viernes, 13 de febrero de 2015

AÑO 1833. Sublevación de Talavera de la Reina contra Isabel II

A principios de la noche del día 2 de octubre de 1.833, D. Manuel María González, Administrador de Correos de Talavera de la Reina, acompañados de varios vecinos de la localidad, provocará la 1ª sublevación contra Isabel II, y generará el inicio de la Iª Guerra Civil Carlista.

Según el comunicado que recibió el Gobierno el día 3 de octubre de 1.833, transcrito en La Gaceta (en su Suplemento de 5 de octubre de 1.833), copiado por la mayoría de los periódicos de la época (La Revista (número 101, de 6 de octubre de 1.833, pág. 3) y luego recogido en Fastos españoles o efemérides de la Guerra Civil, desde octubre de 1.832 (Madrid, Imprenta de D. Ignacio Boix, 1.839, pág. 485),

«A principios de la noche del 2 de Octubre, se formó una facción acaudillada por el Administrador de Correos procesado y suspenso D. Manuel María González, la cual despojó violentamente de la Autoridad al Corregidor Tejero, y le puso preso á las nueve de la noche, como también al Mariscal de Campo D. Antonio María Hojas, al Comandante de armas, y á otros vecinos honrados. Después se apoderaron do los caballos de los habitantes del pueblo, y de los fondos públicos (objeto quizá esclusivo (sic) de la sublevación.
Al amanecer de este día [3 de noviembre] prorrumpieron en la plaza pública con voces infames y subversivas; pero notando que ninguna persona del vecindario tomaba parte en atentado tan alevoso, y que el Corregidor se negó absolutamente á reasumir la Autoridad que le ofrecían restituir, á condición de que suscribiese á sus ideas, salieron de la Villa con dirección al lugar de Calera, que es el primero en el camino de Estremadura (sic), llevándose dos de los vecinos que habían preso.
El Corregidor volvió á reclamar su Autoridad, dispuesto á defender en cuanto le fuese posible la tranquilidad pública contra aquella facción rebelde, si como habían asegurado, volvían por la noche á Talavera.
Apenas el gobierno de S.M. supo este suceso, tomó las providencias convenientes contra tamaño atentado; y posteriormente el mismo corregidor ha remitido á S. M.la Reina Gobernadora la siguiente exposición, por medio del Sr. Secretario de Estado y del Despacho de Gracia y Justicia:

Señora : Tengo el honor de elevar á conocimiento de V. M., según lo que ofrecí en mi parte anterior, que en la villa del Puente del Arzobispo, seis leguas de ésta, han sido presos por su justicia, con auxilio del teniente retirado y secretario de aquel ayuntamiento, D. Antonio Acevedo, las personas de D. Francisco López Salas, cadete de "Borbón"; D. León Nieto, alférez del cuadro de esta villa; D. Manuel González Bárbara y D. Celestino Pabat, éste hijo de un oficial de correos de esta villa, y el anterior del administrador de la misma, á quienes he mandado conducir á mi disposición, y de la causa que estoy formando sobre la sublevación y acaecimiento del día 2. Me apresuro á comunicar á V. M. que en esta mañana se han presentado espontáneamente con sus armas diferentes de los individuos que componían la facción revolucionaria, y en esta tarde acaban de presentarse los restantes, á quienes he recogido las armas, sin perjuicio de las demás medidas que arroje de sí la causa. No han quedado en la facción mas que siete de los principales, que son : D. Manuel María González, administrador de correos en esta villa; D. Juan Bautista Alonso, mozo de correos; D. Miguel Salas , capitán de caballería del cuadro establecido en la misma; D. Saturnino Barco, alférez retirado; D. José Aimerit, ex-guardia de Corps ; D. Fran- cisco González y D. Mariano Cevallos , teniente de caballería; pudiendo afirmar, según las noticias que se han participado, que huyen sin fuerza alguna que auxilie sus planes revolucionarios, desesperanzados de conseguir sus horrendos designios porque han visto que los voluntarios Realistas de los pueblos con quien contaban, no solo no han secundado sus intenciones, sino que han mostrado una resistencia muy digna de recomendación. La tranquilidad pública sigue inalterable en esta villa, y sus habitantes á porfía dan pruebas manifiestas de su fidelidad y adhesión á la legitimidad del trono que como Gobernadora dirige V. M. Los pueblos por donde caminan los insurreccionados dan pruebas patentes de su lealtad, y sus justicias despliegan su zelo (sic) de una manera laudable; pudiendo asegurar que el espíritu público lisonjea las esperanzas de los leales vasallos, el que ha hecho desmayar á los sublevados de su infernal empresa, prometiéndome será extinguida del todo la facción, mediante las medidas que tengo tomadas al objeto.
Prometo a V. M. por mi parte sacrificar todos mis desvelos, procurando por la paz y tranquilidad pública, apurando todos los medios de perseguir á los que osen pronunciarse en contra de los imprescriptibles derechos de vuestra augusta Hija Isabel II, como heredera legítima del Trono de España.
Dios guarde la importante vida de V. M. y su augusta Hija muchos y dilatados años en bien de la monarquía española.
Talavera de la Reina, 4 de octubre de 1.833.
Josef García Tejero.»

Antonio Pirala (Historia de la Guerra Civil y de los partidos liberal y Carlista. Escrita con presencia de memorias y documentos inéditos. Madrid: Tipografía de Mellado, 1856, t. I, pp. 172-173) indica que los hechos realmente sucedieron en la noche del 3 al 4, y no del 2 al 3, y a partir de él lo hará un nutrido grupo de historiadores:

«reunió González las dos compañías de realistas, única fuerza que había en la población, y la distribuyó en varios pelotones, mandados respectivamente por sus hijos don Francisco y don Manuel, bachilleres ambos en leyes, hallándose de alférez en el provincial de Toro el hijo mayor don Juan José (se pasó a las tropas carlistas: sirvió con Cabrera y en 1846 estaba en Marsella y era brigadier).
Depuso a las autoridades, hizo algunas prisiones y se apoderó de los recursos necesarios (de los 500.000 reales que había en la Administración de rentas, sólo dispuso de 60.000), y de algunos caballos y carros.
A la mañana del siguiente día, alumbró el nuevo sol el pendón de Carlos V, proclamado en la plaza por el pregonero público con alarde militar.
A las siete de la mañana marchó a Calera a reunirse con los realistas de este pueblo y con los del batallón de Mombeltrán, ya avisados; mas no acudieron estos. Desordenáronse temerosos los de Talavera, y, puesto al frente de los de Calera y con los jefes que le acompañaban, se dirigió al Puente del Arzobispo. Adversa le fue la suerte; hostilizado por la misma población con que contaba, perdió entre los prisioneros a un hijo. Conducidos a Talavera estos desgraciados, fueron condenados por una comisión militar, expresamente formada, a la última pena, y pasados por las armas, el joven don Manuel González, don Celestino Pabal, Diéguez, el cadete López Salas y el alférez don León Nieto, enrojeciendo el suelo español la sangre de hermanos inmolados en aras de la feroz discordia en la flor de su vida.
Los que siguieron a don Manuel González fueron tenazmente perseguidos por las fuerzas de Guadalupe y otros pueblos, siendo alcanzados en las inmediaciones de Villanueva de la Serena y presos por un destacamento de caballería. Conducidos también a Talavera, otro consejo les condenó a la pena que habían sufrido sus compañeros.»

La detención última la refiere así, mediante parte, el Brigadier Coronel del Regimiento de Caballería de la Reina, citado por La Revista Española (número 107, de 20 de octubre de 1.833, pág. 59):

«Luego que salí de Villanueva de la Serena, en el día de hoy, en persecución de los revolucionarios de Talavera de la Reina, según las instrucciones que me dio V. S., me dirigí á la casa de Perales, en la que no me detuve porque no encontré razón alguna, y marché al vado de las Puercas, á donde llegué como á las dos de la tarde, y adquirí la noticia de que los revolucionarios, en número de 8, habían exigido un saco de cebada en el molino del vado, y 8 ó 10 panes, siguiendo el Guadiana abajo como á las ocho de esta mañana, en cuya dirección continué sin pararme; y como á dos leguas, en la dehesa llamada Guadaperales, tuve la satisfacción de sorprenderlos, pues los encontré en el mayor descuido acostados, y los caballos atados, sin que me vieran hasta que estuve á la distancia de 40 á 50 pasos.
Trataron de fugarse; pero la mayor parte de ellos al ver la intrepidez, entusiasmo y decisión con que mi tropa á mi voz los cargó espada en mano, se desalentaron de tal manera que se entregaron sin resistencia alguna, á saber: don Manuel María González, administrador de correos de Talavera de la Reina, y primer comandante de Voluntarios Realistas; don Mariano ceballos, teniente de caballería; don Francisco Gabriel Jiménez, ex-guardia de corps; don Miguel López Salas, capitán de caballería del cuadro de Talavera de la Reina, y don Saturnino del Barco, oficial retirado en el mismo pueblo; habiéndose fugado don Juan Bautista Alonso, don José Galeti y don Francisco Vicente González.
Puestos en seguridad los reos aprehendidos, á pesar de la poca fuerza que llevaba á mis órdenes, compuesta solo de siete soldados, un cabo y un sargento, dispuse que éste con dos soldados batiese las inmediaciones del monte, cuya espesura le impidió coger los fugitivos. Volvíme á esta villa con los reos, y con auxilio de los Voluntarios Realistas de ella fueron puestos en seguridad en la cárcel; unos paisanos á quienes al retirarme dejé encargado que batiesen el monte, trajeron á poco rato preso al citado don Juan Bautista Alonso, oficial de Realistas de Talavera, que al pasar por la iglesia cuando le conducían á la cárcel, se acogió a sagrado agarrándose á la aldaba de la puerta de ella; y recibió del párroco papel de iglesia.
Los reos tenían seis caballos, dos pistolas, dos espadas, un florete y dos sables, y además, doce mil ciento seis reales y cuarto en plata y oro.Mañana saldrá el comandante de Voluntarios Realistas de esta villa al sitio donde fue aprehendido Alonso, por haber manifestado éste que había arrojado dos mil reales que llevaba.
He pasado requisitoria á la villa de Miajadas para que salgan también en persecución de los dos fugitivos que restan. No puedo menos de recomendar á V. S. el valor y decisión del sargento primero José Alba y demás que en esta ocasión he tenido a mis órdenes.
Dios guarde a V.S, etc.
Orellana la Vieja, 14 de octubre de 1.833.
El Teniente Alférez de Caballería, José Gómez.»

Pero, ¿quién era este Manuel María González, administrador de correos y comandante de los Voluntarios Realistas de Talavera de la Reina?
Los periódicos de la época señalaban lo siguiente (La Revista Española, número 105, de 15 de octubre de 1.833, pág. 31);

«El "Correo Literario" y "Mercantil" de 11, dice que D. Manuel María González, administrador de correos y comandante de Voluntarios Realistas de Talavera de la Reina, fue procesado por malversador de caudales públicos; y el del 13 dice que se hallaba sumariado desde octubre de 1.832 por cosas análogas á la descabellada empresa que acaba de intentar en dicha villa. Lo que hay de cierto en estos particulares es lo siguiente.
Tanto el expresado González como los demás cabecillas que dieron el gritó de la rebelión el dia 2, á saber, D. Miguel López Salas, D. Saturnino Basco, el ex-guardia D. Francisco Javier Jiménez Aymeric, el mozo de correos Don Juan Bautista Alonso, y el cirujano de Segurilla D. Alberto Diéguez, fueron procesados por causa de conspiración igual á la última "en primeros de febrero del corriente año" por el benemérito comisionado regio D. Miguel Antonio Ochoteco, quien en aquella época los redujo á prisión por haberles descubierto que trataban de atentar contra los imprescriptibles derechos de S. M. la Reina nuestra Señora. "A fines de mayo último" se les puso en libertad bajo de fianza en virtud de disposición superior. La criminal tentativa que acaba de quitarles la máscara con que hipócritamente se encubrían, acredita sobradamente el tino con que el expresado señor comisionado regio obró en su expedición á Talavera, y demuestra que aquellos malvados abusaron de la libertad que se les devolvió en mayo, para seguir tramando sus infernales maquinaciones. Las personas adictas á la sagrada causa de la Reina, á quienes aquel puñado de miserables atropellaron en Talavera, hubieran sabido indudablemente hacerles pagar muy cara la tentativa, ó perecer en tan justa demanda, si en su mano hubiera estado poner en práctica los abundantes y seguros medios dé previsión que existían en Talavera.»

Para completar los datos de este personaje continuamos con el citado libro de Antonio Pirala (Historia de la Guerra Civil y de los partidos liberal y Carlista. Escrita con presencia de memorias y documentos inéditos. Madrid: Tipografía de Mellado, 1856, t. I, pp. 171-172):

Nació en la villa que inmortalizó Cervantes (el Toboso), y ayudó a sus padres a labrar la tierra.
No tenía aún cuatro lustros, cuando casó con doña Felipa Barbaza, que mejoró su situación. Liberal en 1820, fue alcaide constitucional, miliciano de caballería y afiliado en la sociedad masónica. Encausado y perseguido por sus opiniones, tuvo que acogerse al amparo de su hermano don Rufino, superintendente general de policía del reino, quien consiguió no sólo que se sobreseyese en la causa y cesase su persecución, sino que se le confiriera la administración de correos de Talavera de la Reina, adonde marchó a fines de 1823 con su mujer y cuatro hijos.
Su buena presencia, sus facciones, su genio alegre, sociable y franco (no ocultaba sus ideas, a pesar del sistema que a la sazón regía), le conquistaron las simpatías de todos y hasta llegó a verse nombrado por les realistas comandante del batallón número 15 y comandante de armas del partido, en el que se comprendía a Guadalupe.
De nobles sentimientos, nadie acudió a él en vano y sólo olvidaba su bondad, se desviaba de tan laudable propósito, cuando mediaban resentimientos de rivalidades amorosas, a cuyas aventuras era aficionado.
Así corrió dulcemente su existencia, hasta que en 1832 pasó por Talavera desterrado a Cádiz, donde murió a poco, su hermano don Rufino, consejero ya de Hacienda. Tales consejos le dio, y le hizo tales prevenciones el desterrado, que varió de carácter. Volviose triste, taciturno, y se aisló hasta de sus mejores amigos. No acostumbrados estos a verle de esta manera, empezaron a desconfiar de él y a tratarle con prevención, lo cual aumentó su disgusto, y más que todo el ver que los liberales evitaban las conversaciones políticas en su presencia reputándole afiliado al bando contrario. No se equivocaban.
Dejóle su hermano don Rufino recomendado a sus amigos políticos, quienes, desde luego, contaron con él y le iniciaron en los planes de la Junta de Madrid a la cual pertenecía Maroto, que mandaba militarmente en la provincia de Toledo. Ya hemos manifestado el resultado que tuvieron y la prisión de los individuos de aquella junta. Frustrada esta tentativa, volvió González con asiduo afán a sus tareas de la administración hasta que llegó a Talavera un comisionado del gobierno que le formó causa y le condujo preso a Madrid.

Como conclusión, para tener un relato sintético y completo de todo lo que hemos expuesto hasta ahota, vamos a recoger las palabras de Félix Rubio López de la Llave ("El pronunciamiento carlista de Talavera de la Reina", in Temas Toledanos, Número 52, Toledo, Ed. Toledo, 1.996/1987, pp. 27 a 32) quien nos dice:

«El dos de Octubre de 1833, miércoles, en las primeras horas de la noche, D. Manuel María González, al mando de un grupo de Voluntarios Realistas y de dos de sus hijos hace proclamar como rey de España a Carlos V, infante D. Carlos María Isidro, al tiempo que lanza una declaración reivindicatoria y autojustificativa del orden tradicional de España y la sucesión masculina al trono.
El pronunciamiento lo realiza desde la plaza Real de la villa, principal punto de reunión y confluencia de la ciudad, al tiempo que controla, apostando hombres armados en las puertas de la ciudad, las entradas y salidas de la población, entonces en gran parte amurallada. Junto a la proclama realiza un llamamiento de unión dirigido a los vecinos solicitando su colaboración en la causa carlista.
En esos momentos iniciales del pronunciamiento, como a lo largo de todo el tiempo, la respuesta de la ciudad es contundente, la gente se cierra en sus casas y ni la inmensa mayoría de los propios "Voluntarios" acude siquiera al cuartel a recoger las armas para unirse al pronunciamiento.
Esa misma noche González realiza dos acciones que consideramos muy importantes a la hora de valorar políticamente su acción.
Una es que decide arrestar a la corporación municipal, o a gran parte de ella, reteniéndola en su poder. Cosa que ya ha sido puesta de manifiesto por algún historiador y, por otra parte, es ciertamente usual en este tipo de pronunciamiento revolucionario del pasado siglo; (también retiene a uno de los prohombres locales, un general llamado Antonio María de Rojas). Pero, además de esta acción, realiza otra más importante por su valor en sí misma que por su efectos posteriores. Y es que decide reponer a los regidores municipales que había en 1832, es decir, a la corporación existente antes del relevo liberal auspiciado desde el poder central.
Es cierto que esos regidores fueron sacados de sus hogares contra su voluntad, e igualmente obligados a tomar posesión de los cargos "vacantes", como en justicia declararon posteriormente todos los testigos, en una ceremonia que se nos antoja, si no fuera por el dramatismo que supone la obediencia bajo coacción armada, llena de esperpentismo.
Durante esa noche, con la población asustada y amedrentada, las autoridades "salientes" y "entrantes", rehenes y revolucionarios, esperaron inútilmente en la iglesia y el claustro de S. Jerónimo a que la población aclamara y apoyara a los sublevados, esperando una especie de refrendo del vecindario para justificar así mejor el pronunciamiento. Lo cierto es que aquel respaldo no se produjo, descartando de esta manera ciertas opiniones vertidas desde la historiografía carlista que habla de: "En Talavera de la Reina surgía, pues, la primera manifestación de un pueblo rebelde a dejarse morir en manos del liberalismo", o que "González ... dueño de la ciudad"; maximalismos que poco o nada tienen que ver con la realidad, tal y como lo relata algún historiador local del pasado siglo (Fernández Sánchez [, I.- Historia de Talavera de la Reina. Imprenta Rubalcaba, 1.896]), informado por testigos de aquellas jornadas.
Ante el fracaso, González repite la proclama en el mañana del día tres con el mismo e infructuoso resultado; finalmente abandona la ciudad con un rehén, precisamente el general que hemos mencionado, ante la amenaza de algunos vecinos que se apostaron en las .cercanías de S. Jerónimo cruzándose algún disparo. Cierta bibliografía carlista habla de esta retirada de González y sus hombres, diciendo que se trató de una medida prudente para evitar baños de sangre en la ciudad. Al margen de que esto fuera cierto, su situación era de todo punto insostenible, su movimiento careció del menor respaldo popular, ya que como hemos dicho, grupos de vecinos, tras la sorpresa, hicieron frente con armas. a los revolucionarios.
Ese mismo día marchó el grupo en dirección a Calera, pueblo distante unos 14 km. de Talavera, no sin antes requisar todos los caballos de la ciudad y de apoderarse de los fondos públicos (cuando fueron sorprendidos días más tarde tenían en su poder 120.106 reales y cuarto en plata y oro). En este último pueblo, y pese a los numerosos descontentos que allí había como consecuencia del reciente cierre de los locales que la Real Fábrica de Sedas tenía para trabajos complementarios de su producción, no se les unió ningún hombre tras una nueva proclama en la plaza del pueblo.
De este lugar marchó el grupo de fugitivos a Puente del Arzobispo donde, además de intentar que el pueblo se les uniera, esperaban a otros grupos de absolutistas de diferentes lugares de la región. Ambos aspectos fracasaron, no se les agregó nadie y, además, los vecinos del pueblo hicieron frente a la partida carlista junto a la tropa perseguidora procedente de Talavera. Hubo tiroteos en las calles y en los alrededores del pueblo. Al final, varios de los partidarios de González se entregaron voluntariamente y un grupo de seis, entre ellos un hijo del cabecilla, fueron hechos prisioneros y trasladados a Talavera. El resto logró huir, incluido el propio González, hacia la sierra de Guadalupe, tras cruzar el Tajo a su paso por Puente del Arzobispo.
Al grupo de seis que fueron trasladados a Talavera, tras someterles a una causa sumarial creada al efecto, se les condenó a la pena capital. Los que se entregaron voluntariamente, al alegar esta circunstancia y aducir que se unieron a González por la obediencia debida a su comandante -ninguno de ellos era oficial- fueron condenados a diferentes penas de cárcel.
En el Archivo Parroquial de Talavera se encuentra la anotación del párroco relativa al enterramiento de los que fueron fusilados. En síntesis dice lo siguiente: Procedentes de la cárcel de Rocamador, fueron sepultados el mismo día de su fallecimiento, el 22 de octubre de 1833: Alberto Diéguez, natural de Valladolid, Subteniente, casado. Manuel Raimundo González, feligrés de esta parroquia, hijo de Manuel María y Brígida Barbaza, natural de El Toboso, soltero. Celso Celestino Pavort, soltero, natural de Ávila, tejedor. Francisco López Salas, soltero, natural del Barrio de Triana, Sevilla. Manuel Giménez, natural de Nueva Barcelona, América, Teniente graduado y Ayudante de Caballería, casado. León González Nieto, natural de Puebla de Almoradiel, La Mancha, Alférez de Caballería, casado.
El lugar del fusilamiento estaba situado a unos pocos centenares de metros de la Ermita del Prado, en un sitio conocido como El Calvario. Su ubicación actual correspondería entre las calles Jacinto Aguirre, Ángel del Alcázar, Joaquina Santander y Héroes del 10 de Agosto. La inhumación de estos hombres que se levantaron a favor del pretendiente carlista tuvo lugar en el cementerio anexo a la parroquia de Sta. Leocadia, situada entonces en la plaza que hoy se conoce por el mismo nombre.
El resto del grupo que logró huir, tras cruzar la sierra de Guadalupe y adentrarse en tierras extremeñas, fue sorprendido en las cercanías de Villanueva de la Serena En el parte de guerra que publicó la Gaceta de Madrid el 19 de Octubre, y enviado por un oficial del Regimiento de Caballería de la Reina al Ministro de Guerra, además de proporcionamos la filiación del grupo, dice entre tras cosas, que fueron sorprendidos en la dehesa de Guadaperales, en las cercanías de Villanueva. En un primer momento lograron huir tres hombres de los ocho perseguidos, uno de ellos Francisco Vicente González, el otro hijo del Comandante realista, otro fue José Galletti, y el tercero, Juan Bautista Alonso. Estos tres fueron finalmente capturados por paisanos del pueblo de Orellana y conducidos a Villanueva junto al resto. El citado Juan Bautista Alonso, logró liberarse de sus captores y pudo acogerse a sagrado agarrándose a la aldaba de la puerta de una iglesia, suponemos que a la parroquial de Villanueva, recibiendo "papel de iglesia". Documento que no habría de servirle de nada, ya que acabó con los demás componentes del grupo capturado en primera instancia. El parte de guerra nos informa también que tenían en su poder, además de los 120.106 reales y cuarto ya citados, 6 caballos, 2 pistolas, 2 espadas, 2 sables y 1 florete. También, que horas antes de ser capturados exigieron a unos campesinos un saco de cebada y ocho o diez panes.
Pocos días más tarde de la captura fueron ejecutados en Villanueva de la Serena. He aquí lo manifestado por el párroco de Villanueva (Reproducido en "Historia del Tradicionalismo", tomo lII, pág. 300, de M. Ferrer):

"En Villanueva de la Serena en veinticinco del mes de Octubre del año mil ochocientos treinta y tres, se enterraron en el cementerio de esta iglesia, extramuros de esta villa, a D. Manuel María González, Administrador de Correos y comandante primero del batallón de voluntarios realistas de Talavera de la Reina; a D. Juan Bautista Alonso, mozo de oficio de correos y ayudante del dicho batallón (individuo citado en el informe municipal talaverano, en el capítulo III); a Francisco Javier Jiménez Aimerich, exguardia de Corps y vecino de la dicha ciudad de Talavera; a D. Saturnino del Barco, Alférez de Caballería, retirado en Talavera; a D. Miguel López de Salas, capitán del cuadro de caballería de fija residencia en Talavera; a D. Mariano Cevallos, teniente de ídem; a D. Francisco Vicente González, hijo del primero, paisano y vecino de Talavera, y a D. José Galletti, también paisano y vecino de Talavera, los que fueron fusilados en esta Villanueva el dicho día veinticinco. Recibiendo los Santos Sacramentos de Penitencia y Comunión; y otorgando testamento ante el escribano D. Pedro Gómez, el de D. Manuel María González, D. Miguel López Salas, D. Mariano Cevallos y D. José Galletti; cuyas copias se han remitido al señor Vicario Eclesiástico de Talavera de la Reina; todo según la nota que ha pasado a esta parroquia, de que certifico Juan Antonio Sánchez"» [esta acta la podemos leer transcrita en Clemente, Josep Carles.- Los orígenes del Carlismo, Madrid, Easa, 1.979, pág. 191.]

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