemos en el “Diario de Madrid”, de fecha 4 de marzo de 1837, núm. 704, pág. 1:

“Quien quisiere tener en arrendamiento por tiempo de tres años el casino de la calle de la Duda, acuda á la secretaría del Excmo. Ayuntamiento constitucional de esta villa...”.

Y de fecha 17 de marzo de 1837, núm. 717, pág. 1.

BREVEDAD DE ESTE PRIMER RETRETE PÚBLICO.

Luego, cuando en 1855 se realizó el ensanche de la Puerta del Sol, se procedió a su derribo y se sustituyó por unos quioscos,

«una porción de edificios rectangulares acabados en cúpula, en los que hay, además del común, una pequeña tienda que se alquila por un precio módico y servicio de aseo. Con esta mejora coincidió el de las cubetas urinarias que son de hierro y dispuestas para los hombres en la mayor parte de las calles, y otros meaderos y columnas urinarias en las plazas y paseos de mayor consideración».

NUEVOS RETRETES PÚBLICOS POR TODO MADRID: COLUMNAS O VESPASIANAS.

Esta reforma, que es la que le dió la forma elíptica a la Puerta del Sol, produjo, a pesar del derribo del urinario, la inauguración de otros dos: uno entre las calles Preciados y Carmen y otro en la esquina de la calle Carretas.

Así lo relata D. Basilio:

“El marqués viudo de Pontejos tuvo la idea de establecerlos (los urinarios o “comunes públicos”, que es como se decía en la época) en las calles de Madrid para comodidad del público, y así se acordó por el Ayuntamiento que él presidió, pero no empezó a llevarse a cabo hasta febrero de 1836, en cuyo día 13 [sic] se abrió el llamado Casino de la Callejuela de la Duda, que ya no existe, al lado de la casa nr... [sic] de la Puerta del Sol. Este fue un pequeño edificio de planta baja colocado sobre el sumidero de la alcantarilla general que había en aquel sitio, que constaba de una pieza para gabinete de lectura, con despacho de licores y cerveza y nueve aseados comunes o retretes, seis para caballeros y tres para señoras. Por leer todos los periódicos se llevó un real, y por ocupar un retrete cuatro cuartos. Al hacerse el ensanche de la plaza de la Puerta del Sol en 1855 se derribó este útil establecimiento, el primero en Madrid de su clase. El sobrino del marqués de Pontejos, Sr. Vizcaíno, concibió después el pensamiento de quioscos comunes-tiendas, que se construyeron al efecto en las plazas y paseos, una porción de edificios rectangulares acabados en cúpula, en los que hay, además del común, una pequeña tienda que se alquila por un precio módico y servicio de aseo. Con esta mejora coincidió el de las cubetas urinarias que son de hierro y dispuestas para los hombres en la mayor parte de las calles, y otros meaderos y columnas urinarias en las plazas y paseos de mayor consideración. Al establecerse éstas se mandó por bando que todo el que se orinase en las calles, lo cual era una suciedad que debe evitarse en un pueblo civilizado por decencia y por higiene, pagaría diez reales de multa, lo cual se exigió no sin causar la providencia algunos disgustos con las gentes del pueblo poco acostumbradas a esta decencia, pero vino la revolución de septiembre de 1869, y los ciudadanos, en uso de su proclamada soberanía, creyeron que podrían orinar donde mejor les pareciese, a pesar de las columnas urinarias y cubetas dispuestas gratuitamente al efecto. Ya en 9 de julio de 1846 se había establecido una llamada ‘columna artesiana’ en la Puerta del Sol, esquina a la calle de Carretas, dispuesta para orinar y fijar carteles, pero habiéndolo censurado toda la prensa por el sitio y forma en que se colocó, se la derribó el 30 del mismo mes.”

No obstante, a pesar de construirse esos dos urinarios, lo cierto es que el pueblo de Madrid siguió prefiriendo hacer sus necesidades fisiológicas en la calle, por lo que se decidió poner freno por parte de la Autoridad. Las multas eran de dos reales, señalándose especialmente que no se usasen los portales y vías públicas: los “comunes públicos”. Esta nueva normativa conllevó el chascarrillo popular y la coplilla siguiente:

“Este monumento infexto
se debe al duque de Sexto.
¡Cinco duros por mear!
¡Caramba qué caro es esto!
¿Cuánto querrá por cagar
el señor duque de Sesto?”
Recordemos que “Pepe Alcañices”, el Duque de Sesto, ocupó la alcaldía de Madrid durante siete años, entre 1857 y 1864.

Por ello se procedió a colocar “columnas urinarias” (las “columnas mingitorias” o vespasianas, según el modelo francés que desde 1834, el prefecto Rambuteau había instalado en París, diferentes a las columnas Morris, que se alzarán luego a partir de 1868), por diversos puntos de Madrid, sin dejar de volver a intentar una vez más el colocar nuevos casinos o comunes públicos.

Así lo relató, entre otros, el periódico monárquico “La Esperanza”, núm. 4528, de 22 de julio de 1859, pág. 3:

“Según nos aseguran, además de las columnas urinarias que se han principiado ya á colocar, trátase tambien de establecer en diferentes puntos de Madrid, casinos ó comunes públicos como el que había antes en la calle de la Duda, y en los que, como es consiguiente, se abonará por la entrada una pequeña retribucion al dependiente ó arrendatario. La realización de este proyecto, que puede decirse es una necesidad en las grandes poblaciones, creemos obtendrá general aprobacion”.
Parece ser que fueron bastantes columnas de hierro las que se colocaron. Como curiosidad veamos las opiniones a favor y en contra de una, la emplazada en la Red de San Luis. Así la valoraba favorablmente "La época", de 8 de agosto de 1859, núm. 3161, pág. 4:
"La columna urinaria que acaba de establecerse en la Red de San Luis de esta corte, está con arreglo á los mejores modelos y es digna de nuestra capital. El interior de dicha columna se halla constantemente bañado por una especie de abanico de agua que brota de su parte superior, y que manteniendo la limpieza, impide el mal olor".

Mas el formato parece que era demasiado "visible", por lo que generó el chascarrillo de irónicos poetas, como vemos en este poema de un tal "Bonilla", que publicó "La Discusión", el 13 de agosto de 1959, núm. 1080, pág. 4:

Es idea estrafalaria
alzar en sitio visible
el invento inadmisible
de la columna urinaria.

Esta invención inmoral,
que oculta tan poco al hombre,
es indigna del renombre
de una culta capital.

No hay tolerancia ó paciencia
para sufrir ni un momento
ese repugnante invento;
el colmo de la indecencia.

¿Quién admite el desacierto,
á la decencia contrario,
de dejar el urinario
por dos lados descubierto?

Pues es un grano de anís
poner á la vista asedio,
y precisamente en medio
de la Red de San Luis.

¿No es notable que, por cierto,
en el nombre de este santo
se descubra tanto y tanto
que debiera estar cubierto?

Mal discurre quien no advierta
que esa columna,—se infiere,—
debe estar, sea cual fuere,
por ambos lados cubierta;

de tal modo, en mi entender,
que el público, —y mas de faldas,—
tan solamente de espaldas
al paciente pueda ver.

Todo lo demás que invente
la ciencia municipal
vendrá á ser, por inmoral,
muy torpe y poco decente.

De la Red de San Luis
y el Prado es este el asunto.
No digo mas, y doy punto,
temiendo á cierta polis.

Y por la razón sencilla
de que no sepan quién soy,
á mermar la firma voy
y pongo á medias, Bonilla.

P.D.
Puesto que tengo razón,
la oculto de esta manera.
¿Me la quitará cualquiera
habiendo tanto ladron?

Y en "El Monitor de la Salud de las familias y de la salubridad de los pueblos", de 15 de marzo de 1860, núm. 6, pág. 69:

En Madrid, sobre todo, reina una libertad de vejiga tan hedionda como escandalosa. Las plazas , las calles mas frecuentadas, los monumentos y edificios públicos, como los templos, teatros, cafés, las escuelas, etc., presentan un aspecto por demás repugnate: la infección y la indecencia que resultan de tamaña costumbre en la corte no se toleran en ninguna ciudad, ni villorrio de España. ¿Qué ha de decir el extranjero, y aun el forastero de las provincias, al ver la inundación de orines (y tal vez de excreciones menos liquidas) que afea la calle de san Ricardo, la de Gitanos, la plaza Mayor y el monumento de su centro, las inmediaciones del Príncipe y demás teatros, la antigua Aduana (hoy ministerio de Hacienda ), etc., etc.? ¡Siquiera hubiese meaderos apropiados! Pero nada de eso; todo lo que en punto á esos receptáculos tiene Madrid, puede verse con lástima y risa en los asquerosos y tristes armatostes de algunas rinconadas, y en la famosa y desairada coluna [sic] urinaria de la red de San Luis. El señor Corregidor y el Ayuntamiento harian bien en enterarse de lo que acerca de este detalle de policía urbana se practica en París y Londres, y aun en Barcelona, Zaragoza , etc."

Mas no todas esas vespasianas, como le ocurrieron a las columnas Morris en Paris, que fueron proliferando por Madrid, fueron de general gusto, como podemos leer, por ejemplo, en esta nota de "El liberal", de 16 de junio de 1887, núm. 2936, pág. 3:

"Junto á la valla que por la calle de Alcalá cierra el solar de La Equitativa, hay un a vespasiana como dicen nuestros vecinos, con la que, por la estrechez de la acera, casi se ven obligadas á rozar con sus vestidos cuanta señoras transitan por aquel paraje.
Esto, aparte de que con el calor hay un a descomposición que produce emanaciones insoportables.
Creemos que esta observación bastará para lograr la desaparición del urinario.

Que poco a poco se fueron implantando los urinarios en las casas deja razón este curioso anuncio de “La Época”, de 17 de marzo de 1862, núm. 4323, pág. 4:

Recordemos que “El monitor de la salud de las familias y de la salubridad de los pueblos”, en su núm. X, de 15 de mayo de 1862, pág. 116, indicaba que la Comisión del seno de la Sociedad Económica Matritense estaba discutiendo que se aprobara, entre otras cuestiones...:

“19. Las letrinas se colocarán en local propio, con comunicación al exterior, y, siempre que sea posible, fuera de la cocina y de toda habitación. Se establecerá, además, en todas las casas que se hagan nuevas, ó que se reformen, ventilación de tiro, por medio de un conducto destinado á este objeto, que corra desde el tejado á la alcantarilla, y que comunique con las piezas de las letrinas. En las casas de vecindad, á mas de reunir estas circunstancias, han de estar los comunes distantes cuanto sea posible de las habitaciones, y fuera de las escaleras y de los sitios destinados al servicio de otros vecinos que aquellos á quienes pertenezcan.

20. Se aumentará todo lo posible el número de meaderos, en columnas y en los sitios mas reservados, arrimados á la pared, elevados del suelo, de gran corriente, y de modo que puedan lavarse; y se establecerán comunes públicos, con algunos locales gratuitos, bien ventilados y con mucha agua para la limpieza, situándolos en cuatro ó mas puntos de Madrid, que pudieran ser las plazuelas de las Descalzas, de la Cebada, del Rey y de los Mostenses, y algunas otras plazuelas ó patios despejados. Inmediatamente de planteadas dichas reformas, se prohibiría terminantemente satisfacer estas necesidades fuera de los sitios designados”.



COLOFÓN CURIOSO: EL DÍA MUNDIAL DEL RETRETE, 19 DE NOVIEMBRE.

Es evidente que he escrito esta entrada bastantes días posteriores a la fecha de conmemoración del día mundial del retrete, curiosamente mientras leía cómodamente "Leer en el retrete", de Henry Miller (costumbre también ancestral de los retretes es esta -recordemos que había bibliotecas anexas en la antigua Roma-).

En efecto, el Día Mundial del Retrete o del Saneamiento, se celebra el 19 de noviembre de cada año, dado que al menos el 37% de la población mundial no dispone de ellos, indicando la ONU que cerca del 80% de las enfermedades existentes en los países en vías de desarrollo tienen su origen en la contaminación de sus aguas y en un incorrecto saneamiento.

Pero esto no se sabia en el siglo XIX, y es otra historia... Seguramente surgirán pronto nuevas y curiosas historias tras esta efemérides. Ya las iremos incorporando.




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HEMEROTECA DIGITAL NACIONAL DE ESPAÑA.

Diario de Avisos de Madrid.
Diario de Madrid.
El Eco del Comercio.
El Español.
El Liberal.
El Monitor de la Salud de las familias y de la salubridad de los pueblos.
La Discusión.
La Esperanza.
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